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Torre de Babel Ediciones

GALERÍA DE IMÁGENES – JOSÉ ORTEGA Y GASSET

GALERÍA DE IMÁGENES – JOSÉ ORTEGA Y GASSET

Caricaturas: Bagaría

Retratos

En Galicia, Álvaro Bastida disfruta con nuestro filósofo.
De su afición por el lápiz y por Ortega nos ofrece esta prometedora muestra.

1897

«Hay un lugar que el Mediterráneo halaga, donde la tierra pierde su valor elemental, donde el agua marina desciende al menester de esclava y convierte su líquida amplitud en un espejo reverberante, que refleja lo único que allí es real: la Luz. Saliendo de Málaga, siguiendo la línea ondulante de la costa, se entra en el imperio de la luz. Lector, yo he sido durante seis años emperador dentro de una gota de luz, en un imperio más azul y esplendoroso que la tierra de los mandarines. Desde aquel tiempo, claro está, mi vida significa una fatal decadencia, y mis afanes democráticos acaso no sean otra cosa que una manera del despecho.»
J. Ortega y Gasset: El Imparcial, diciembre de 1910. Obras completas, I, pág. 532 (referencias a su estancia en el colegio de los jesuitas en Miraflores de El Palo, cerca de Málaga).

1911 – Marburgo

«Sin embargo, la fortuna nos había regalado un prodigioso instrumento: la fenomenología. Aquel grupo de jóvenes no había sido nunca, en rigor, neokantiano. Tampoco se entregó plenamente a la fenomenología. Nuestra voluntad de sistema nos lo impedía. La fenomenología, por su propia consistencia, es incapaz de llegar a una forma o figura sistemática. Su valor inestimable está en la «fina estructura» de tejidos carnosos que puede ofrecer a la arquitectura de un sistema. Por eso, la fenomenología no fue para nosotros una filosofía: fue… una buena suerte.»
J. Ortega y Gasset: Prólogo para alemanes. (redactado en 1934) Obras completas, VIII, pág. 42.

1914 – Madrid

«Hemos de buscar para nuestra circunstancia, tal y como ella es, precisamente en lo que tiene de limitación, de peculiaridad, el lugar acertado en la inmensa perspectiva del mundo… En suma: la reabsorción de la circunstancia es el destino concreto del hombre.
Mi salida natural hacia el universo se abre por los puertos del Guadarrama o el campo de Ontígola. Este sector de realidad circunstante forma la otra mitad de mi persona: sólo al través de él puedo integrarme y ser plenamente yo mismo…
Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo.»
J. Ortega y Gasset: Meditaciones del Quijote (1914). Obras completas, I, pág. 322.

1915 – El Escorial

«Hoy más que nunca tengo la convicción de haber sido el subjetivismo la enfermedad del siglo XIX, y en grado superlativo, la enfermedad de España. Pero el ardor polémico me ha hecho cometer frecuentemente un error de táctica, que es a  la vez un error substancial. Para mover guerra al subjetivismo negaba al sujeto, a lo personal, a lo individual todos sus derechos. Hoy me parecería más ajustado a la verdad y aun a la táctica reconocérselos en toda su amplitud y dotar a lo subjetivo de un puesto y una tarea en la colmena universal»
J. Ortega y Gasset: del Prólogo a «Personas, obras, cosas». redactado en El Escorial, enero de 1916. Obras completas, I, págs. 419-420.

1915 – Madrid

«La España oficial consiste, pues, en una especia de partidos fantasmas que defienden los fantasmas de unas ideas y que, apoyados por las sombras de unos periódicos, hacen marchar unos Ministerios de alucinación.»
J. Ortega y Gasset: Vieja y nueva política (conferencia dada en el teatro de la Comedia el 23 de Marzo de 1914). Obras completas, I, pág. 274.
«Todo español lleva dentro, como un hombre muerto, un hombre que pudo nacer y no nació, y claro está que vendrá un día, no nos importa cuál, en que esos hombres muertos escogerán una hora para levantarse e ir a pediros cuenta sañudamente de ese vuestro innumerable asesinato.»
Op. cit., pág. 284.

1916 – Buenos Aires

«La realidad, precisamente por serlo y hallarse fuera de nuestras mentes individuales, sólo puede llegar a éstas multiplicándose en mil caras o haces.
Desde este Escorial, rigoroso imperio de la piedra y la geometría, donde he asentado mi alma, veo en primer término el curvo brazo ciclópeo que extiende hacia Madrid la sierra del Guadarrama. El hombre de Segovia, desde su tierra roja, divisa la vertiente opuesta. ¿Tendría sentido que disputásemos los dos sobre cuál de ambas visiones es la verdadera? ambas lo son ciertamente por ser distintas. Si la sierra materna fuera una ficción o una abstracción, o una alucinación, podrían coincidir la pupila del espectador segoviano y la mía. Pero la realidad no puede ser mirada sino desde el punto de vista que cada cual ocupa, fatalmente, en el universo. Aquélla y éste son correlativos, y como no se puede inventar la realidad, tampoco puede fingirse el punto de vista.
La verdad, lo real, el universo, la vida ―como queráis llamarlo― se quiebra en faceteas innumerables, en vertientes sin cuento, cada una de las cuales da hacia un individuo (…)
Y viceversa: cada hombre tiene una misión de verdad. Donde está mi pupila no está otra: lo que de la realidad ve mi pupila no lo ve otras. Somos insustituibles, somos necesarios (…) Dentro de la humanidad cada raza, dentro de cada raza cada individuo, es un órgano de percepción distinto de todos los demás y como un tentáculo que llega a trozos de universo para los otros inasequibles.»


J. Ortega y Gasset: Verdad y perspectiva. El Espectador I  (Febrero-marzo 1916). Obras completas, II, pág. 19.

1917 – Buenos Aires

«Cada pueblo es, señores, el ensayo de una nueva manera de vivir, es decir, de una nueva manera de sentir la existencia. El tesoro eterno de angustias y alegrías, que nunca cambiará, encuentra en el alma de cada pueblo un medio específico donde viene a refrescarse peculiarmente, produciendo irisaciones exclusivas. Nada más difícil que percibir con toda exactitud y delicadeza esta genuidad en las emociones y en el pensamiento, esta modulación típica y exclusiva de lo esencial humano que es cada pueblo.»
J. Ortega y Gasset: Introducción a los problemas actuales de la filosofía (Conferencias en Buenos Aires: 1916). En «Meditación de nuestro tiempo. Las conferencias de Buenos Aires, 1916 y 1928», FCE, Madrid, 1996, p. 36.

