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LA EDUCACIÓN EN LOS ÁRABES

árabes – HISTORIA DE LA EDUCACIÓN

Los árabes, antes de Mahoma, estaban diseminados sin formar pueblos fijos y estables, por efecto de la situación física del país. A excepción de algunos pocos que habían fundado ciudades a orillas del mar y se dedicaban al comercio, todos vivían en tribus errantes en el desierto, manteniéndose con el producto de los ganados. Por eso estaba limitada su educación en los primeros tiempos al ejercicio de los sentidos, al manejo de las armas, a cuanto podía habituarlos a todo género de privaciones, y a interesarles por su nación y por su tribu. Después de los trabajos y ejercicios del día, los ancianos, recostados delante de las tiendas, referían a los jóvenes, durante la velada, los hechos ilustres de sus abuelos, e inflamaban los corazones en amor a la patria por medio de himnos patrióticos. De este modo se educaban los niños en el seno de la familia, y no había necesidad de establecimientos públicos de educación y enseñanza; pero la ciencia de los árabes estaba en su infancia: sus conocimientos acerca de los astros, no merecían sino el nombre de astrología; su historia consistía en genealogías; su medicina no tenia carácter científico y otro tanto puede decirse de los demás ramos del saber.

A principios del siglo VII, en que los árabes abrazaron el islamismo, empezaron a formar una nación compacta, y penetrando hasta la masa del pueblo ideas y dogmas desconocidos antes, hicieron cambiar de aspecto las cosas. Mahoma, lejos de apartar del estudio de las ciencias a los que seguían su doctrina, les aconsejaba que las cultivaran.

«Enseñad la ciencia, decía, porque el que la enseña teme a Dios, y quien la desea le adora; quien la explica alaba al Señor; quien disputa por ella, toma parte en un combate sagrado; quien la defiende, distribuye limosna a los ignorantes, y quien la posee es objeto de veneración y benevolencia. La ciencia es la salvaguarda contra el error y el pecado; enseña el camino del paraíso; es nuestra confidente en el desierto, nuestra compañera en los viajes, nuestra sociedad en el retiro; nos guía a través de los placeres y penalidades de la vida, nos sirve de ornamento entre los amigos y de escudo contra los enemigos. Por la ciencia eleva el Todopoderoso a los hombres destinados a decidir sobre lo verdadero, lo honroso y lo bueno. Los ángeles anhelan su amistad y les cubren con sus alas. Los monumentos de estos hombres son los únicos que se conservan, porque sus altos hechos sirven de modelo y se repiten por las almas grandes que los imitan. La ciencia es el remedio contra las enfermedades de la ignorancia, el fanal consolador en la noche de la justicia; por ella los esclavos, salvando las distancias, escalan la cima de las felicidades del mundo presente y del venidero. La ciencia realza los elevados sentimientos del corazón noble, y humaniza al perverso.»

Como se ordenase a los fieles la lectura del Corán y no hubiese en los principios en todo el Yemen un solo individuo que supiera copiar ni aun leer este libro, se abrieron multitud de escuelas para aprender a leer y escribir. La necesidad de conservar el texto original en toda su integridad, condujo al estudio profundo del idioma, de suerte que los estudios críticos y gramaticales fueron la base de la ciencia de los árabes. Hubo en aquellos tiempos gramáticos sobresalientes, cuyas obras alcanzaron merecido renombre, que se ha trasmitido hasta nuestros días, y en el siglo VIII florecieron ya las academias de Basora y de Rufa, rivales, entre si, pues que ambas aspiraban a la supremacía en las cuestiones gramaticales.

Durante algún tiempo desdeñaron los árabes los trabajos literarios de los pueblos extranjeros, pero muy pronto se hicieron discípulos de los griegos en medicina, matemáticas y filosofía. La familia de los Abasidas (1) dio grande impulso a las letras y las ciencias, llamando a su corte a los sabios cristianos, haciendo traducir los clásicos griegos, fundando academias y bibliotecas, y fomentando la ilustración por cuantos medios estaban a sus alcances.

No se contentaron luego los árabes de todas las dinastías con propagar las traducciones de los griegos y de apropiarse su doctrina, sino que trataron de aventajarles, y los aventajaron por lo menos en matemáticas y medicina, y extendieron el dominio de las ciencias, principalmente en España, desde donde se propagó la cultura a los demás pueblos de Europa.

