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Compendio de la historia de China – División política


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COMPENDIO DE HISTORIA DE LA CHINA


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COMPENDIO DE LA HISTORIA DE LA CHINA

Su gobierno, leyes, ciencias, artes, industria, comercio, navegación, usos y costumbres

Traducido del francés por Mariano de Castro y Duque – 1862


Índice

 

Capitulo II. División política.

El Imperio chino se divide en diez y seis provincias, teniendo cada una un Virrey, que ejerce las funciones de Gobernador; cada una de estas provincias abraza muchos distritos.

La primera es Pe-Tche-Li; parece haber sido la cuna de la nación; su ciudad capital Pe-King, que lo es también de todo el Imperio, y la mansión o residencia de los Soberanos, donde necesitan estar continuamente preparados para rechazar las hordas tártaras que vienen a menudo precipitándose sobre su presa. Su terreno es medianamente fértil, pero su exorbitante población completa los verdaderos prodigios de cultivo; apenas se comprende cómo las tierras tan áridas y arenosas pueden producir la enorme cantidad de arroz, trigo y multitud de legumbres que se recoge todos los años.

El temperamento de esta provincia presenta un fenómeno meteorológico bastante singular: los ríos se hielan todos los inviernos tan fuertemente que resisten el tránsito de los más pesados fardos, sin que la temperatura baje de una manera muy sensible; los hielos se forman repentinamente y duran lo menos cuatro meses, dice el P. de Mailla, sin que por eso se experimente los grandes fríos que en Europa; para explicar este fenómeno, añade, se achaca a las exhalaciones nitrosas del clima que aceleran la congelación.

La segunda, Kiang-Nan, puede considerarse como la provincia más dilatada y más fértil de toda la nación: durante largo tiempo fue la mas floreciente en ciencias, artes y comercio; pero después que la silla Imperial se trasladó a Pe-King, ha quedado bastante abatida de su antiguo esplendor; tiene dos Gobernadores, uno oriental y el otro occidental, que administran y mandan cada uno nueve distritos; su capital es Nan-King que, a pesar de estar desamparada hace algunos siglos por la corte, y cruelmente devastada ahora en la última invasión tártara, todavía cuenta tantos habitantes como Pe-King, y sin embargo su primitivo recinto ofrece llanuras inmensas, entregadas hoy a la agricultura.

Las ciudades mas nombradas son: Sou-Tcheou-Fou, cuya situación ofrece mucha analogía con Venecia; es una ciudad de placer; Y-Hing-Hieu, donde se fabrica una porcelana muy afamada; Tchin-Kiang-Fou, célebre por el comercio que hace en su puerto, de modo que pasa por una de las claves del Imperio, y Ouci-Tcheou-Fou, cuyo terreno produce una especie de té de superior calidad, y las minas de oro, plata y cobre que se explotan cerca de sus puertas contribuyen singularmente a su importancia.

La tercera, Chan-Si, es de las mas pequeñas, y quizá la menos cultivada y la mas productiva; además de sus riquezas vegetales, suministra el almizcle, el pórfido, el mármol, el jaspe y mucho hierro; hace manufacturas de seda y tapices que rivalizan con los de la Turquía y de la Persia; se divide en cinco distritos, y sus principales ciudades son: Ping-Hiang, una de las más antiguas, pues fue la corte de Yao, 2557 años antes de la era cristiana; Fen-Tcheou, famosa por sus manantiales termales y por el vino de arroz que allí se fabrica, como el Bourdeaux, para el inteligente chino.

La cuarta, Chan-Tong; aunque llueve rara vez en esta provincia, es regada por tanto número de ríos, de lagos y de canales, que produce toda clase de granos en abundancia; las aves, la caza y el pescado es tan común, que se vende a bajo precio, y se encuentran frutas muy variadas, entre otra una breva deliciosa desconocida en Europa; forma seis distritos.

La quinta, Ho-Nan, ha sido apellidada la flor de en medio, porque se encuentra situada casi en el centro del Imperio; desde los Misioneros es un vasto y magnifico jardín; la abundancia y variedad de sus producciones, la belleza de su clima y el bienestar de sus habitantes, exceden a todo lo que se puede imaginar. Sus ciudades principales son: Cai-Foug-Fou, célebre por los numerosos siglos que cuenta, y Nan-Yang-Fou, una de las más considerables; tiene nueve distritos.

