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Escuela físico-naturalista. Filosofía renacentista. Historia de la Filosofía de Zeferino González.

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HISTORIA DE LA FILOSOFÍA                                             

ZEFERINO GONZÁLEZ (1831-1894)                                                        

Tomo ITomo IITomo IIITomo IV                                                       

 

 

Historia de la Filosofía – Tomo III – Crisis escolástico-moderna

§ 12 – ESCUELAFÍSICO-NATURALISTA

La fermentación producida por el Renacimiento comunicó a algunos espíritus cierta tendencia físico-naturalista, o sea a la investigación y estudio de la naturaleza. Esta dirección, sin formar escuela propiamente filosófica, influyó en la Filosofía y en sus tendencias y manifestaciones durante esta época que venimos historiando. Ni podía suceder de otra manera, dadas las relaciones y enlace que existen y existieron en todo tiempo entre las ciencias físicas y naturales y la Filosofía propiamente dicha.

 

     a) El cardenal Nicolás de Cusa (1401-1464), de quien ya hemos hablado como filósofo, y el canónigo Nicolás Copérnico, que nació en Thorn, año de 1472, y murió en 1543, son los dos primeros representantes de esta escuela. En su libro De reparatione calendarii, había indicado ya el primero su opinión acerca del movimiento o rotación de la tierra sobre su eje. Copérnico, por su parte, se encargó de completar y dar forma científica a esta teoría astronómica en su obra De Revolutionibus orbium coelestium, libri IV, publicada por su amigo Gypsio, obispo de Culm, y a instancias del cardenal Schomberg.

A pesar de que contenía una doctrina que debía chocar sobremanera por su oposición a la generalmente recibida, la obra de Copérnico no encontró obstáculos, sino más bien apoyo y protección por parte de la Iglesia y del mismo Sumo Pontífice, que aceptó su dedicatoria. La razón de esto debe buscarse en la moderación cristiana y en la sobriedad científica de su autor, que se limitó a presentar su doctrina como una hipótesis más o menos probable y a propósito para explicar los fenómenos astronómicos de una manera más sólida y firme (firmiores demonstrationes) que hasta entonces: Quia sciebam aliis ante me concessam libertatem, ut quosiibet fingerent circulos ad demonstrandum phaenomena astrorum, existimari mihi quoque facile permiti, ut experirem an, posito terrae motu, firmiores demonstrationes quam illorum essent. Es muy probable que si Galileo hubiera imitado la moderación y sobriedad científica de Copérnico, habría evitado el ruido de su causa y la reprobación de sus ideas.

Aun suponiendo y admitiendo la exactitud de las conjeturas de Humboldt, fundadas principalmente en las aseveraciones de Gassendi (1), siempre será incontestable que Copérnico sometió su obra al juicio de la Santa Sede, que consultó sus ideas con Obispos y Cardenales cuando la estaba escribiendo, y que procedió en el asunto con la moderación y lealtad que corresponden al escritor cristiano, y que Galileo estuvo muy lejos de imitar. De todas maneras, las afirmaciones de Humboldt sobre la materia no pasan de ser conjeturas más o menos probables, puesto que se apoyan principalmente en lo que se dice en la vida de Copérnico escrita por Gassendi, el cual, después de todo, no aduce ninguna prueba o testimonio convincente ni auténtico de lo que afirma. El autor del Cosmos intenta probar también su aserto, porque Kepler dijo de Copérnico que vir fuit animo liber, como si la libertad o entereza de ánimo se opusiera a escribir una teoría astronómica, dándole el carácter de hipótesis y no el de una tesis absoluta o perfectamente demostrada. El odio contra la Iglesia de Jesucristo en algunos espíritus, y la preocupación de otros contra la misma en sus relaciones con la ciencia, son tan universales y de tal condición, que cuando tropiezan en la historia con algún gran genio, no saben rendirle tributo sin zaherir a la Iglesia, y paréceles como imposible que haya sido verdadero genio y verdadero sabio a la sombra de la Iglesia, bajo su protección y sin contradecir su doctrina y sus derechos.