1920 – Madrid

«Los años y las meditaciones, al pasar sobre mi alma, van aposando en ella la convicción de que la norma superior, la más delicada, es una profunda y religiosa docilidad a la vida. Toda otra norma debe ser sometida a esta instancia. Sigamos a nuestra razón cuando construye, fiel a sus principios, irreales geometrías; pero mantengamos el oído alerta, como escuchas para percibir las exigencias sutilísimas que, desde más hondas latitudes de nuestro ser, nos hace el imperativo de la vitalidad. No nos encerremos en el poliedro de aristas matemáticas que edifica, ingeniero, nuestro intelecto; antes bien, estemos siempre prontos a obedecer más radicales sugestiones y a levantar el vuelo, en la hora justa, como las aves migratorias.»
J. Ortega y Gasset: Incitaciones. El Espectador III, abril 1919. Obras completas, II, pág. 234.

1920 – Madrid

«Hay hombres que llevan en el ángulo de la pupila una inquietud latente, la cual hace pensar en un niño acurrucado y escondido, presto a dar el brinco genial sobre la vida, la carrera loca y alegre que proporciona el gran botín de la ciencia, del arte y del imperio. Sólo esos hombres me parecen estimables, y el resto es contabilidad.  (…)
Así, es la madurez no una supresión, sino una integración de la infancia. Todo el que tenga fino oído psicológico habrá notado que su personalidad adulta forma una sólida coraza hecha de buen sentido, de previsión y cálculo, de enérgica voluntad, dentro de la cual se agita, incansable y prisionero, un niño audaz. (…) Somos todos, en varia medida, como el cascabel, criaturas dobles, con una coraza externa, que aprisiona un núcleo íntimo, siempre agitado y vivaz. Y es el caso que, como el cascabel, lo mejor de nosotros está en el son que hace el niño interior al dar un brinco para libertarse y chocar con las paredes inexorables de su prisión.»
J. Ortega y Gasset, La psicología del cascabel (marzo 1920). El Espectador III, Obras completas, II, págs. 299-300

1922 – Madrid

«Las variaciones de la sensibilidad vital que son decisivas en historia se presentan bajo la forma de generación. Una generación no es un puñado de hombres egregios, ni simplemente una masa; es como un nuevo cuerpo social íntegro, con su minoría selecta y su muchedumbre, que ha sido lanzado sobre el ámbito de la existencia con una trayectoria vital determinada. La generación, compromiso dinámico entre masa e individuo, es el concepto más importante de la historia, y, por decirlo así, el gozne sobre que ésta ejecuta sus movimientos.»
J. Ortega y Gasset: El tema de nuestro tiempo. (texto redactado a partir de la lección universitaria del curso 1921-1922). Obras completas, III, pág. 147.

1923 – Zumaya

«Hasta ahora, la filosofía ha sido siempre utópica. Por eso pretendía cada sistema valer para todos los tiempos y para todos los hombres. Exenta de la dimensión vital, histórica, perspectivista, hacía una y otra vez vanamente su gesto definitivo. La doctrina del punto de vista exige, en cambio, que dentro del sistema vaya articulada la perspectiva vital de que ha emanado, permitiendo así su articulación con otros sistemas futuros o exóticos. la razón pura tiene que ser sustituida por una razón vital, donde aquélla se localice y adquiera movilidad y fuerza de transformación.»
J. Ortega y Gasset: El tema de nuestro tiempo. Obras completas, III, pág. 201. (1923)

1926

Creo que en el sistema de Freud hay algunas ideas útiles y claras; pero su conjunto me es poco afín. Para no hablar de cuestiones particulares, indicaré sólo que la psicología de Freud tiende a hacer de la vida psíquica un proceso mecánico, bien que de un mecanismo mental y no físico. Ahora bien: yo creo superada en principio por la ciencia actual esa propensión mecanicista, y me parece más fecunda una teoría psicológica que no atomiza la conciencia explicándola como mero resultado de asociaciones y disociaciones entre elementos sueltos. Vamos, en psicología como en biología general, a intentar un ensayo opuesto: partir del todo psíquico para explicar sus partes. No son las sensaciones ―los átomos psíquicos― quienes pueden aclarar la estructura de la persona, sino viceversa: cada sensación es una especificación del todo psíquico. Mi distancia de Freud es, pues, radical… Casi podría decir que soy muy anti-freudiano, a no ser por dos razones: la primera, porque ello me situaría entre gentes de mala catadura; la segunda y decisiva, que en esta época donde todo el mundo es «anti», yo aspiro a «ser» y no «anti-ser»».
J. Ortega y Gasset: Vitalidad, alma, espíritu (posiblemente redactado en 1924). El Espectador V (1926). Obras completas, II, págs. 452-453.

1928 – Argentina

«Nuestra vida empieza por ser la perpetua sorpresa de existir sin nuestra anuencia previa, náufragos en un orbe impremeditado. No nos hemos dado a nosotros la vida sino que nos la encontramos justamente al encontrarnos con nosotros. Un símil esclarecedor fuera el de alguien que dormido es llevado a los bastidores de un teatro y allí, de un empujón que lo despierta, es lanzado a las baterías, delante del público. ¿Al hallarse allí, qué es lo que halla ese personaje? Pues se halla sumido en una situación difícil sin saber cómo ni porqué; la situación difícil consiste en que hay que resolver de algún modo decoroso aquella exposición ante el público, que él no ha buscado ni preparado ni previsto.
Yo creo que esta imagen dibuja con bastante pulcritud la esencia del vivir. La vida nos es dada, mejor dicho nos es arrojada o somos arrojados a ella, pero eso que nos es dado, la vida, es a la vez un problema que necesitamos resolver nosotros.»
J. Ortega y Gasset: Meditación de nuestro tiempo (Conferencias en Buenos Aires: 1928) FCE, Madrid, 1996, p. 190.

1928 – Buenos Aires

«La gigantesca innovación entre ese tiempo y el nuestro ha sido la «fenomenología» de Husserl. De pronto, el mundo se cuajó y empezó a rezumar sentido por todos los poros. Los poros son las cosas, todas las cosas, la lejanas y solemnes ―Dios, los astros, los números―, lo mismo que las humildes y más próximas ―las caras de los prójimos, los trajes, los sentimientos triviales, el tintero que eleva su cotidiana monumentalidad delante del escritor. Cada una de estas cosas comenzó tranquila y resueltamente a ser lo que era, a tener un modo determinado e inalterable de ser y comportarse, a poseer una «esencia», a consistir en algo fijo o, como digo, a tener una «consistencia».
J. Ortega y Gasset: Max Scheler. Un embriagado de esencias (junio 1928). Obras completas, IV, págs. 509-510.

