IMMANUEL KANT(1724-1804)Resumen de su pensamiento (segunda parte) (si quieres lo esencial de su filosofía: mini-resumen Kant |
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Kant – Resumen de su pensamiento (primera parte) A. EL USO TEÓRICO DE LA RAZÓN
B: EL USO PRÁCTICO DE LA RAZÓN
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B: EL USO PRACTICO DE LA RAZÓN I. La Razón Práctica y el conocimiento moralI.1. Concepto de Razón Práctica La conducta moral tiene que ver con la Razón porque está sometida a principios y vinculada con lo universal, y sólo la Razón es capaz de permitir este vínculo. La Razón tiene una doble vertiente: Teórica y Práctica; no se trata de dos razones sino de dos usos distintos de la misma razón. La Razón Teórica se ocupa de conocer cómo son las cosas; la Razón Práctica se ocupa de cómo debe ser la conducta humana; no le interesa el ser sino el deber ser. La Razón Teórica formula juicios (proposiciones con la forma «A es B») y la Razón Práctica imperativos o mandamientos (preceptos con la forma debes hacer X»). Obras de ética: «Crítica de la Razón Práctica» y «Fundamentación de la Metafísica de las costumbres». I.2. El «factum de la moralidad» Punto de partida de la reflexión de Kant sobre el conocimiento: la existencia de conocimiento universal y necesario (conocimiento a priori); la «Crítica de la Razón Pura» intenta mostrar las condiciones transcendentales, a priori, de dicho conocimiento. Punto de partida de la reflexión ética kantiana: en la experiencia moral hay algo análogo a aquel dato fundamental de la esfera del conocimiento: el «factum de la moralidad«, el hecho moral; este hecho consiste en la existencia del deber: todos los hombres tienen conciencia de estar sometidos a prescripciones morales, se sienten obligados a hacer ciertas cosas y a evitar otras. Esta conciencia del deber es conciencia de una determinación de la voluntad que posee características análogas a las de la experiencia de conocimiento: la universalidad y la necesidad. Kant creerá que cuando un sujeto vive el deber lo vive de forma incondicionada: si está mal matar está mal en toda circunstancia y en todo tiempo, no hay excepciones, el mandato se vive como teniendo absoluta necesidad. La ética kantiana es un intento de entender el factum de la moralidad (la determinación universal y necesaria de la voluntad) y sus condiciones de posibilidad (los «postulados de la razón práctica» expresan dichas condiciones); del mismo modo que la teoría la conocimiento kantiana es la investigación de las condiciones de posibilidad de la ciencia. I.3 Tipos de principios o leyes prácticas II. Crítica de Kant a las éticas materiales II.1. Definición de ética material II.2. Los preceptos de toda ética material son hipotéticos, empíricos, condicionales La heteronomía se contrapone a la autonomía; un sujeto es autónomo cuando tiene la capacidad para darse a sí mismo sus propias leyes (y la capacidad para realizarlas) y es heterónomo cuando las leyes no descansan en él mismo, cuando le vienen de fuera; las éticas materiales son heterónomas porque describen una acción como buena sólo de forma condicional, describen una acción como buena porque es un buen medio para la realización de un fin querido por el sujeto. En las acciones heterónomas el sujeto se tiene que someter a la realidad, es ésta la que impone sus condiciones; el sujeto tiene que plegarse al orden del mundo. III.1. Formalismo de la ética kantiana La ética kantiana presenta tres características principales: proponer un criterio de legitimidad de la máxima exclusivamente formal, defender la autonomía de la voluntad en la experiencia moral y mantener que las acciones buenas sólo son aquellas que han sido hechas por deber. La ética kantiana se llama ética formal, y se contrapone a la ética material La materia del imperativo es lo mandado (así, en el imperativo «debes ser veraz» la materia es la instrucción de decir a verdad); la forma es el grado de universalidad o particularidad que tiene el imperativo: siempre, algunas veces, nunca. Pues bien, la característica esencial de la ética kantiana consiste en indicar que una máxima describe propiamente una acción moral cuando cumple un requisito puramente formal: que pueda ser universalizable. En la ética kantiana no es la materia de la voluntad (lo querido) sino la mera forma de la legitimidad universal de su máxima lo que constituye el fundamento de determinación de dicho arbitrio (de la voluntad). Un requisito puramente formal como es el de la posibilidad de la universalización puede servir como criterio para separar todas las conductas en dos grupos: las conductas buenas y las malas. Si la máxima de conducta se puede universalizar entonces esa máxima describe una acción buena, en caso contrario la acción es mala. III.2. Autonomía de la voluntad La heteronomía se contrapone a la autonomía; un sujeto es autónomo cuando tiene la capacidad para darse a sí mismo sus propias leyes (y la capacidad para realizarlas); por el contrario es heterónomo cuando las leyes no descansan en él mismo, cuando le vienen de fuera; las éticas materiales son heterónomas, la ética kantiana es autónoma al afirmar que sólo las acciones morales son autónomas. Kant considera que sólo allí donde encontramos acción moral encontramos libertad: cuando nos conducimos moralmente el fundamento de determinación de nuestra voluntad no nos viene de fuera, del mundo, o de la religión, sino de nosotros mismos: es nuestra razón la que nos da el criterio de la conducta buena, somos nosotros mismos los que nos determinamos. No es la necesidad física, ni las exigencias de orden político, ni Dios ni los sacerdotes quienes deben ordenar nuestra conducta, sino nuestra propia conciencia ─o razón práctica─. En la experiencia moral