b) Bernardino Telesio, natural de Cosenza (1508-1588), es otro de los principales representantes de la escuela físico-naturalista. Además de establecer una academia (Academia Telesiana, Academia Consentina) para promover los estudios físicos, escribió una obra, cuyo epígrafe es: De natura juxta propria principia, en la cual hace profesión y alarde de emanciparse de la autoridad de Aristóteles, y enseña, entre otras cosas, 1.°, que los principios de las cosas son la materia, el calor y el frío; 2.º, que las diferencias que observamos entre los cuerpos, proceden de los diferentes grados o combinaciones del calor y del frío; 3.°, que el calor es anterior al movimiento en orden de tiempo y dignidad (calorem motui tempore, naturaque, et dignitate praeire), aunque en ocasiones el calor es producido por el movimiento; 4.°, que las plantas tienen alma como los animales, aunque menos perfecta que la de los brutos. Como se ve por estas indicaciones, la teoría de Telesio acerca de la constitución o principios de los cuerpos, no vale mucho más ciertamente que la de Aristóteles, que él rechaza con desdén, y puede considerarse como una reminiscencia o reproducción de la cosmología jónica.

Si la teoría cosmológica de Telesio no es superior a la de Aristóteles, su teoría psicológica es evidentemente inferior, porque entraña ideas y tendencias de pronunciado sabor materialista. Para el filósofo cosentino, la vida es una substancia cálida y sutil, emanación del calor universal o cósmico, y los diferentes grados y especies de vidas y almas, desde la planta ínfima hasta el animal más perfecto, responden al mayor o menor grado de sutileza y calor de dicha substancia. Los sentidos externos son modos del tacto; la sensación se identifica con el movimiento, el cual es el principio general y el término de la sensibilidad y de la inteligencia con todas sus funciones, concluyendo por afirmar que todas las operaciones del espíritu se reducen a movimiento y sensación. Con el objeto de poner a salvo su ortodoxia, Telesio admite en el hombre la existencia de un alma espiritual creada por Dios, además del alma material mencionada; pero esto no impide que el conjunto de su teoría psicológica gravite con todo su peso hacia el materialismo, y en el terreno lógico la afirmación del alma espiritual para el hombre puede considerarse como una verdadera superfetación de la psicología telesiana.

c) Galileo Galilei, que nació en Pisa año de 1564 y murió en 1642, es también uno de los representantes y promovedores más ilustres y celebrados de esta escuela. Sin contar sus trabajos físico-astronómicos en favor de la teoría copernicana, Galileo contribuyó poderosamente al movimiento y progresos de las ciencias físicas y naturales, puesto que se le atribuyen y deben la invención del péndulo y de la balanza hidrostática, el descubrimiento de las leyes de la gravedad, la invención, o al menos la perfección del termómetro, la del telescopio, etc.

d) Contemporáneo de Galileo fue Kepler, natural de Wurtemberg (1571-1630), cuyo nombre, si trae a la memoria al legislador de la astronomía, recuerda también sus trabajos y descubrimientos acerca de la óptica y la física; porque la verdad es que en sus obras (2) se tropieza a cada paso con observaciones, descubrimientos e ideas pertenecientes a las ciencias físico-naturales.

Creemos oportuno recordar a los enemigos y detractores de la Iglesia que nos hablan a todas horas de las persecuciones de Galileo, que mientras éste pasó su vida y murió rico, considerado y protegido por Príncipes, duques de Toscana, por Obispos, Cardenales y Papas, el legislador de los cielos, que valía tanto o más que Galileo, pasó su vida en pobreza y murió casi en la indigencia y la miseria. Añádase a esto que los escasos recursos con que atendió a su subsistencia, no los debió a sus correligionarios los protestantes, sino al emperador Rodolfo, que era católico. ¿Por qué tanta compasión y lástima en favor de Galileo, y tanta irritación contra sus perseguidores o jueces, y ninguna en favor de Kepler y contra los que le dejaron morir en la indigencia? La respuesta es muy sencilla: se reduce a una palabra que entraña todo un sistema: los que persiguieron y juzgaron a Galileo eran católicos; los que maltrataron a Kepler y le dejaron vivir y morir en la indigencia, eran protestantes.