1928 – Buenos Aires

«Nuestra vida según esto, no es sólo nuestra persona sino que de ella forma parte nuestro mundo: ella, nuestra vida, consiste en que la persona se ocupa del mundo y evidentemente lo que nuestra vida sea dependerá tanto de lo que sea nuestra persona como de lo que sea nuestro mundo. Ni nos es más próximo el uno que el otro término: no nos damos cuenta primero de nosotros y luego del contorno sino que vivir es desde luego, en su propia raíz, hallarse frente al mundo, con el mundo, dentro del mundo sumergido en su trabajo, en sus problemas, en su trama azarosa. Pero también viceversa: ese mundo al componerse de lo que nos afecta es inseparable de nosotros. nacemos juntos con él y son vitalmente persona y universo como esas parejas de divinidades de la antigua Grecia y Roma que nacían y vivían juntos los Dióscuros, por ejemplo, parejas de dioses que solían denominarse dii consentes, los dioses unánimes.»
J. Ortega y Gasset. Conferencias de Buenos Aires, 1928. En «Meditaciones de nuestro tiempo. Las conferencias de Buenos Aires, 1926 y 1928». FCE, Madrid, 1996
, p. 189.

1928 – Madrid

«En rigor, la masa puede definirse, como hecho psicológico, sin necesidad de esperar a que aparezcan los individuos en aglomeración. Delante de una sola persona podemos saber si es masa o no. masa es todo aquel que no se valora a sí mismo ―en bien o en mal― por razones especiales, sino que se siente «como todo el mundo» y, sin embargo, no se angustia, se siente a sabor al sentirse idéntico a los demás. (…)
Cuando se habla de «minorías selectas», la habitual bellaquería suele tergiversar el sentido de esta expresión fingiendo ignorar que el hombre selecto no es el petulante que se cree superior a los demás, sino el que se exige más que los demás, aunque no logre cumplir en su persona esas exigencias superiores. Y es indudable que la división más radical que cabe hacer en la humanidad es ésta, en dos clases de criaturas: las que se exigen mucho y acumulan sobre sí mismas dificultades y deberes y las que no se exigen nada especial, sino que para ellas vivir es ser en cada instante lo que ya son, sin esfuerzo de perfección sobre sí mismas, boyas que van a la deriva. (…)
La división de la sociedad en masas y minorías excelentes no es, por tanto, una división en clases sociales, sino en clases de hombres, y no puede coincidir con la jerarquización en clases superiores e inferiores.»
J. Ortega y Gasset: La rebelión de las masas (1930). Obras completas, IV, pág. 146.

1929 – Aravaca (Madrid)

«El dato radical del Universo no es simplemente: el pensamiento existe o yo pensante existo ―
sino que si existe el pensamiento existen, ipso facto, yo que pienso y el mundo en que pienso―
y existe el uno con el otro, sin posible separación. Pero no yo soy un ser sustancial ni el mundo tampoco ―
sino ambos somos en activa correlación: yo soy el que ve el mundo y el mundo es lo visto por mí. Yo soy para el mundo y el mundo es para mí.»
J. Ortega y Gasset: ¿Qué es filosofía? (lecciones impartidas en 1929 en la Universidad de Madrid). Obras Completas, VII, págs. 402-403.
«Vivir es el modo de ser radical: toda otra cosa y modo de ser lo encuentro en mi vida, dentro de ella, como detalle de ella y referido a ella. En ella todo lo demás es y es lo que sea para ella, lo que sea como vivido. La ecuación más abstrusa de la matemática, el concepto más solemne y abstracto de la filosofía, el Universo mismo, Dios mismo son cosas que encuentro en mi vida, son cosas que vivo. Y su ser radical y primario es, por tanto, ese ser vividas por mí, y no puedo definir lo que son en cuanto vividas si no averiguo qué es «vivir»
J. Ortega y Gasset: op. cit., pág 405.

1931

«La República española tiene que aprovechar todo este proceso y partir de su resultado. Debe informarla la alegría y la limpieza del hacer; debe detestar las palabras mágicas ―incluso la palabra «democracia», en que ahora van a embozarse todos los estúpidos― y los melodramas de gesticulación jacobina.
Es preciso, a marchas forzadas, usar de la República como de un formidable aparto para fabricar una España más rica y más precisa en que cada español dé su máximo rendimiento. Nos opondremos resueltamente a que quieran hacernos una republiquita tonta, compuesta de huelgas y de barullo parlamentario.
Cambiemos el signo: República española, es decir, alegría de gentes lanzadas a una gran empresa, rigor para exigir a todo el mundo que trabaje en la obra común y entusiasmo por la técnica que puede redimir la península de su inveterada miseria.»
J. Ortega y Gasset: Hay que cambiar de signo a la República (publicado en Crisol, 13 de Julio de 1931). Revista de Occidente, Extraordinario I. Noviembre 1981, pág. 85
. 

1932

«Y decimos que la Metafísica consiste en que el hombre busca una orientación radical en su situación. Pero esto supone que la situación del hombre ―esto es, su vida― consiste en una radical desorientación. No, pues, que el hombre, dentro de su vida, se encuentre desorientado parcialmente en este o el otro orden, en sus negocios o en su caminar por un paisaje, o en la política. El que se desorienta en el campo busca un plano o la brújula, o pregunta a un transeúnte y esto le basta para orientarse. Pero nuestra definición presupone una desorientación total, radical; es decir, no que al hombre le acontezca desorientarse, perderse en su vida, sino que, por lo visto, la situación del hombre, la vida, es desorientación, es estar perdido ―y por eso existe la Metafísica.»
J. Ortega y Gasset: Unas lecciones de metafísica (curso impartido en la Universidad de Madrid en 1932/1933). Obras completas, 12, pág. 25.

1932 – Córdoba

«Vivir, existir, no estar solo, sino al revés, no poder estar solo consigo, sino hallarse cercado, inseguro y prisionero de otra cosa misteriosa, heterogénea, la circunstancia, el Universo. Y para buscar en él alguna seguridad, como el náufrago mueve sus brazos y nada, vuestra merced se ha puesto a pensar. No existo porque pienso, sino al revés: pienso porque existo. El pensamiento no es la realidad única y primaria, sino al revés, el pensamiento, la inteligencia, son una de las reacciones a que la vida nos obliga, tiene sus raíces y su sentido en el hecho radical, previo y terrible de vivir. La razón pura y aislada tiene que aprender a ser razón vital.»
J. Ortega y Gasset: En el centenario de una universidad. (conferencia dada en la Universidad de Granada en 1932). Obras Completas, V, pág. 474.