La sexta, Chen-Si, la mas occidental de las provincias, está en parte cercada por la gran muralla; este país debe su riqueza a los productos minerales y a sus anchas fuentes de hulla; se divide en ocho distritos, y su capital, Sin-Gau-Fou, tiene el monumento que representa cuando los sirios penetraron en China hacia el año 782 de nuestra era, llevando las luces del cristianismo.

La séptima, Tche-Kiang, es una de las provincias marítimas; Hang-Tcheou, su capital, está situada en la embocadura del Kiang, y llamada a ser el puerto mas importante, si el Gobierno consiente abrir francamente las relaciones comerciales con los demás pueblos. La Tche-Kiang, produce mucha seda, y en ninguna parte se cultiva el moral con más cuidado e inteligencia; una multitud de canales y ríos baten ésta provincia en todas direcciones, y se hacen los viajes por agua más fáciles y frecuentes que por las demás partes.

Tiene, además, tres ciudades: Kia-Hang-Fou, en la que cada calle tiene su canal y galería donde se trabaja a cubierto; Kin-Hoa-Fou, debe su reputación a sus excelentes jamones y ciruelas secas, para el que hace gran exportación, y Ning-Po, centro del comercio con el Japón; hay ocho distritos.

La octava, Kiang-Si, a pesar de su fertilidad, no puede alimentar su infinita población; está rodeada por todas partes de altas montañas, faldas escarpadas y gargantas profundas que habitan colonias la mitad salvajes; estas poblaciones están constantemente rehusando obedecer a la Autoridad imperial, y viven todavía hoy en una completa independencia, siendo inútiles todos los esfuerzos que se han intentado para someterlos. Se dan el nombre de Miao-Tseu; no se rasuran la cabeza como los demás, y hablan un idioma particular. Jamás los chinos han podido penetrar ni solos ni en corporación en sus montañas, que abundan en florestas magníficas y en minas de cobre, plomo, oro y plata; por el contrario, ellos bajan a la llanura maderas y metales, y tienen en las transacciones buena fe y una exactitud sin igual. Sin embargo, no es extraño que los chinos teman vender sus mercancías a estos serranos, cuya independencia les pica en lo vivo, porque pretenden, conociendo su superioridad, que tienen colas como los animales, y chamuscan los pies de sus hijos para ponerlos en estado de correr, sin herirse, sobre las espinas y guijarros. En 1832 se sublevaron en masa y descendieron en bandas formidables, tratando a sangre y fuego a las provincias vecinas por espacio de muchos meses, y tomaron las ciudades fortificadas; las tropas dirigidas contra ellos probaron sus repetidos golpes, y el Gobierno tártaro, temiendo que los chinos sacasen provecho de esta poderosa diversión para proclamar ellos también su independencia, se apresuró a tratar sobre la marcha con los Miao-Tseu, ofreciéndoles que reinarían tranquilamente en sus hogares, con cuya condición se volvieron cargados a la vez con los despojos de los pueblos, y con los regalos del Emperador. Este contrato, comprado a buen precio, es, sin embargo, célebre como un triunfo brillante; la parte ilustrada de la nación que no fue engañada en la comedia, publicó unos folletos muy ofensivos al Emperador, que circularon hasta en su palacio; el resto de los viejos patriotas chinos no esperan más que el momento de arrojar segunda vez a los tártaros, y mantienen relaciones secretas con los dichos montañeses. Muchos miembros influyentes y gravemente comprometidos en las reuniones políticas, hoy muy nombrados, y activos, han encontrado un asilo inviolable en casa de los Miao-Tseu; en fin, una canción sediciosa dice así: La libertad vendrá pronto o tarde de los somatenes de Kiang-Si. Está dividida en trece distritos, y tiene seis ciudades principales, de las que Jao-Tcheou, donde se fabrica la mejor porcelana; 500 hornos la cuecen sin descanso, y mas de un millón de trabajadores viven de esta rica industria; Kovang-Sin, muy nombrada por sus buenas fábricas de papel, velas de sebo y de cristal; Choui-Tcheou, que los chinos llaman la ciudad del arroz, por la abundancia y excelente calidad del que se cria en su territorio.