§13 – CONTINUACIÓN DE LA ESCUELA FÍSICO-NATURALISTA

Los españoles Laguna, Huarte y Servet pertenecen también a la escuela físico-naturalista, por más que sus tendencias y direcciones teológicas sean diferentes.

 

  Andrés Laguna, natural de Segovia (1499-1560), y médico de Carlos V, fue uno de los hombres más instruidos de su tiempo, y adquirió justa celebridad en toda Europa. Buen humanista y muy perito en la lengua griega, anotó y tradujo al castellano las obras de Dioscórides, y publicó varios libros originales referentes a medicina, matemáticas y ciencias físicas. Así es que contribuyó eficazmente a la reforma y progreso de la medicina, con su enseñanza, con su práctica y con sus escritos, éntrelos cuales merecen especial mención en este concepto su Anathomica methodus

La erudición filológica de Andrés Laguna no era inferior a su erudición filosófica y científica. El ilustre médico segoviense, no solamente consultó gran número de ejemplares impresos en diferentes lenguas, sino que adquirió y comparó muchos códices latinos y griegos (3) de la obra de Dioscórides, para hacer la versión con toda fidelidad. Demás de esto, enriqueció esta versión, sin contar sus excelentes anotaciones, con el nombre correspondiente a cada planta, nada menos que en diez idiomas, a saber, griego, latín, arábigo, bárbaro, que es el que se usa por las boticas, como dice el mismo Laguna, castellano, portugués, catalán, francés, italiano y alemán o tudesco, según lo denomina el médico español.

Católico tan ilustrado como sincero y humilde, la vida y los escritos de Laguna son un modelo de acendrado catolicismo (4), a pesar de haberse hallado en contacto frecuente e inmediato con el protestantismo, con motivo de sus viajes y excursiones por Alemania, Italia, Francia y otros países.

Juan Huarte, natural de San Juan de Pie de Puerto, es bastante conocido por su Examen de ingenios, especie de tratado físico y frenológico, en el cual discute y señala la influencia de la complexión, de los climas, de los alimentos, etc., en el origen y desarrollo de las ciencias, las artes, de las virtudes morales y de los vicios, a la vez que las disposiciones o aptitudes naturales del hombre. «Saber distinguir y conocer estas diferencias naturales del ingenio humano, y aplicar con arte a cada una la ciencia en que más ha de aprovechar, es el intento de esta mi obra (5).»

El aragonés Miguel Servet, que nació por los años de 1509, merece ocupar un lugar distinguido al lado de los representantes de la escuela físico-naturalista de la época. Este genio ardiente, entusiasta e inquieto, que estudió primero el derecho en Tolosa, la medicina después en París, pero que dedicó preferente atención a los estudios humanistas, filológicos, exegéticos y religiosos, y que recorrió gran parte de la Europa disputando con todo el mundo acerca de la Trinidad divina y de la consubstancialidad del Verbo, misterios que, o negaba o desfiguraba, pereció miserablemente en Ginebra, torturado primero y quemado vivo y a fuego lento por disposición e influencia de Calvino, con aprobación y aplauso de los protestantes contemporáneos (6), así calvinistas como luteranos.