1934

«Iba yo diciendo que a los veinte años me hallaba hundido en el líquido elemento de la cultura francesa, buceando en él tanto, que tuve la impresión de que mi pie tocaba con su fondo, que por el pronto al menos, no podía España nutrirse más de Francia. Esto me hizo volverme a Alemania de que en mi país no se tenían sino vagas noticias. La generación de los viejos se había pasado la vida hablando de las «nieblas germánicas». Lo que era pura niebla eran sus noticias sobre Alemania. comprendí que era necesario para mi España absorber la cultura alemana, tragársela ―un nuevo y magnífico alimento―. No imagine, pues, el lector mi viaje a Alemania como el viaje de un devoto peregrino que va a besar en Roma el pie del Santo Padre. Todo lo contrario. Era el raudo vuelo predatorio, el descenso de flecha que hace el joven azor hambriento sobre algo vivo, carnoso, que su ojo redondo y alerta descubre en la campiña. En aquella mi mocedad apasionada era yo, en efecto un poco es gavilán joven que habitaba en la ruina del castillo español. Me sentía no ave de jaula sino fiero volátil de blasón: como el gavilán, era voraz, altivo, bélico, y como él manejaba la pluma. La cosa era, pues, muy sencilla. yo iba a Alemania para traerme al rincón de la ruina la cultura alemana y allí devorarla. España necesitaba de Alemania. Yo sentía mi ser ―ya lo veremos― de tal modo identificado con mi nación, que sus necesidades eran mis apetitos, mis hambres.»
J. Ortega y Gasset: Prólogo para alemanes (1934). Obras Completas, VIII, pág. 24.

1938 – París

«Desde hace cinco años ando rodando por el mundo, parturiento de dos gruesos libros que condensan mi labor durante los últimos dos lustros anteriores. Uno se titula Aurora de la razón histórica, y es un gran mamotreto filosófico; el otro se titula El hombre y la gente, y es un gran mamotreto sociológico. Pero la malaventura parece complacerse en no dejarme darles la última mano, esa postrera soba que no es nada y es tanto, ese ligero pase de piedra pómez que tersifica y pulimenta. He vivido esos cinco años errabundo de un pueblo en otro y de uno en otro continente, he padecido miseria, he sufrido enfermedades largas de las que tratan de tú por tú a la muerte, y debo decir que si no he sucumbido en tanta marejada ha sido porque la ilusión de acabar esos dos libros me ha sostenido cuando nada más me sostenía.»
J. Ortega y Gasset: Prólogo a Ideas y creencias (Buenos Aires, octubre de 1940). Obras completas, V, pág. 379.

1938 – Sorbona

«No sólo es problemático y contingente que le pase esto o lo otro, como a los demás animales, sino que al hombre le pasa a veces nada menos que no ser hombre. Y esto es verdad, no sólo en abstracto y en género, sino que vale referirlo a nuestra individualidad. Cada uno de nosotros está siempre en peligro de no ser el sí mismo, único e intransferible que es. La mayor parte de los hombre traiciona de continuo a ese sí mismo que está esperando ser, y para decir toda la verdad, es nuestra individualidad personal un personaje que no se realiza nunca del todo, una utopía incitante, una leyenda secreta que cada cual guarda en lo más hondo de su pecho.»
J. Ortega y Gasset: Ensimismamiento y alteración (conferencia pronunciada en Buenos Aires en 1939.Incluido en El hombre y la gente).Obras Completas, VII, pág. 89.

1940 – Buenos Aires

«Las creencias constituyen la base de nuestra vida, el terreno sobre que acontece. Porque ellas nos ponen delante lo que para nosotros es la realidad misma. Toda nuestra conducta, incluso la intelectual, depende de cuál sea el sistema de nuestras creencias auténticas. En ellas «vivimos, nos movemos y somos». Por lo mismo, no solemos tener conciencia expresa de ellas, no las pensamos, sino que actúan latentes, como implicaciones de cuanto expresamente hacemos o pensamos. Cuando creemos de verdad en una cosa no tenemos la «idea» de esa cosa, sino que simplemente «contamos con ella».
En cambio, las ideas, es decir, los pensamientos que tenemos sobre las cosas, sean originales o recibidos, no poseen en nuestra vida valor de realidad. Actúan en ella precisamente como pensamientos nuestros y sólo como tales. Esto significa que toda nuestra «vida intelectual» es secundaria a nuestra vida real o auténtica y representa a ésta sólo una dimensión virtual o imaginaria.»
J. Ortega y Gasset: Ideas y creencias (1940). Obras completas, V, págs. 387-388.

1942 – Cascais – Portugal

«Puedo decirte que desde Febrero mi existencia no se parece absolutamente nada a lo que ha sido hasta entonces y que, sin posible comparación, atravieso la etapa más dura de mi vida. Muchas veces en estos meses he temido morirme, morirme en el sentido más literal y físico, pero en una muerte de angustia. Hoy están en el mundo muriendo del mismo modo muchos hombres de mi condición. Es un hecho que la gente no conoce suficientemente. No sería, pues, el mío sino un caso más.»
Carta a Victoria Ocampo el 9 de octubre de 1941, en José Ortega Spottorno, Los Ortega, p. 387. Taurus.