Aunque el gobierno árabe fuese despótico en España como en todas parles, pocos califas mancharon su nombre con crueldades (2); muchos de ellos, por el contrario, adquirieron gran renombre a causa de su benevolencia para con el pueblo; otros, por su talento poético, su erudición y su esmero en promover la cultura general. Hakem II aventajó a sus antecesores en amor a la poesía y a las ciencias, y estaba dominado por la pasión de fundar bibliotecas. Almanzor (3), célebre conquistador, fundó una sociedad científica, visitaba las escuelas, tomaba asiento entre los alumnos y recompensaba a los que se distinguían por su aplicación. La mayor parte de los monarcas miraban con grande interés la educación de sus hijos. Abderramen fue asistido desde la mas tierna infancia por preceptores distinguidos. Antes de cumplir veinte años sabia los dogmas del Corán, y en seguida estudió la gramática, el arte poética, los proverbios árabes, las biografías de los príncipes, la administración del Estado, diferentes ciencias, los ejercicios gimnásticos y el arte de la guerra. Por lo común se buscaban los maestros mas célebres, aunque se hallasen lejos, para educar a los príncipes; y hasta el tiempo de Hescham III (1026) no se dio la educación en el harem.

La poesía era, por decirlo así, el principio vital, tanto de los árabes de Europa como de los del Asia; la poesía celebraba las fiestas importantes; los poetas ensalzaban al monarca, el cual les contestaba en verso; los poetas seguían a los ejércitos; la poesía era uno de los principales ornamentos de los caballeros; en la corte de los califas había una academia de poesía, y se establecían certámenes poéticos. La cultura de la música se unía a la de la poesía. Al mismo tiempo los califas creaban sociedades científicas, a las cuales concurrían los hombres mas distinguidos. En España, como en Oriente y en África, los visires, los scheiks, seguían el ejemplo de sus señores: se honraba a los sabios; todo el país estaba poblado de escuelas (4) y se contaban diez y siete academias, entre las cuales sobresalía la de Córdoba, y setenta bibliotecas, siendo también de las mas famosas la de Córdoba, que poseía seiscientos mil volúmenes. El programa de enseñanza comprendía, la gramática, la poesía, la retórica, la geografía, la teología, el derecho canónico, las matemáticas, la astronomía y la astrología, la medicina, la química, la alquimia y la magia.

La enseñanza elemental se daba en las mezquitas, y comprendía lectura, escritura, elementos de gramática y religión, que consistía en estudiar de memoria el Corán, así como se estudiaban también. poesías antiguas y modernas. Los jóvenes, a la edad de diez y seis a veinte años,, emprendían viajes literarios y visitaban a los sabios mas famosos, los cuales daban lecciones públicas de filosofía, gramática, teología, jurisprudencia dogmática, la exposición del Corán, las tradiciones, filosofía, lógica, dialéctica, etc.

Cualquiera persona de conocimientos y vocación, podía erigirse en profesor; así que los sabios, ya en el punto de su residencia, ya en otros pueblos donde se detenían en sus viajes, daban lecciones públicas, gratuitamente por lo común y a veces mediante un corto honorario pagado por los discípulos. Mas tarde los califas, con objeto de difundir las ciencias, fundaron establecimientos públicos sostenidos por el Estado en las ciudades más importantes, los cuates se convirtieron después en verdaderas academias que, por punto general, estaban destinadas a la enseñanza de la teología, y la jurisprudencia, la filología y la filosofía, pues las ciencias naturales se enseñaban en otros establecimientos y la medicina en los hospitales. La mayor parte de las academias tenia un solo profesor principal y algunos de estos enseñaban a la vez en distintas academias del mismo pueblo. Unas veces explicaban y otras dictaban con los cuadernos que habían redactado de antemano. Cada academia tenia su biblioteca.

Tales eran los medios de instrucción de las personas distinguidas. Por lo que hace a la masa del pueblo, puede formarse idea de su cultura por algunos proverbios que nos han trasmitido diferentes orientalistas. Parece que en España las relaciones de familia eran intimas a pesar de la poligamia y de las esclavas de la corle. Las mujeres gozaban en la Península mas libertad que en Oriente, y el pueblo tomaba parte activa en cuanto hacía la corte en favor de las letras y las ciencias, y naturalmente debía sacar provecho. No podemos juzgar de la vida intima de los árabes en otras partes del mundo sino por inducción, pero los proverbios nos sirven para apreciar en parte su carácter y costumbres en general. Unos nos dan a conocer las ideas del pueblo acerca de la familia; otros se refieren más especialmente a la educación de la niñez y la juventud; y otros, en fin, nos manifiestan diversas relaciones sociales y constituyen una especie de moral popular. Citaremos algunos de ellos, aun exponiéndonos a dar demasiada extensión a este articulo.