La novena, Hon-Kovang, situada en el centro de la nación, pasa por su granero: entre los cereales de toda especie, exporta una innumerable cantidad de limón y de naranja. De los diez y siete distritos en que se divide, hay en Hou-Kovang muchas fábricas de bujías blancas, que los chinos estiman mucho y pagan muy caro; según las relaciones de los Misioneros, el fundamento de esta bujía es de un pequeño insecto muy semejante a la polilla. Las ciudades principales son: Wou-Tchang, situada sobre el río Kiang, por donde marchan navíos que pueden venir a amarrar hasta la ciudad, situada a 600 kilómetros de la mar; su extensión y comercio la hacen de las primeras ciudades del mundo. El P. de Mailla asegura haber visto en más de dos ocasiones una triple línea de buques en los puertos de esta floreciente ciudad; Chin-Tcheou, en cuyo territorio hay minas de plata sólida; Tchang-Te, a una pequeña distancia se encuentra un Canton perfectamente resguardado de los vientos fríos, donde se cultiva una especie de naranja de invierno, que madura a la época en que las otras naranjas conservadas dejan de ser buenas; esta especie se expende en pequeños cajones para todas partes.

E. Crosa, Dib. y Lit. –Crueldad de Li-Tseu-Tching

E. Crosa - Crueldad de Li-Tseu-Tching - Compendio de historia China

La décima, Sse-Tchuen, que contiene quince distritos, es una de las provincias más occidentales de la China; sus habitantes mantienen con los thibetanos, sus vecinos, relaciones comerciales que el Gobierno tolera a su pesar, pero que no puede impedir; la fama de sus caballos ha tomado tal desarrollo, que son los mejores y más estimados. Se dice que el imán es muy común en esta provincia, y posee una renta considerable con las minas de alumbre y plomo. Sus ciudades principales son: Tchin-Tou; esta desdichada ciudad se ha adquirido una espantosa celebridad por las atrocidades cometidas por un jefe de partido llamado Tchang-Hien-Tchoung. Algunos años antes de la invasión de los mantchousos, la China, despedazada por las revoluciones, volvió contra ésta las armas que había llevado para defenderla. Luego, un monstruo, después de haber devastado las ciudades de Ho-Nan, de Kiang-Nan y de Kiang-Si, vino a establecerse con su facción en la ciudad de Tching-Tou; las carnicerías de que esta ciudad ha sido teatro, están atestiguadas por los Misioneros, quienes por la menor falta eran víctimas de su caridad; muchas veces este jefe hizo matar a todos los habitantes de una calle para castigar la mas ligera infracción de sus órdenes: por haber rehusado un eunuco darle el título de Emperador, condenó al último suplicio a cinco mil de estos desgraciados; diez mil letrados convocados por él, para sufrir exámenes públicos, fueron degollados acto continuo, bajo el pretexto de que sus discursos inspiraban al pueblo sentimientos de revolución; en fin, este tigre, turbado con la sangre que había derramado, sacó de la ciudad a seiscientas mil personas, cargadas de cadenas, y las pasó a cuchillo al otro día y siguientes; tomó a Pe-King después de tres días de sitio, y para vengarse del General chino que le atacaba, hizo levantar un tablado por encima de las murallas de la ciudad, para que el ejército enemigo presenciase la ejecución del padre de su general. Tseu-Tching (asi se llamaba el General) encolerizado por la muerte de su padre, hizo liga con el Emperador tártaro para que le ayudase a exterminar a Li-Tseu-Tching y sus asesinos; cuya alianza costó bien caro al país, porque admitiendo el tártaro las proposiciones, se introdujo con un ejército de 80.000 hombres, y si bien se logró el objeto del General, la China quedó desde entonces subyugada a la dinastía tártara.

Kia-Ting es conocida por sus perfumerías, particularmente de almizcle. Liu-Tcheou es ciudad enfermiza y propensa a calenturas rebeldes.

La undécima, Fou-Kien, es de una mediana extensión, está en parte bañada por el mar del Japón y el mar oriental; a pesar de ser su terreno montañoso y árido, los habitantes, por medio de una labor fuerte, cultivan el arroz con buen resultado: a fuerza de trabajo y paciencia han conseguido cortar sus montañas en bancales planos, que vistos a distancia, presentan el aspecto de una inmensa escalera, y los muros que sostienen los terrenos, parecen fronteras; se encuentran frecuentemente largos tubos de bambú para conducir el agua de una montaña a otra. Arrostrando las dificultades y prohibiciones de las ciudades y villas del litoral, hacen un gran comercio con el Japón y con las Filipinas. Los principales artículos de exportación son: el oro, algodón, piedras preciosas, plata, almizcle, sedería, hierro tosco o trabajado; y cargan especería, clavo, canela, palo de sándalo, ámbar y coral; los barrios de la marina tienen desgraciadamente una reputación muy merecida de turbulentos y piratas; así el Gobierno no tiene necesidad de imponerles tributos ordinarios, porque alguna que otra vez degeneran estos en verdaderas exacciones.