1942 – Lisboa

«Pero el hombre es un animal que perdió el sistema de sus instintos o, lo que es igual, que conserva de ellos solo residuos y muñones incapaces de imponerle un plan de comportamiento. Al encontrarse existiendo se encuentra ante un pavoroso vacío. No sabe qué hacer; tiene él mismo que inventarse sus quehaceres u ocupaciones. (…)
Con la vida, claro es, nos es impuesta una larga serie de necesidades ineludibles, que hemos de afrontar so pena de sucumbir. Pero no nos han sido impuestos los medios y modos de satisfacerlas, de suerte que aun en este orden de lo inexcusable tenemos que inventarnos… el repertorio de nuestras acciones…  Se nos imponen en la medida en que queramos pervivir, y no querremos pervivir si no inventamos a nuestra existencia un sentido, una gracia, un sabor que por sí no tiene…  La vida es de suyo insípida, porque es un simple «estar ahí». De modo que existir se convierte para el hombre en una faena poética, de dramaturgo o novelista: inventar a su existencia un argumento, darle una figura que la haga, en alguna manera, sugestiva y apetecible. (…)
Frente a la vida que se aniquila y malogra a sí misma ―la vida como trabajo― erige el programa de una vida que se logra a sí misma ―la vida como delicia y felicidad. Mientras las ocupaciones forzosas se presentan con el cariz de imposiciones forasteras, a estas otras nos sentimos llamados por una vocecita íntima que las reclama desde secretos y profundos pliegues yacentes en nuestro recóndito ser. Este extrañísimo fenómeno de que nos llamamos a nosotros mismos para hacer determinadas cosas es la «vocación».
Hay una vocación general y común a todos los hombres. Todo hombre, en efecto, se siente llamado a ser feliz; pero en cada individuo esa difusa apelación se concreta en un perfil más o menos singular con que la felicidad se le presenta. Felicidad es la vida dedicada a ocupaciones para las cuales cada hombre tiene singular vocación.»
J. Ortega y Gasset: Prólogo a «Veinte años de caza mayor», del conde de Yebes. Obras completas, 6, 422-423.

1942 – Portugal

«En cambio, el filósofo auténtico que filosofa por íntima necesidad no parte hacia una filosofía ya hecha, sino que se encuentra, desde luego, haciendo la suya, hasta el punto de que es su síntoma más cierto verle rebotar de toda filosofía que ya está ahí, negarla y retirarse a la terrible soledad de su propio filosofar.
Esa constante invitación a la inautenticidad que la preexistencia social de las ocupaciones humanas nos dirige, es uno de los componentes trágicos del hombre, no obstante su ningún aspecto melodramático. De aquí que sea preciso combinar el aprendizaje ya absorción de la filosofía socialmente constituida y recomendada con un perenne esfuerzo por negar todo eso y volver a comenzar, o lo que es igual, por repristinar la situación en que la filosofía se originó. Aquellos primeros filósofos que en absoluto la hicieron porque en absoluto no la había, que, en rigor, no llegaron a hacer una filosofía, sino que meramente la iniciaron, son el auténtico profesor de filosofía a que es preciso llegar perforando el cuerpo de todos los profesores de filosofía subsecuentes.
Todo gran filósofo lo fue porque acertó a reproducir en su persona, siquiera aproximadamente, aquella situación originaria en que la filosofía nació.»
J. Ortega y Gasset: Prólogo a «Historia de la filosofía», de Émile Bréhier (1942). Obras completas, VI, pág. 402.

1943 – Sintra- Portugal

«Mas una vida es, por excelencia, intimidad, aquella realidad que solo existe para sí misma y, por lo mismo, solo puede ser vista desde su interior. Si cambiamos de óptica y de fuera pasamos adentro, se transforma por completo el espectáculo. La vida deja de ser una serie de acontecimientos que se producen sin otro nexo que la sucesión, y nos aparece como un drama, es decir, como una tensión, un proceso dinámico cuyo desarrollo es perfectamente inteligible. El argumento del drama consiste en que el hombre se esfuerza y lucha por realizar, en el mundo que al nacer encuentra, el personaje imaginario que constituye su verdadero yo. La persona no es su cuerpo, no es su alma. Alma y cuerpo son sólo los mecanismos más próximos que halla junto a sí y con lo cuales tiene que vivir, esto es, tiene que realizar cierta individual figura de humanidad, cierto peculiarísimo programa de vida. Este personaje ideal que cada uno de nosotros es se llama «vocación». Nuestra vocación choca con las circunstancias, que en parte la favorecen y en parte la dificultan. Vocación y circunstancia son, pues, dos magnitudes dadas que podemos definir con precisión y claramente entenderlas, una frente a la otra, en el sistema dinámico que forman. Pero en ese sistema inteligible interviene un factor irracional: el azar. De esta manera podemos reducir los componentes de toda vida humana a tres grandes factores: vocación, circunstancia y azar. Escribir la biografía de un hombre es acertar a poner en ecuación esos tres valores.»
J. Ortega y Gasset: Introducción a Velázquez (1943). Obras completas, VIII, págs. 467-469.

1944 – Portugal

«Es, pues, esencial a toda forma de vida humana provenir de otra. Pero ella misma no es tampoco definitiva, sino que se va transformando en una tercera y nueva forma que desarrolla lo que en su interior germinaba, que completa sus limitaciones o, más radicalmente, se inspira en su negación. La realidad humana es, por tanto, incesante metamorfosis y consiste siempre en un movimiento que proviene de algo antecedente y va hacia algo subsecuente.
De aquí que en la contemplación de un hecho humano nada hay más incongruente que verlo como algo quieto y asilado. Esta es la óptica del geómetra. Pero hay que aprender una óptica opuesta, la del historiador. Ver algo históricamente es verlo en marcha, proviniendo de una cosa anterior y yendo hacia otra posterior. La pupila de la historia no se detiene nunca, sino que pendula sin cesar hacia adelante y hacia atrás, asimilándose de este modo a la realidad que contempla, la cual es, en efecto, un venir de, un ir hacia ―y no es otra cosa. (…) que la humanidad no es una especie, sino una tradición, que el modo de ser del hombre es distinto del de la piedra, la planta, el animal y Dios, porque es ser en una tradición. Por supuesto, es indiferente que este o el otro individuo quiera ser tradicionalista o quiera ser revolucionario. Ni más ni menos en uno que en otro caso, quiera o no, es en tradición.»
J. Ortega y Gasset: Paisaje de generaciones (hacia 1944). Obras completas, VIII, págs. 658-659.

1944 – Portugal

«El hombre vive habitualmente sumergido en su vida, náufrago en ella, arrastrado instante tras instante por el torrente turbulento de su destino, es decir, que vive en estado de sonambulismo sólo interrumpido por momentáneos relámpagos de lucidez en que descubre confusamente la extraña faz que tiene ese hecho de su vivir, como el rayo con su fulguración instantánea nos hace entrever, en un abrir y cerrar de ojos, los senos profundos de la nube negra que lo engendró. Tenía razón Calderón en un sentido aún más concreto y trivial de lo que él supuso: por lo pronto, la vida es sueño, porque es sueño toda realidad que no se captura a sí misma, que no toma plena posesión de sí misma, que se queda dentro de sí y no logra, a la vez, evadirse de sí misma y estar sobre sí. Y no hay distinción entre el hombre inculto y el hombre de ciencia: también el físico es sonámbulo y lo es no sólo en su vida común sino que también al hacer su física, al crear su ciencia sonambuliza. La física es sueño, un sueño matemático. El único intento que el hombre puede hacer para despertar, para acordar y vivir con entera lucidez consiste precisamente en filosofar. De suerte que nuestra vida es, sin remedio, una de estas dos cosas: o sonambulismo o filosofía. Yo lo advierto lealmente antes de empezar: la filosofía no es sueño ―la filosofía es insomnio― es un infinito alerta, una voluntad de perpetuo mediodía y una exasperada vocación a la vigilia y a la lucidez.»
J. Ortega y Gasset: La razón histórica (Lisboa, 1944). Obras completas, XII, págs. 302-303.