Puede decirse que el fondo de su concepción filosófica es panteísta, pero con un panteísmo vago e indeciso, que es difícil caracterizar de una manera precisa y concreta. Parece, sin embargo, que el panteísmo de Servet tiene algo de emanatismo material. El médico español no se contenta con dar a entender que la esencia de Dios es una esencia universal y omniforme, que constituye el ser y como la substancia del hombre y de todas las demás cosas, que las esencia o constituye esencialmente (ipsa Dei universalis et omniformis essentia, homines et res alias omnes essentiat), sino que presenta los ángeles y las almas humanas como emanaciones de la substancia diviua: Substantia Dei, a qua angeli et animae emanarunt

Todavía aparece más explícita la concepción panteísta de Servet, cuando, después de afirmar que Dios es todo lo que vemos (est id totum quod vides) y todo lo que no vemos, concluye diciendo que es la forma, el alma y espiritu de todas las cosas: Deus est omnium rerum forma, et anima, et spiritus

Como elemento, y hasta cierto punto como base de su sistema panteísta, Servet admite la existencia de una luz, emanación inmediata de la esencia divina, la cual viene a ser como un medio entre la luz ordinaria y material, y la luz puramente inteligible y en sentido metafórico, como cuando decimos de Jesucristo que es la luz verdadera. Esta luz sui generis, que es como una difusión superior, una emanación espontánea de la substancia divina, es para Servet el elemento primordial de todas las cosas; penetra, informa y vivifica los cuerpos y los espíritus; representa el principio y el nexus de todas las cosas; es como la fuerza cósmica universal. Esta teoría lumínica de Servet, que no carece de originalidad, sirve de apoyo y se halla en estrecha relación con su teoría panteísta, y hasta parece ser la que comunica a esta última el sabor materialista que en ella se advierte. Así vemos que, después de exponer con cierto entusiasmo las propiedades y caracteres de la luz; después de afirmar también que es capaz de penetrar, vivificar y dividir las almas y los ángeles, dividiendo sus elementos, concluye diciendo que, en realidad de verdad, sólo Dios es propiamente indivisible: Angelorum et animarun substantiam ad cujus divisionem penetrat lux Dei…. Omnia sunt divisibilia, excepto Deo

Las ciencias físicas y naturales debieron algunos progresos y descubrimientos a su espíritu emprendedor y fecundo. Además de sus obras teológicas y de controversia religiosa (7), el filósofo aragonés publicó la Geografia de Ptolomeo, ilustrándola y completándola con notas y adiciones, y una obra perteneciente a medicina con el título de Syruporum universa ratio. En ellas, y principalmente en la última, y más todavía en el Christianismi restitutio, Servet descubre y revela conocimientos especiales adquiridos por medio de la observación y la experiencia.

Adelantándose a su siglo, el filósofo español indica y expone ideas nuevas acerca de las funciones vitales y la importancia fisiológica de los grandes vasos arteriales, y si no fue el primero que descubrió y afirmó de una manera precisa la circulación de la sangre, es indudable que, por lo menos, presintió este gran fenómeno biológico, y que sus ideas acerca de los pulmones y los ventrículos del corazón contribuyeron de una manera directa y eficaz a este gran descubrimiento.

Servet contaba sólo cuarenta y dos años de edad cuando Calvino le envió a la hoguera.

__________

(1) Sabido es que éste, en su Vita Copernici, supone y afirma que Copérnico presentó su teoría astronómica como cosa cierta (pro dogmate), y que si al publicarse se le dio el nombre de hipótesis, fue debido esto a Osiander, que corrió con la publicación de la obra de Copérnico: «Andreas porro Osiauder, escribe Gassendi, fuit qui non modo operarum inspector fuit, sed praefatiunculam quoque ad lectorem (tacito licet nomine) de Hypothesibus operis adhibuit. Ejus in ea consilium fuit, ut, tametsi Copernicus motum terrae habuisset, non solum pro Hypothesi, sed pro vero etiam placito, ipse tamen ad rem, ob illos qui hinc offenderentur, leniendam, excusatum eum faceret, quasi talem motum non pro dogmate, sed pro Hypothesi mera assumpsisset