Fou-Tcheou es la capital y residencia de un Virrey que, colocado entre las exigencias del Gobierno, y los miramientos indispensables que necesita tener para gobernar a los inclinados a la sublevación, se halla muy a menudo en una difícil posición. Los buques europeos hasta de 600 toneladas podrían llegar a amarrarse en el puerto, cerca del puente magnifico de mas de cien arcos, construido de piedra blanca y adornado de una balaustrada de relevante hermosura. Sieven-Tcheou, otro puerto de mar, dando cara a la Isla Formosa, es nombrado por la elegancia de sus casas y limpieza de las calles pavimentadas de baldosa de piedra cuadrada y guarnecida de un marco en dos líneas.

El P. Martini, que ha residido allí muchos años, dice que entre un gran número de arcos de triunfo, se ven dos torres de una altura prodigiosa, en que cada piso está ceñido de galerías exteriores, donde se puede pasear. El puente, añade, construido al Noroeste sobre un pasaje peligroso, es una obra gigantesca; es todo de piedra, azul oscuro, muy dura y sostenida por 300 pilares que forman dos ángulos agudos para que puedan romper la violencia de las olas; cinco piedras iguales en longitud y grueso ocupan el espacio entre cada pilar, colocadas de plano y unidas una con otra por cadenas de hierro; 1400 de estas piedras de seis metros de longitud cada una, forman el pavimento de este puente singular, y sus dos costados están orlados de balaustrada, formando globos, leones y pirámides. Entre las dos ciudades que acabamos de citar, se encuentra todavía en la Fou-Kien, a Kien-Ning, donde los tártaros, cuando la invasión, pasaron a cuchillo a todos sus habitantes para vengarse de su pertinaz resistencia. Yen-Ping, en ésta no se habla mas que la lengua docta, y pasa por una de las plazas mas fuertes. Chao-Fou es nombrada por sus fábricas de lienzo crudo. Tchang-Tcheou, que hace un grande comercio de cristal de roca recogido en su vecindad. Y Fou-Ning, cerca de la cual pasa un arroyo cuyas aguas, naturalmente azuladas, comunican este color por cierto tiempo a los ahogados que allí se caen.

La duodécima, Kovang-Tong, conocida mejor por Canton, forma nueve distritos, es la más importante de todas las situadas en la parte meridional del Imperio. Un proverbio chino atribuye tres particularidades a Canton: el cielo sin nubes, los árboles siempre verdes, y los habitantes que escupen sangre; su situación meridional explica las dos primeras causas, y para comprender la tercera es necesario saber que los habitantes contraen la costumbre de mascar continuamente el betel (planta de regalo que se cría en la India) y comunica a la saliva un color rojizo.

La fertilidad de Canton es increíble: el arroz produce dos cosechas al año, y la caña de azúcar; las otras producciones vegetales, sin contar la infinidad de legumbres, son: el limón, la naranja, la uva, pifia de Indias, castaña y cocos. Las riquezas minerales no son menos abundantes y privilegiadas; se encuentra allí el oro, plata, cobre, hierro, salitre, piedras preciosas y perlas; en ninguna parte se ve tanto ánade; están en bandadas a la orilla de la mar, donde ellos pastan o se mantienen; al anochecer se retiran a la llamada de sus guardianes, en una especie de barcos, donde pasan la noche, y después de haber sido criados y engordados, los matan, salan y los llevan hasta Pe-King.

En esta sola ciudad china fue donde se abrió una barriada para los europeos después del último tratado, situada a la orilla de un río accesible para los buques; los fuertes, que no están atrasados a los de los ingleses, la defienden. Sobre la ribera de Canton se ve en los barcos una numerosa población; estos barcos, o más bien casas flotantes, simétricamente colocadas, ofrecen verdaderamente calles siempre ocupadas de pasajeros.