1946 – Madrid 

«Por eso, señores, la vida ―el Hombre― se ha esforzado siempre en añadir a todos sus haceres impuestos por la realidad el más extraño y sorprendente hacer, un hacer, una ocupación que consiste precisamente en dejar de hacer todo lo demás que hacemos seriamente. Este hacer, esta ocupación que nos liberta de las demás es… jugar. (…) El juego es la más pura invención del hombre; todas las demás le vienen, más o menos, impuestas y preformadas por la realidad. Pero las reglas de un juego ―y no hay juego sin reglas― crean un mundo que no existe. Y las reglas son pura invención humana. Dios hizo al mundo, este mundo; bien, pero el hombre hizo el ajedrez ―el ajedrez y todos los demás juegos. El hombre hizo, hace… el otro mundo, el verdaderamente otro, el que no existe, el mundo que es broma y farsa.
El juego, pues, es el arte o técnica que el hombre posee para suspender virtualmente su esclavitud dentro de la realidad, para evadirse, escapar, traerse a sí mismo de este mundo en que vive a otro irreal. Este traerse de su vida real a una vida irreal imaginaria, fantasmagórica es dis-traerse. El juego es distracción. El hombre necesita descansar de su vivir y para ello ponerse en contacto, volverse a ó verterse en una ultravida. Esta vuelta o versión de nuestro ser hacia lo ultravital o irreal es la diversión. La distracción, la diversión es algo consustancial a la vida humana, no es un accidente, no es algo de que se pueda prescindir.»
J. Ortega y Gasset: Idea del teatro (conferencias en Madrid y Lisboa, 1946). Obras completas, VII, pág. 469

1946 – Madrid (conferencia en el Ateneo)

«He dicho que la experiencia radical del hombre es el descubrimiento de su propia limitación, de la incongruencia entre lo que quiere y lo que puede. Sobre esa experiencia radical, como sobre un área o suelo, hace innumerables otras. Vivir es estar constantemente haciendo nuevas experiencias. Sin embargo, todas estas innumerables experiencias, que frente a la radical podemos llamar «segundas», son meras modificaciones y variaciones de unas cuantas a las cuales podemos reducirlas y que merecen ser denominadas «experiencias categoriales». Entre éstas una de las más importantes es la experiencia de la muerte, se entiende de la ajena, porque de la propia no hay experiencia. (…) Esas dos cosas ajenas a mi vida son el nacimiento y la muerte. Mi nacimiento es un cuento, un mito que otros me cuentan pero a que yo no he podido asistir y que es previo a la realidad que llamo vida. En cuanto a mi muerte es un cuento que ni siquiera pueden contarme. De donde resulta que esa extrañísima realidad que es mi vida se caracteriza por ser limitada, finita y, sin embargo, por no tener ni principio ni fin.»
J. Ortega y Gasset: Idea del teatro. Anejo I. (1946). Obras completas, VII, págs. 495-496.

1949 – Alemania

«Una vida es lo que es para quien la vive y no para quien, desde fuera de ella, la contempla. En este sentido es como un dolor de muelas. La dificultad y, a su vez, la gracia de la biografía radican en que el biógrafo tiene que sustituir su punto de vista por el punto de vista del biografiado y conseguir que, en algún modo, le duelan a él las muelas de éste. Para ello es menester que en cada una de sus páginas conste al lector previamente, en la forma más precisa que sea posible, el yo de su personaje. Porque, como he intentado decir, el yo es efectivamente lo previo en todo vivir, lo primero que es cuando es una vida.»
J. Ortega y Gasset: Sobre la leyenda de Goya (1949). Obras completas, VII, pág. 551.

1949 – Aspen – Estados Unidos

«He aquí, pues, acciones que son por un lado humanas, pues consisten en comportamientos intelectuales o de conducta específicamente humanos, y que, por otro lado, ni se originan en la persona o individuo ni éste los quiere ni es responsable de ellos y con frecuencia ni siquiera los entiende.
Aquellas acciones nuestras que tienen estos caracteres negativos y que ejecutamos a cuenta de un sujeto impersonal, indeterminable, que es «todos» y es «nadie», que llamamos la gente, la colectividad, la sociedad, son los hechos propiamente sociales, irreductibles a la vida humana individual. Estos hechos aparecen en el ámbito de la convivencia, pero no son hechos de simple convivencia.
Lo que penamos o decimos porque se dice; lo que hacemos porque se hace, suele llamarse uso.
Los hechos sociales constitutivos son usos.
Los usos son formas de comportamiento humano que el individuo adopta y cumple porque, de una manera u otra, en una u otra medida, no tiene remedio. Le son impuestos por su contorno de convivencia: por los «demás», por la «gente», por… la sociedad.»
J. Ortega y Gasset: El hombre y la gente. (Curso impartido en el Instituto de Humanidades de Madrid,  1949-50). Obras completas, VII, p. 76.

1949 – Aspen – Estados Unidos

«Mas al presente hagámonos firmes en la evidencia de que sólo es propiamente humano en mí lo que pienso, quiero, siento y ejecuto con mi cuerpo, siendo yo el sujeto creador de ello o lo que a mi mismo, como tal mí mismo, le pasa; por tanto, sólo es humano mi pensar si pienso algo por mi propia cuenta, percatándome de lo que significa. Sólo es humano, lo que al hacerlo lo hago porque tiene para mí un sentido, es decir, lo que entiendo. En toda acción humana hay, pues, un sujeto de quien emana y que, por lo mismo, es agente, autor o responsable de ello. Consecuencia de lo anterior es que mi humana vida, que me pone en relación directa con cuanto me rodea ―minerales, vegetales, animales, los otros hombres―, es, por esencia soledad
J. Ortega y Gasset: El hombre y la gente. (Curso impartido en el Instituto de Humanidades de Madrid,  1949-50). Obras completas, VII, p. 115.

