HISTORIA DE LA FILOSOFÍA – TOMO II – SEGUNDA ÉPOCA FILOSÓFICA
LA FILOSOFÍA CRISTIANA


§ 29 – ERÍGENA

Las escuelas, o fundadas o protegidas por Carlomagno, la schola palatina, a cuyo frente colocó este príncipe a Alcuino, y acaso más que todo esto, las escuelas que a contar desde Casiodoro venían multiplicándose en los monasterios, fueron las que prepararon el advenimiento de la Filosofía escolástica, la cual brotó espontáneamente cuando el espíritu de la Europa estuvo en disposición de recibir la cultura intelectual, escondida hasta entonces en aquellos centros aislados del saber. En ellos se formó el que es considerado como el representante primero de la Filosofía escolástica propiamente dicha, o sea Escoto Erígena, como se formó su contemporáneo Rábano Mauro, como se había formado también Alcuino, precursor inmediato de los dos.

Juan Escoto Erígena, o Jerugena, oriundo, según algunos, de Escocia, y en opinión más probable de otros, nacido en Irlanda, denominada en tiempos antiguos Scotia Mayor, por los años 810-811, recibió en los monasterios de su patria una instrucción que, unida al poder de su genio, hizo de él el hombre más notable de su siglo bajo el punto de vista científico.

Suponen algunos autores que viajó por la Grecia y frecuentó las escuelas de Oriente; pero sea de esto lo que quiera, es cierto que poseyó el griego y el latín con bastante perfección; que tradujo a la lengua del Lacio las famosas obras que corrían y corren bajo el nombre de San Dionisio Areopagita; que conoció parte de las obras de Platón y de Aristóteles, la Introducción o Isagoge de Porfirio a los universales, gran parte de los escritos de San Agustín y de San Gregorio de Nisa, sin contar las obras de Boecio, Casiodoro, Capella, San Isidoro y demás filósofos cristianos posteriores. Su erudición, su talento y sus conocimientos, superiores sin duda a los de su época, le dieron merecida fama, y Carlos el Calvo, rey de Francia, le llamó a su corte y le colocó al frente de la schola palatina, siendo su constante protector, y hasta disimulándole ciertas libertades (1) que no hubiera tolerado en otros.

Su obra principal, como filósofo, es la intitulada De divisione naturae, pues la que trata De divina praedestinatione, escrita para refutar los errores de su contemporáneo Gotescalco y algunas otras menos importantes, son más bien teológicas. Sus aficiones y reminiscencias neoplatónicas, junto con la exageración, o, mejor dicho, mala inteligencia del contenido de los libros areopagíticos, le hicieron incurrir en el error panteísta y en algunos otros, como se verá por el siguiente resumen de su doctrina:

1.º La Naturaleza (divisio naturae), es decir, el ser, se divide en cuatro especies o clases: a) la que crea y no es creada (natura naturans); b) la que es creada y crea; c) la que es creada y no crea (natura naturata, de Spinoza); d) la que ni crea ni es creada. La naturaleza del primer género es la causa universal del ser y del no ser; la segunda comprende las ideas que existen en Dios como causas primordiales de las cosas; la naturaleza del tercer género abraza las cosas que existen en el tiempo y el espacio; la cuarta coincide y se identifica con la del primer género, de la cual sólo se distingue según que la primera naturaleza es Dios como creador, y la cuarta es Dios como fin y término de todas las cosas.

2.º El panteísmo, que asoma ya en las primeras frases del libro, aunque de una manera ambigua e indecisa, va determinándose poco a poco en el proceso del escrito. En el capítulo tercero de la obra encontramos ya la afirmación explícita de que la esencia que crea y no es creada, es decir, Dios, es el único ser que existe verdaderamente, y es la esencia de todas las demás cosas: ipse namque omnium essentia est, qui solus vere est.

