PRIMERA PARTE
Lección V – De los mandarines y la policía.
57. La palabra mandarín no es china, sino portuguesa, derivada de mandar. Los europeos han dado este nombre a los diferentes magistrados de la China.
58. Hay dos clases principales de mandarines, que son oficiales civiles y oficiales militares; y su número en todo el imperio asciende a 493.000.
59. Tienen los mandarines varias distinciones, y gozan de sueldos moderados. Son magistrados amovibles y escogidos entre todas las clases de habitantes. Los de judicatura y espada salen casi siempre de las clases de labradores, fabricantes y comerciantes. Los servicios hechos al estado y el mérito personal, son los únicos medios de llegar a esta dignidad. Solo ellos pueden usar vestidos bordados de oro.
60. Hay nueve órdenes diferentes de mandarines, que se distinguen por el botón, la placa y el ceñidor. En el primer orden el botón es de rubí; en el segundo de coral; en el tercero de zafiro o azul transparente; en el cuarto de una piedra de color azul opaco; en el quinto de cristal de roca o blanco transparente; en el sexto de una especie de concha o blanco opaco; en el séptimo y octavo de oro sin adornos y diversamente labrado; en el noveno de plata labrada. El vestido es generalmente color de violeta, tiene por delante y por detrás un bordado cuadrado figurando en medio una ave, o un cuadrúpedo de diferentes especies según las órdenes. El de los mandarines civiles es siempre una ave, y el de los militares un cuadrúpedo.
61. El bordado de los príncipes, virreyes y ministros es de figura redonda, con la imagen del animal que le corresponde.
62. Los magistrados chinos responden del desempeño de sus empleos a sus respectivos superiores hasta de las más leves faltas; y además todos tienen censores que inspeccionan sus funciones con mucha severidad.
63. Los chinos observan en sus poblaciones las siguientes reglas de policía. Al oscurecer cierran cuidadosamente las puertas de la ciudad y las barreras de las extremidades de las calles. Durante la noche cruzan las patrullas por ellas, y hay guardas, a manera de nuestros serenos, que anuncian la hora dando los golpes correspondientes sobre un cilindro de bambú; hacen preguntas a todos los que encuentran, y si son satisfactorias les dejan pasar por un portillo de las barreras. Ninguna persona de distinción anda por las calles a estas horas. De cada diez vecinos uno, que ha de ser cabeza de familia, está obligado a velar en la conservación del buen orden, y hacer la ronda con sus criados; todos los vecinos turnan en este encargo.
64. Hay además en la policía de sus poblaciones la particularidad notable del uso de las linternas, tan general en la China, que no hay país en el mundo en donde se vean tantas y tan variadas. Son comúnmente de papel muy transparente, o de gasa muy fina, o de asta tan delgada, diáfana y bien trabajada que a primera vista parece vidrio, y cada linterna no presenta sino una sola pieza, por lo bien unidas que están las diferentes de que se halla formada.
65. No hay en la China hospitales ni casas de beneficencia; tales establecimientos son allí desconocidos; pero, en su defecto, el gobierno cuida de la subsistencia de los enfermos pobres y gentes desvalidas con generosidad, particularmente en los años estériles.
66. El emperador suele comprar todo el arroz y trigo que tienen los mercaderes, al precio que estos le imponen; y !o hace vender a los pobres al precio ordinario de un año de buena cosecha; un mandarín de policía con algunos soldados armados de látigos preside las distribuciones, y no permite comprar a cada hombre pobre más cantidad que la necesaria para su familia en un día.
67. Los dueños de las casas barren y riegan la parte que les corresponde, particularmente durante el verano; y si las calles no están empedradas, cuando llueve recogen las tierras de ambos lados, formando un cauce por el medio, para que corran con facilidad las aguas; pues de otro modo se pondrían impracticables muchas calles.
68. No se consiente en general la entrada en la China a los extranjeros; solo se permite por un tiempo muy limitado a los comerciantes en ciertos puertos de comercio como Canton. A los embajadores también por tiempo muy limitado en la corte, y son muy pocos los que han obtenido este honor.
69. El gran comercio que algunas naciones hacen con la China se verifica por medio de los mandarines que hay encargados de este ramo en los puntos señalados para los extranjeros.
70. Algunos europeos han podido penetrar en aquella vasta región para observar sus extrañas particularidades. Los jesuitas se internaron, permanecieron y aún subsisten en el interior del imperio; los ha habido naturales de China que han venido a Europa y vuelto después a su país; a ellos y a algunas embajadas de Europa, particularmente a la del Lord Macartney, por parte de la Inglaterra, debemos las noticias verídicas que se tienen de este singular imperio.