1949 – Aspen – Estados Unidos

«Al seguir los usos nos comportamos como autómatas, vivimos a cuenta de la sociedad o colectividad. Pero ésta no es algo humano ni sobrehumano, sino que actúa exclusivamente mediante el puro mecanismo de los usos, de los cuales nadie es sujeto creador responsable y consciente. y como la «vida social o colectiva» consiste en los usos, esa vida no es humana, es algo intermedio entre la naturaleza y el hombre, es una casi-naturaleza, y, como la naturaleza, irracional, mecánica y brutal. No hay un «alma colectiva». La sociedad, la colectividad es la gran desalmada ―ya que es lo humano naturalizado, mecanizado y como mineralizado. Por eso está justificado que a la sociedad se la llama «mundo» social. No es, en efecto, tanto «humanidad» como «elemento inhumano» en que la persona se encuentra.»
J. Ortega y Gasset: El hombre y la gente. (Curso impartido en el Instituto de Humanidades de Madrid,  1949-50). Obras completas, VII, p. 77.

1949 – Aspen – Estados Unidos

«El hombre nos aparece hoy, por el contrario, como un ser que se escapó de la naturaleza, que discrepó del mineral, de la planta, de los demás animales y se empeñó en empresas imposibles naturalmente. El hombre es el glorioso animal inadaptado. La naturaleza tal y como ella es, le contradice, le niega los medios para realizar sus más esenciales deseos. Él, no obstante, decidió revolverse contre ella. El hombre es un rebelde, un desertor de la animalidad. Esta es su tragedia, pero es también su dignidad… Inadaptado a la naturaleza, no puede el hombre realizar, sin más en ella su humanidad, como el mineral su «mineralidad» y el caballo su «caballidad». El hombre, como de Hamlet decía Mallarmée, es le seigneur latent qui ne peut devenir, el gran señor escondido que no logra llegar a ser. Por eso es el hombre el único ser infeliz, constitutivamente infeliz. Mas, por lo mismo, está lleno todo él de ansia de felicidad. Todo lo que el hombre hace lo hace para ser feliz. Y como la Naturaleza no se lo permite, en vez de adaptarse a ella como los demás animales, se esfuerza milenio tras milenio en adaptar a él la Naturaleza, en crear con los materiales de esta un mundo nuevo que coincida con él, que realice sus deseos. Ahora bien, la idea de un mundo coincidente con los deseos del hombre es precisamente lo que llamamos «felicidad» y los medios para lograr esa coincidencia se llaman «técnica». Por eso el esfuerzo técnico está alojado en la raíz misma del ser humano.»
J
. Ortega y Gasset: Goethe sin Weimar (conferencia dada en Aspen y Hamburgo en 1949). Obras completas, IX, págs. 583-584.

1949

«La historia de Europa, señores, que es la historia de la germinación, desarrollo y plenitud de las naciones occidentales, no se puede entender si no se parte de este hecho radical: que el hombre europeo ha vivido siempre, a la vez, en dos espacios históricos, en dos sociedades, una menos densa, pero más amplia, Europa; otra más densa, pero territorialmente más reducida, el área de cada nación o de las angostas comarcas y regiones que precedieron, como formas peculiares de sociedad, a las actuales grandes naciones. Hasta tal punto es esto así que en ello reside la clave para la comprensión de nuestra historia medieval, para aclararnos las acciones de guerra y de política, las creaciones de pensamiento, poesía y arte de todos aquellos siglos. Es, pues, un estricto error pensar que Europa es una figura utópica que acaso en el futuro se logre realizar. No; Europa no es solo ni tanto futuro como algo que está ahí ya desde un remoto pasado; más aún, que existe con anterioridad a las naciones hoy tan claramente perfiladas. Lo que sí será preciso es dar a esa realidad tan vetusta una nueva forma. Lejos de ser la unidad europea mero programa político para el inmediato porvenir, es el único principio metódico para entender el pasado de Occidente…»
J. Ortega y Gasset: Meditación de Europa (septiembre de 1949, conferencia de Berlín). Obras completas, IX, pág. 258.

1951 – Darmstadt

«El hombre tendrá que ser, desde el principio, un animal esencialmente elector. Los latinos llamaban al hecho de elegir, escoger, seleccionar, eligere; y al que lo hacía, lo llamaban eligens o elegens, o elegans. El elegans o elegante no es más que el que elige y elige bien. Así pues, el hombre tiene de antemano una determinación elegante, tiene que ser elegante (….) el hombre es inteligente, en los casos en que lo es, porque necesita elegir. Y porque tiene que elegir, tiene que hacerse libre. De ahí procede esta famosa libertad del hombre, esta terrible libertad del hombre, que es también su más alto privilegio. Sólo se hizo libre porque se vio obligado a elegir, y esto se produjo porque tenía una fantasía tan rica, porque encontró en sí tantas locas visiones imaginarias.»
J. Ortega y Gasset: El mito del hombre allende la técnica. (Conferencia en Darmstadt, 1951). Obras Completas, IX, pág. 622.

1953 – Munich

«Porque nuestra vida consiste en la articulación de muchos pequeños mundos o comarcas: hay el mundo de la religión y el mundo del saber, y el mundo del negocio y del arte, y del amor, etc. En estas comarcas están repartidas y como localizadas todas las cosas con las cuales tenemos que habérnoslas. Y nuestra vida no es más que un hacer inexorable con las cosas. Por eso en la vida propiamente no hay «cosas». Solo en la abstracción científica existen cosas, es decir, realidades que no tienen que hacer con nosotros, sino estar ahí, por sí, independientes de nosotros. Pero para nosotros toda cosa es algo con lo que tenemos que tener algún trato u ocupación y con lo cual hemos de ocuparnos necesariamente más pronto o más tarde. Son «asuntos», es decir, algo que se ha de hacer ―un faciendum―. Por eso la palabra griega para las cosas era pragmata (asuntos) ―de prattein― hacer, actuar.
Debemos, pues, contemplar nuestra vida como una articulación de campos pragmáticos. Ahora bien, a cada campo pramático corresponde un campo lingüístico, una galaxia o vía láctea de palabras, las cuales dicen algo, sobre todo gran asunto humano.»
J. Ortega y Gasset: Anejo: En torno al «Coloquio de Darmstadt, 1951» (hacia 1953). Obras completas, 9, págs. 642-643.