Erígena enseña o añade después que Dios es principio, medio y fin de todas las cosas; principio, porque de él proceden todas las cosas que participan de la esencia; medio, porque en él existen y subsisten todas las cosas; fin, porque es el término del movimiento de los seres que buscan y hallan en él la estabilidad y la perfección. Esta doctrina, que Erígena tomó de las obras areopagíticas, puede entenderse en sentido ortodoxo y en sentido panteístico, el mismo que entraba sin duda en la mente del filósofo irlandés, si se tiene presente que

3.º Enseña a continuación que Dios es la substancia de todas las cosas finitas, las cuales no existen fuera de la naturaleza divina; que la naturaleza divina es la única que existe en todas las cosas en realidad de verdad, y que nada hay que no sea esa misma naturaleza divina: ipsam solam esse vere ac proprie in omnibus, et nihil vere ac proprie esse quod ipsa non sit. Así es que Dios y la criatura no son dos cosas distantes entre sí, sino que son una sola y misma cosa (sed unum et id ipsum), y, finalmente, afirma que Dios es un ser creador y creado a la vez, hacedor y hecho en todas las cosas: omnia creans in omnibus creatum, et omnium factor factum in omnibus.

4.º Como todos los panteísmos y todos los panteístas lógicos, Erígena enseña que el proceso de las cosas es eterno, y niega la idea de la creación ex nihilo. Dios obra o produce siempre, porque piensa o conoce siempre, y la operación o producción en Dios es coeterna e inseparable de su pensamiento o visión de las cosas, o, mejor dicho, en tanto produce las cosas finitas en cuanto las conoce: omnia quae semper vidit semper fecit, non enim in eo praecedit visio operationem, quoniam coaeterna est visioni operatio…. videt enim operando, et videndo operatur.

La nada para Erígena coincide y se identifica con la esencia divina (2), y, por consiguiente, la creación que admite el filósofo irlandés sólo tiene de común con la creación cristiana el nombre, y es en realidad una verdadera emanación. Más todavía: el ciclo emanatista concluirá por la reversión o remanación de todas las cosas a la causa de donde procedieron, uniéndose, identificándose y convirtiéndose todas en Dios, perdiendo su ser propio y hasta su nombre las cosas que se dicen creadas, para que Dios (3) sea todo en todas las cosas. 

5.º Cualquiera creería, en vista de un panteísmo tan explícito, que Erígena niega la revelación divina o separa la Filosofía de la religión y de la teología; pero, lejos de eso, más bien exagera y desnaturaliza la relación y alianza entre las dos. No se contenta con afirmar que la razón debe buscar en la Sagrada Escritura el principio y como el punto de partida para la ciencia (ratiocinationis exordium ex divinis eloquiis assumendum esse), sino que enseña que la Filosofía y la religión son una misma cosa: Non alia est philosophia, id est, sapientiae studium, et alia religio…. Conficitur inde veram esse philosophiam veram religionem, conversimque veram religionem esse veram philosophiam.

Esto no obstante, el principio racionalista aparece de vez en cuando en el fondo de su doctrina, aunque sin manifestarse con toda decisión; pero el racionalismo de Erígena es el racionalismo sui generis de que arriba hablamos; es un racionalismo que mientras por una parte afirma la superioridad e independencia de la razón con respecto a toda autoridad (nullius auctoritatis adstipulatione roborari indiget), nos habla al propio tiempo de la autoridad inconcusa que debemos conceder a los Santos Padres: Nihil veris rationibus convenientius subjungitur, quam sanctoram patrum inconcussa probabilisque auctoritas.

En suma: el racionalismo de Erígena no es el racionalismo negativo de la Filosofía moderna, sino el racionalismo, que pudiéramos llamar comprensivo, de la Filosofía escolástica, en el cual se trata de juntar y fundir en una misma concepción la fe divina y la ciencia humana: quae vere praedicantur credere, et quae vere creduntur intelligere, como escribe el mismo Erígena.

6.º La lógica o dialéctica, la física, la ética y la teología, son las cuatro partes en que se divide la Filosofía, según Erígena; el cual señala lugar preferente a la dialéctica cultivada o perfeccionada por Aristóteles, a quien apellida acutissimus apud Graecos; pero añade que debe su origen al mismo Autor de la naturaleza: Non ab humanis machinationibus sit facta, sed ab Auctore omnium artium, quae vere artes sunt, condita.