Proverbios árabes relativos a la familia:

—El mejor entre nosotros es el que se porta más bien con su familia.

—A los ojos del padre el hijo es hermoso.

—El escarabajo es bello a los ojos de su madre.

—Todo animal ama a sus hijuelos; hasta la avutarda.

—El que tiene el padre zapatero lleva buenos zapatos.

—La hija es la admiración de su padre.

—Desobedecer a los padres es privar de hijos al que no está privado de ellos.

—Gime más que un mal hijo.

—El que imita a su padre obra bien.

—¿Cómo desobedecería un padre a su padre?

—Las mujeres virtuosas conducen a todo lo grande (5).

—El que se aficiona a las mujeres es un malvado.

—Las mujeres se parecen a la carne que se pone sobre la mesa (6).

—La obediencia a las mujeres trae el arrepentimiento.

—Las mujeres son los lazos del diablo.

—Di dos veces una cosa a la mujer, y si no la comprendiere, cuatro veces (7).

—El que no tiene hermano es extranjero.

—El esclavo no suple al hermano.

—Habrá alguno que sea hermano para vosotros, sin ser hijo de vuestra madre.

—El que os manifiesta amor sincero os ha dado su sangre.

—Aquel es vuestro hermano, que es verdadero y sincero para con vosotros.

—En la desgracia aprenderéis a conocer a vuestro hermano.

—Socorred a vuestro hermano, que haga o que reciba una injuria.

—Socorred a vuestro hermano aunque no sea mas que con patarras.

—Mas vale censurar a tu hermano que abandonarle.

—El auxilio de vuestra familia no os fallará jamás.

Proverbios árabes sobre la educación:

—Le habéis cargado (al niño) el peso que corresponde a un camello de nueve años y él no tiene mas que tres.

—El que desde la niñez se acostumbra a regar, aprende a regar.

—El que presencia ejemplos no necesita reglas.

—Por lo común el que censura merece ser censurado.

—No me reprendáis, si camináis torcido.

—La censura repetida con frecuencia engendra el odio.

—Al castigo debe preceder la censura.

—Es inútil censurar al que no se censura.

—Cuando castiguéis, que se sienta, y cuando reprendáis en voz alta, haced que se os escuche.

—La quemadura es inútil a no ser profunda.

—Algunos se hacen vuestros partidarios por los golpes que les dais.

—Por bella que sea no carece de defectos.

—La necedad es enemiga del hombre; la prudencia, su amiga.

—No ha muerto por haber reflexionado.

—El imprudente está tranquilo (8).

—El necio no tiene rivales que aspiren a aventajarle en necedad.

—El error es hijo del error.

—Saber dos cosas vale mas que saber una sola.

—El que busca encuentra.

—La perseverancia y la constancia conducen a buen fin.

—Después de subir una montaña, se nos presenta otra montaña.

—El día de ayer ha pasado con todo lo que contenía.

—Vivid y veréis lo que aun no habéis visto.

—La duda equivale a la ignorancia.

—No creáis que lo que aumenta vuestros conocimientos sea una pérdida.

—En la experiencia hay una nueva ciencia.

—La experiencia no termino jamás, siempre crece.

—El más sabio puede equivocarse.

—El ciego encuentra a veces el buen camino.

—No acierten al blanco lodos los que lanzan el venablo.

—El hombre instruido se parece a las aguas termales, que las buscan los que están lejos y las desdeñan los que están cerca (9).

—La peste de la ciencia es el olvido.

—La falta de memoria es la esterilidad dé la ciencia.

—Tener la lengua embarazada y callar, es preferible a tenerla embarazada y hablar.

—Tener el pié inseguro no es tan perjudicial como tener la lengua insegura (10).

—Carecer de lengua expedita es más triste que tener la mano seca.

—El hombre sin lengua sería una fantasma vana, o se asemejaría al bruto que se desprecia.

—Sed económico en palabras.

—El que dice muchas palabras dice muchas necedades.

—Las palabras groseras que salen de vuestra boca, son como los excrementos que salen de vuestro cuerpo.

—La mejor cualidad de un hombre es saber dominar su lengua.

—Saber callar es una prueba de sabiduría que buscan pocos hombres.