Sus principales ciudades son: Nan-Hioug y Nan-Ngan, situada en el Kiang-Si, a distancia de diez leguas; para ir de una a otra era necesario atravesar la alta montaña de Mey-Liny, lo cual hacia muchas veces las comunicaciones muy difíciles. Dice el P. Gaubil, que un Gobernador, habiendo hecho la obra de cortar el Mey-Lin, un camino enlosado y cómodo une hoy las dos ciudades. Ping-Lo, situada sobre la orilla oriental del rio Li, es nombrada por sus ceras y vestidos fabricados con las hojas rojas de una planta llamada Musa. El citado río es más bien un torrente, por la precipitación con que sus aguas marchan por entre las rocas, haciendo un ruido espantoso, y trescientas sesenta cataratas impiden su navegación.

La isla de Hai-Nan, forma un distrito de Canton, abunda en caza de toda especie, y. además de otras producciones se recoge tabaco, añil y nuez aréca. Las montañas están habitadas por los aborígenes independientes, semejantes a los Miao-Tseu; no reconocen al gobierno, y después de infinitas tentativas para someterlos, han concluido por dejarlos tranquilos. Si los terribles huracanes, conocidos con el nombre de Tiphons, no asolasen casi periódicamente a la isla, en la mudanza del monzón, la residencia en ella sería deliciosa; pero no se puede formar una idea de la violencia con que combaten los elementos en este sitio; nada se resiste al furor de los vientos y torbellinos; los edificios mas sólidos y los árboles mas corpulentos son arrancados, dejando el terreno raso como una era de trillar.

La decimatercera, Kovang-Si, tiene ocho distritos; no es comparable con otras provincias, ni por su extensión, ni por sus riquezas y comercio, y no está cultivada más que la parte oriental y meridional, donde el terreno es llano y se respira un aire más suave, porque está lleno de riachuelos y canales de riego, y tan fértil en arroz, que suministra durante seis meses a la provincia de Kovang-Tong, sin cuyo recurso apenas podrían subsistir los principales habitantes. La parte septentrional está rodeada de altas montañas, cubiertas de espesos bosques, y tiene minas de oro, plata, cobre, estaño y plomo.

Son dos ciudades principales: Sian-Tcheou, que tiene una montaña escarpada cuya cumbre sirve de estanque a un lago abundante en pesca, y Ping-Nan-Híen; en sus cercanías se cría una hierba hilable, llamada Yu, de la que se hace una tela mejor y mas estimada que la de seda; igualmente se encuentra una excelente canela, de un olor mas agradable que la de Ceilan.

La decimacuarta, Yun-Nan, capital de la provincia, la mas occidental del Imperio, tiene fábricas de alfombras y cobertores de un cierto tejido de seda, conocido por Satín del mar oriental, que es inimitable; se halla cercada por los reinos de Ton-King, de Laos, de Pegou, de Aracan, de Ava y del Thibet. Sus habitantes, como todos los de las fronteras, han tomado de sus vecinos una parte de sus creencias, de sus costumbres y usos; de modo que son hoy más bien indios que chinos; se crían muchos caballos y elefantes, los últimos están amaestrados para la guerra y son comprados por el Gobierno. Las otras ciudades son: Ta-Li, cerca del lago que los chinos llaman Enfático del mar oriental; hace gran comercio de mármoles sacados de las canteras vecinas. King-Tong, célebre por su puente construido de guijo sobre un precipicio; sus habitantes se persuaden que son los más robustos y bravos soldados del Imperio.

La décimaquinta, Hovei-Tcheou, la mas pequeña y menos productiva, está situada al pié de las montañas habitadas por los Miao-Tseu; tiene ocho distritos erizados de fuertes y de campos atrincherados, dispuestos para contener a sus turbulentos vecinos, aunque estos rara vez los acometen, y dejan a los defensores de los fuertes en poco número para probar la suerte, considerándose tranquilos detrás de sus murallas; los demás caen como una nube de pájaros de rapiña sobre Canton y Kovang-Si, hasta que oyen el tañido de las armas imperiales, que entonces se vuelven a sus montañas cargados de un botín inmenso.

La decimasexta, Leao-Tong, está situada en la parte septentrional, y al lado de la gran muralla; su población es casi exclusivamente tártara, y el pequeño número de familias chinas que allí habitan son los descendientes de los desterrados y proscriptos.

 

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