Aparte de otras opiniones menos importantes, Erigena enseñó también que las substancias materiales carecen de actividad y no entran en la categoría de las causas eficientes (corporales antem causae, quae magis fiunt quam faciunt, non sunt inter causas efficientes annumerandae); sentando de esta manera las bases y premisas del moderno ocasionalismo.

La cuestión de los universales todavía no había adquirido en tiempo de Erígena la importancia que adquirió después, por lo cual no es de extrañar que no se haya cuidado de consignar su opinión sobre la materia de una manera explícita y terminante. Cuéntanle algunos entre los partidarios del nominalismo, fundándose en un pasaje antiguo alegado por Bullay en su Historia de la Universidad de París; pero la verdad es que es muy probable que el Joannes a quien se alude en el texto (4), es distinto de nuestro Erígena. Aparte de otras consideraciones, Erígena era hombre de lógica, y la lógica le arrastraba a la solución realista como la más conforme con la tesis panteísta.

Juan Escoto Erígena fue, a no dudarlo, uno de los hombres más notables —si ya no fue el más notable— de su época. Poseía vastos conocimientos, grande penetración de espíritu y una erudición extraordinaria para su siglo, según se revela en sus escritos, en los que abundan las citas, alusiones y reminiscencias de autores paganos y cristianos, ocupando, lugar preferente las obras de los neoplatónicos, los libros areopagíticos y los de San Agustín. Por desgracia, Erígena bebió el error panteísta en las fuentes neoplatónicas, y no supo o no quiso evitar este escollo, como lo evitaron el autor de los libros areopagíticos y más todavía el obispo de Hipona.

Como suele acontecer en casos análogos, el error panteísta, y más que todo el fermento racionalista contenido en su sistema filosófico, llevaron a Erígena a enseñar y defender varios errores teológico-religiosos, cuya exposición no es de nuestra incumbencia en este libro.

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(1) Entre otras anécdotas, refiérese que habiendo faltado Erígena durante la comida a alguna de las reglas de etiqueta cortesana, el Rey le dijo, jugando con su nombre: Quid interest inter sotum et Scotum?, a lo que contestó Erígena, que estaba sentado enfrente del rey: «Toda la distancia de una mesa.»

(2) «Ineffabilem et incomprehensibilem divinae naturae, inaccessibilemque claritatem omnibus intellectibus, sive humanis, sive angelicis incognitam, eo nomine (nihili) significatam crediderim.» De Divis. nat., Iib. III, cap. XIX.

(3) «Quoniam vero ad eamdem causam omnia quae ab ea procedunt, dum ad finem pervenient, reversura sunt, propterea finis omnium dicitur (Deus), et ueque creare neque creari perhibetur; nam postquam in eam reversa sunt omnia, in ea omnia quieta erunt, et unum individuum atque immutabile manebunt. Nam quae in processionibus naturarum multipliciter divisa atque partita esse videntur, in primordialibus causis unita atque unum sunt, ad quam unitatem reversura in ea aeternaliler atque immutabiliter manebunt…. omnibus in suas aeternas rationes…. conversis, appellatione quoque creaturae significari designantibus: Deus enim omnia in omnibus erit, et omnis creatura obumbravitur, in Deum, videlicet conversa, sicut astra, sole oriente.» De Divis. nat., lib II, cap. Ii, lib. III, cap. XXIII.

(4) He aquí este texto aducido por Bullay: «In dialectica, hi potentes exstiterunt sophistae: Joannes qui eamdem artem sophisticam vocalem esse disseruit, Robertus Parisiacensis, Roscelinus Compendiensis, Arnulphus Laudunensis; ni Joannis fuerunt sectatores.» Para la mejor inteligencia de este texto, conviene recordar que la lógica, la dialéctica y la sofistica aparecen como sinónimos en algunos escritores antiguos, y que la denominación de vocal se refiere a la solución nominalista del problema de los universales.

La filosofía escolástica                                                                             Rabano Mauro y Enrique de Auxerre