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Inmortalidad del alma humana – Psicología filosófica

 

PSICOLOGÍA ELEMENTAL

José Moreno Castelló

Índice general

J.  Moreno Castelló – Psicología Elemental          2ª parte – Psicología racional – Cap. I – Substancialidad del alma humana

Artículo VI – Inmortalidad del alma humana

De la simplicidad y espiritualidad del alma, se deriva necesariamente, la inmortalidad de la substancia poseedora de aquellos atributos. Y es así que el alma los ostenta, luego el alma del hombre es inmortal, lo que equivale a decir que permanece, sin fin, en la vida

Este nobilísimo, atributo, considerado en general, puede ser, según dice un profundo filósofo, (1) de dos maneras: como esencial y absoluta o como natural

La primera es la que excluye todo principio, acción o fuerza, interno o externo, que pudiera limitar la vida del ser. Ésta solo puede ser propia de la substancia divina.

La segunda o meramente natural, excluyo el principio interno, pero no todo principio externo, como el acto de la voluntad suprema, y esta es la qué corresponde al alma humana. Y añade el filósofo citado (2) «Esta inmortalidad natural se denomina interna, en cuanto que radica en la naturaleza de la sustancia inmortal; pero será además externa, si la posibilidad absoluta de su corrupción por parte de Dios no se reduce al acto.»

Es evidente, recordando las pruebas de la simplicidad del alma, que ésta no puede morir por descomposición o disgregación de partes, toda vez que el alma carece de ellas, según queda demostrado. Claro es, pues, que el alma no lleva en sí misma ningún principio intrínseco de corrupción o muerte, y si no puede morir por esta causa, posee la inmortalidad natural.

¿Puede el alma vivir sin el cuerpo? Cuando un ser depende intrínsecamente de otro, esa dependencia de naturaleza hace que el segundo no pueda existir ni ser sin el primero. Basta considerar que el alma es una verdadera substancia y que está dotada de facultades inorgánicas, cuales son el entendimiento y la voluntad; luego pronta y fácilmente entendemos que tiene independencia del cuerpo y que puede obrar sin él.

El alma pudiera dejar de existir, si así pluguiera a Dios, por la aniquilación o destrucción radical de su ser. ¿Qué razonamientos nos aseguran de que Dios no ha de ejercitar su poder en este sentido? Sus mismos atributos y perfecciones.

Dios conserva y no destruye. Ha dado a los seres naturaleza diversa y su divina y augusta Providencia las conserva sin alterar las condiciones de sus respectivas esencias. Así convenía a las perfecciones altísimas de su autor.

Los privilegios y excepcionales atributos con que ha sido enriquecida el alma humana desaparecerían en el acto posible de la aniquilación, y quedaría reducida la noble substancia a condición más baja y humilde que las substancias corpóreas, cuyos elementos constitutivos no desaparecen, ciertamente, aunque varíen de formas y se mezclen y confundan con partes diversas, si bien de naturaleza idéntica.

La bondad misma de Dios, sirve de fundamento y apoyo a nuestra firme creencia en la inmortalidad del alma

Dios ha encarnado en la naturaleza de la substancia simple y espiritual una constante aspiración, un deseo vivo y nunca satisfecho, de la verdadera felicidad. La soberana bondad asegura que el bien perfecto es un término real de esa tendencia del alma, y que ésta lo ha de alcanzar como sanción del orden moral, cuando el alma se separe del cuerpo, para seguir viviendo eternamente.

Con efecto, no era posible que careciera de semejante requisito la ley natural. A ella estamos estrechamente ligados, y la razón y la voluntad son nuestras facultades morales. No se alcanza, ciertamente, en la vida presente la debida sanción de aquel orden consolador, sublime y admirable; luego ha de existir otra vida para el alma y por consiguiente es inmortal

Finalmente, todas las verdades creídas por la generalidad de los hombres tienen su fundamento en la misma naturaleza humana. La creencia en la inmortalidad está acreditada por el testimonio y consentimiento de todos los pueblos, los cuales, aún en medio de grandes extravíos y de los más extraños ritos y costumbres, han revelado claramente en sus prácticas la íntima convicción en la existencia de otra vida.

Inútil es que se pretenda acreditar lo contrario. La sanción del sublime orden moral en la vida del hombre, representada por la conciencia humana, es evidentemente imperfecta, y sólo sirve de advertencia y de anuncio de la legítima y futura sanción. Es como la luz crepuscular que anuncia la venida del sol, foco y origen de la luz: falta la aparición del esplendente astro del día.

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(1) Z. Gonz.- Fil. elem.- T. I. p. 339

(2) –Ibid-

J.  Moreno Castelló – Psicología Elemental    2ª parte – Psicología racional – Cap. I – Substancialidad del alma humana. Art. 6