1953 – Numancia

«He intentado en estos años últimos, tomar algún contacto con la juventud española. Creo un deber decirles que no lo he conseguido en absoluto… He hecho dos ensayos en grande, de comenzar una conversación con la gente joven de España: los dos cursos del Instituto de Humanidades. Estos dos ensayos de tan enorme éxito aparente, me convencieron de que aquella conversación era imposible. Puedo decirles que la asistencia a aquellos cursos reveló una adhesión, bien que pasiva, de los grupos sociales más diversos, pero con notable ausencia precisamente de los jóvenes.»
Carta dirigida a un grupo de universitarios, junio 1953. En Gregorio Morán: El maestro en el erial. Tusquets editores, págs 277-278 y págs. 494-495.

1954 – Madrid

«No puede decirse con menos palabras la gran verdad de que la guerra, realidad de caracteres tan negativos, es, ha sido una invención humana para resolver problemas que no podían resolverse de otra manera.
Pero he aquí que llega un momento en que ―a nuestro juicio― no puede haber ya guerra porque la guerra, con sus nuevas armas, se ha hecho imposible a sí misma. Es evidente que entonces la humanidad se ve obligada a inventar otro medio para resolver los problemas que son, de otro modo, insolubles. Nadie dudará de que ese medio no es fácil de hallar. Esto traerá para la humanidad una etapa, sin duda transitoria, pero de sobra larga en que después de haber sufrido tantos siglos por la guerra, va a tener que padecer algún tiempo, no cabe predecir cuánto, de la desaparición de la guerra, de la falta de guerra.
Esto es solo una imaginación mía, pero invito a u   stedes a que mediten un poco sobre ella.»
J. Ortega y Gasset: Las profesiones liberales (conferencia, junio 1954). Obras completas, IX, pág. 704.

1954 – Alemania

«Pero las ideas son pensamientos que nosotros tenemos, bien porque hayan sido producidas por nosotros, bien porque las hayamos recibido. Son ocurrencias individuales para las que buscamos y encontramos razones de suerte que incluso puedan ser demostradas…
Pero hay otro estrato de ideas que un hombre tiene, diferentes de todas aquellas que se le ocurren o que adopta. Esas «ideas» básicas que llamo «creencias… no surgen en tal día y hora dentro de nuestra vida, no arribamos a ellas por un acto particular de pensar, no son, en suma, pensamientos que tenemos, no son ocurrencias ni siquiera de aquella especie más elevada por su perfección lógica y que denominamos razonamientos. Todo lo contrario: esas ideas que son, de verdad, «creencias» constituyen el continente de nuestra vida y, por ello, no tienen el carácter de contenidos particulares dentro de esta. Cabe decir que no son ideas que tenemos, sino ideas que somos. Más aún: precisamente porque son creencias radicalísimas se confunden para nosotros con la realidad misma ―son nuestro mundo y nuestro ser―, pierden, por tanto, el carácter de ideas, de pensamientos nuestros que podrían muy bien no habérsenos ocurrido.»
J. Ortega y Gasset: Un capítulo sobre la cuestión de cómo muere una creencia (conferencia de Munich, febrero de 1954). Obras completas, IX, págs. 720-721.

1954 – Madrid

«De las ideas-ocurrencias ―y conste que incluyo en ellas las verdades más rigorosas de la ciencia― podemos decir que las producimos, las sostenemos, las discutimos, las propagamos, combatimos en su pro y hasta somos capaces de morir por ellas. Lo que no podemos es… vivir de ellas. Son obra nuestra y, por lo mismo, suponen ya nuestra vida, la cual se asienta en ideas-creencias que no producimos nosotros, que, en general, ni siquiera nos formulamos y que, claro está, no discutimos, ni propagamos ni sostenemos. Con las creencias propiamente no hacemos nada, sino que simplemente estamos en ellas… en la creencia se está, y la ocurrencia se tiene y se sostiene. Pero la creencia es quien nos tiene y sostiene a nosotros. (…)
Sin ideas, bien entendido, el hombre no podría vivir… Las ideas, por tanto, las ocurrencias, los pensamientos de los individuos son aquello que las generaciones posteriores engranan en la capa de las creencias; se convierten en creencias y desaparecen como ideas.
Pero al principio las ideas son fuerzas destructoras, porque desarraigan a los hombres de una u otra creencia y finalmente, al cabo del tiempo, pueden destruir toda la creencia de un pueblo.»
J. Ortega y Gasset: Un capítulo sobre la cuestión de cómo muere una creencia (conferencia de Munich, febrero de 1954). Obras completas, IX, págs. 721-722.

1954 – Madrid

«Hay que hacer nuestro quehacer. El perfil de este surge al enfrontar la vocación de cada cual con la circunstancia. Nuestra vocación oprime la circunstancia, como ensayando realizarse en esta. Pero esta responde poniendo condiciones a la vocación. Se trata, pues, de un dinamismo y lucha permanentes entre el contorno y nuestro yo necesario. Mi vocación era el pensamiento, el afán de claridad sobre las cosas. acaso este fervor congénito me hizo ver muy pronto que uno de los rasgos característicos de mi circunstancia española era la deficiencia de eso mismo que yo tenía que ser por íntima necesidad. Y desde luego se fundieron en mí la inclinación personal hacia el ejercicio pensativo y la convicción de que era ello, además un servicio a mi país. Por eso toda mi obra y toda mi vida han sido servicio de España. Y esto es una verdad inconmovible, aunque objetivamente resultase que yo no había servido de nada.»
J. Ortega y Gasset: Prólogo a una edición de sus obras (1932). Obras completas, VI, págs. 350-351.

1954 – Madrid


19
54 – Madrid
«Cuando yo esté bajo la tierra sentiré sobre mi cuerpo perdurar los anchos paisajes. Y será una pena no poder asomarse alguna vez para ver cómo han reverdecido en primavera, si se han vuelto de cobre en otoño. Oiré sólo resonar los talones de la gente pasar y será como vivir al lado de un cuarto donde hay rumores. Cavilaré para interpretarlos pero siempre quedarán equívocos, sin solución definitiva. Sabré que algo pasa sobre mí pero nunca sabré lo que pasa.»
J. Ortega y Gasset: El estilo de una vida (Notas de trabajo de José Ortega y Gasset). Revista de Occidente, Mayo 1992, pág. 68.

1955 – Madrid

Ortega muere la tarde del 18 de octubre en su casa madrileña, Monte Esquinza, 28.
 
Últimas palabras a su esposa Rosa Spottorno:


«Rosa, oriéntame. No veo claro lo que ocurre.»


A su médico, Teófilo Hernando:

«Quiero concentrarme para darme cuenta de la situación y no puedo.»

José Luis Abellán: Ortega y Gasset y los orígenes de la transición democrática. Espasa Calpe, pág. 213.
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