(2) Los principales son: Prodromus dissertationum cosmographicarum, seu Paralipomena quibus astronomiae pars optica traditur.— De Cometis, libri tres.— Tabulae Rodolphinae.— Astronomia nova, seu phijsica coelestis tradita commentariis de motibus stellae Martis ex observationius G. V. Tychonis Brahe.— Nova stereometria doliorum vinariorum.— Dioptrica

(3) En esta empresa de reunir y comparar códices ayudáronle el médico italiano Matiolo, y el español Paez de Castro, acerca del cual dice en el prólogo de su Dioscórides traducido y anotado : «Asimesmo el doctor Juan Paez de Castro, varón de rara doctrina y dignísimo Coronista Cesáreo, me ayudó para la mesma empresa con un antiquísimo códice griego y manuscripto del mesmo Dioscórides, por medio del cual restituye más de 700 lugares, en los cuales hasta agora tropezaron todos los intérpretes de aquel autor, asi latinos como vulgares.»

(4) Con motivo de sus viajes por diferentes partes de Europa, en más de una ocasión aprovechó el prestigio de su nombre y de sus beneficios para exhortar a los pueblos a perseverar en la fe de Jesucristo y en la obediencia al Sumo Pontífice. Tal sucedió en Metz, cuyos habitantes le estaban muy agradecidos por la asistencia esmerada y caritativa que los prestó en la época de terrible peste que afligió a aquella ciudad. Así no es de extrañar que los Papas, y entre ellos León X, le honraran a porfía. Julio III le nombró Conde palatino y caballero de San Pedro, para recompensar su mérito a la vez que su celo cristiano.

(5) Es curioso, y no del todo infundado, lo que dice Huarte acerca de la facilidad de la palabra y la profundidad de la ciencia en un mismo sujeto.«Una de las gracias por donde más se persuade el vulgo a pensar que un hombre es muy sabio y prudente, es oírle hablar con grande elocuencia, tener ornamento en el decir, copia de vocablos dulces y sabrosos, traer muchos ejemplos acomodados al propósito que son menester, y realmente nace de una junta que hace la memoria con la imaginativa…. Los que alcanzan esta junta de imaginativa con memoria, y trabajan en recoger el grano de todo lo que ya esta dicho y escrito en su facultad, y lo traen en conveniente ocasión con grande ornamento de palabras y graciosas maneras de hablar, parece a los que ignoran esta doctrina, que es grande su profundidad, y realmente son muy someros, porque llegándolos a probar en los fundamentos de aquello que dicen y afirman, descubren la falta que tienen. Y es la causa que con tanta copia de decir, no se puede juntar al entendimiento, al cual pertenece saber de raíz la verdad.» Cap. XI.

(6) Casi todos los protestantes de algún nombre escribieron a Calvino aplaudiendo el suplicio horroroso de Servet, y basta el mismo Melanchthon, el moderado y pacifico Melanchthon, aprueba la muerte de Servet y la califica de pium et memorabile ad omnem posteritatem exemplum. Esto no obstante, los racionalistas declaman y declamarán eternamente contra la Inquisición, y sólo contra la Inquisición, sin acordarse para nada de la doctrina y la conduela de Calvino, de Enrique VIII, de su hija Isabel y de tantos y tantos partidarios, protectores y corifeos del Protestantismo. Al menos la Inquisición tenia mas derecho para castigar, desde su punto de vista de la infalibilidad dogmática de la Iglesia, que no Calvino y demás protestantes, que no podían ni pueden alegar derecho alguno, y cometen enorme injusticia al condenar a un hombre porque interpreta en diferente sentido que ellos algunos textos de la Biblia, es decir, porque pone en práctica el principio fundamental deI Protestantismo.

(7) Las dos principales son: Dialogus de Trinitate, libri duo, en la que ataca la trinidad personal y la consubstancialidad del Verbo: Christianismi restitatio, que, a pesar de su título, es la negación radical del Cristianismo.

Escuela antiaristotélica                                                                                    Gómez Pereira y Oliva Sabuco

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