somos autónomos porque la ley a la que nos plegamos está en nosotros mismos. La autonomía de la voluntad defendida por Kant enlaza con el carácter ilustrado de su pensamiento: la Ilustración es el paso a la mayoría de edad, la exhortación a la autonomía del sujeto, a la independencia de su juicio y conducta sólo sometida a las indicaciones de la Razón, Razón que no le es ajena sino que le pertenece a él y a la Humanidad entera. III.3. El deber por el deber. el rigorismo kantiano Para Kant el fundamento de las acciones buenas es el deber, no la inclinación. El deber es la «necesidad de una acción por respeto a la ley». Para que una acción sea buena no basta que sea conforme al deber, además ha tenido que ser hecha por deber. El rigorismo kantiano implica dos cuestiones: el deber por el deber, incluso aunque vaya en contra de mi felicidad y de la felicidad de las personas que quiero y el carácter universal de la bondad o maldad de una acción: si está mal mentir está mal bajo cualquier circunstancia; aceptar una excepción implicaría aceptar las condiciones del mundo en la determinación de la voluntad, por lo tanto, la heteronomía. El imperativo categórico prescribe una acción como buena de forma incondicionada, es decir, manda algo absolutamente. Declara la acción objetivamente necesaria en sí, sin referencia a ningún propósito extrínseco; solo el imperativo categórico es imperativo de la moralidad. Kant dio varias formulaciones generales del imperativo categórico, entre las que destacan la «fórmula de la ley universal» («Obra sólo según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se torne ley universal») y la «fórmula del fin en sí mismo» («Obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre como un fin al mismo tiempo y nunca solamente como un medio»).
IV. Postulados de la Razón Práctica El Idealismo Trascendental acaba negando la posibilidad de tener un conocimiento de la realidad en sí misma, y por ello de los temas fundamentales de la Metafísica: Dios, alma, libertad…; sin embargo Kant no negará todo acceso a lo metafísico, sólo negará el acceso intelectual, el conocimiento científico, pues sólo hay conocimiento científico de los fenómenos. Pero para Kant hay otra experiencia que puede vincularnos con la realidad plena, con lo metafísico, y esa experiencia es la experiencia moral. Y ello a partir de los llamados postulados de la Razón Práctica o proposiciones que no pueden ser demostradas desde la razón teórica pero que han de ser admitidas si se quiere entender el «factum moral»; estos postulados se refieren a la existencia de la libertad, la inmortalidad del alma, y la existencia de Dios. La razón teórica no puede demostrar la existencia de la libertad pues sólo es capaz de alcanzar el mundo de los fenómenos, en el que todo está sometido a la ley de la causalidad y a la necesidad natural. Sin embargo, desde la perspectiva de la razón práctica, será posible la defensa de la existencia de la libertad en tanto que la libertad es la condición de posibilidad de la acción moral. Las conductas que no se hacen libremente no son ni buenas ni malas, y el sujeto que las realiza no es responsable moralmente de ellas . La libertad es definida como la capacidad de los seres racionales para determinarse a obrar según leyes de otra índole que las naturales, esto es, leyes que son dadas por su propia razón; libertad equivale a autonomía de la voluntad. La libertad es la ratio essendi (la condición de la posibilidad) de la moralidad; la moralidad es la ratio cognoscendi (lo que nos da noticia de la existencia de) de la libertad. Las afirmaciones kantianas nos obligan a pensar que el hombre perte: al reino fenoménico, en donde todo está sometido al rigor de la causalidad, y al reino nouménico en donde las leyes que rigen son las leyes morales (la esfera de la libertad). Es la síntesis entre la virtud y la felicidad. Su realización última es la condición de posibilidad de la moralidad. Kant creyó que siempre que el fundamento de determinación de nuestra conducta sea la felicidad nuestra conducta no es moral en sentido estricto (aunque pueda ser conforme al deber), pero no pudo olvidar el extraordinario valor que la felicidad parece tener en la esfera humana. Ello aparece precisamente en su concepción del Sumo Bien . Nuestra conducta moral carecería de sentido si no existiese la posibilidad de realizar la santidad (la perfección absoluta de una voluntad por el cumplimiento perfecto de la virtud); en éste mundo no podemos realizar la santidad, luego debe existir otra vida en donde adquiera el cumplimiento perfecto el apetito moral. Postulado de la inmortalidad del alma: el supremo bien parece servirnos para acceder a la inmortalidad del alma, pues la virtud necesita de un tiempo infinito para su realización plena. Postulado de la existencia de Dios: en este mundo no coincide la realización de nuestra felicidad con la realización del bien (hay seres buenos e infelices, y malos y felices) por tanto debemos pensar que existe Dios (pues sólo una entidad absoluta puede hacer que coincidan las leyes que rigen la realización de la felicidad con las leyes que rigen la conducta moral). En sentido estricto los postulados de la razón práctica no se pueden demostrar pues no cabe ciencia de lo metafísico; pero aunque los argumentos anteriores no son demostraciones objetivamente válidas, tienen una validez subjetiva ya que los postulados sirven para que tenga sentido la experiencia moral. Los objetos a los que se refieren no dan lugar a conocimiento sino a fe racional: fe porque de ellos sólo cabe un convencimiento subjetivo, pero racional porque no vienen dados por urgencias de la revelación sino de la propia razón. |
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©Javier Echegoyen Olleta |