La literatura árabe, tan rica en obras de todo género, ha debido tener autores pedagógicos, pero no hallamos indicio alguno. A falta de teorías pedagógicas precisas podemos dar a conocer el cuadro de una escuela elemental árabe, tal como lo presenta Hariri, autor árabe del siglo XI, el cual en sus Makames o Sesiones consagra un capítulo a la descripción poética de una lección en la escuela elemental de Hims (Emece), en cuya lección pone en escena a un hombre de talento, Abu-Seïd, que conoce todas las situaciones de la vida humana, que él mismo ha recorrido. El maestro de escuela, según dice, instruye a los discípulos para librarlos, con ayuda del cielo, de la ignorancia profunda que los envuelve y para prepararlos a conducirse en la vida, formando a la vez su inteligencia y su corazón. ¡Qué más bello, añade, que un maestro, padre espiritual de sus discípulos, que en medio del jardín floreciente de la juventud, refresca su aliento y mezcla el dulce calor de la primavera a las escarchas del invierno! ¡Qué más glorioso que implantar, en aquellas tiernas almas, una semilla que fructifique y se trasmita a la posteridad por largo tiempo después de nuestra muerte I

Las lecciones tienen lugar al aire libre. El maestro, sentado en medio de los discípulos, con la disciplina en la mano, designa al que debe hablar; no le llama por su nombre, sino por apodos festivos o triviales, relativos al carácter o aspecto de los niños. La lección versa sobre la lengua materna, y examina el maestro a los discípulos sobre lo que les ha enseñado. Los unos explican, por medio de definiciones y ejemplos, la diferencia entre palabras de una misma pronunciación y de distinto sentido u ortografía (11); otros practican el mismo ejercicio con palabras de una misma ortografía, pero de distinto sentido; otros dan a conocer, por medio de ejemplos, el sentido de diversas proposiciones, que probablemente se confunden en el uso común; otro es purista y elimina de la lengua todas las s (o cualquiera letra del alfabeto árabe) (12); otros manifiestan cómo varían de sentido las palabras cambiando las proposiciones que entran en su composición (13); otros conjugan verbos haciendo ver el uso de los tiempos; dos niños componen alternativamente frases que comienzan y terminan por la misma palabra tomada en distinta acepción; y concluye la clase entonando en coro, en honor de Hims, un himno cuyas palabras empiezan todas por H (14). El himno lo aprenden los niños de memoria, pero en los demás ejercicios improvisan los discípulos las contestaciones. El maestro inculca a los discípulos muchas verdades morales importantes, y une el ejemplo a la regla. El conjunto de la lección demuestra que los árabes, a la facilidad, elegancia y exactitud del lenguaje, y a la percepción clara y distinta del pensamiento, unían el conocimiento profundo de las cosas de que trataban. Todo tiene un objeto práctico en esta lección, y tiende a preparar al hombre para la vida real.

Mencionaremos por fin una obra que se considera sin razón como novela pedagógica. Este opúsculo, titulado: Secretos de la Sabiduría Oriental (15), lo escribió ABOU DJAFAR EBU TOFAÏL. El autor se propuso exponer sus ideas, en parle místicas, sobre la naturaleza y origen de las cosas, sobre el hombre y sus deberes, sobre la divinidad y sus atributos, sobre la unión en que puede entrar el hombre con Dios por la contemplación. Supone un niño nacido o expuesto en una isla desierta, sin otra guía que la observación de los fenómenos de la naturaleza, y que por la reflexión llegue a comprender todas las doctrinas del misticismo oriental, y a la conclusión de que la vida de anacoreta es preferible a todas, por lo menos para los que buscan la verdadera sabiduría.

Compréndese bien que los pedagogos, que en su infancia se han complacido con la lectura de Robinson Crusoé, hayan considerado este libro como una obra semejante a la de Foe o Campe; pero podia compararse con mas fundamento al Ensayo analítico de las facultades del alma, por Bossuet. LEIBNITZ ha seguido con placer los discursos a veces ingeniosos de EBU TOFAÏL , pero la pedagogía no puede sacar ningún provecho de esta obra.

Por fin, el brillo que la literatura árabe había esparcido cuando el Occidente se hallaba sumergido en las tinieblas, fue sin embargo efímero. Después de la expulsión de los árabes de España, y del establecimiento de los turcos en Oriente, volvieron a caer en un estado de postración intelectual poco diferente del en que se hallaban antes de Mahoma; y durante muchos siglos nada han producido que merezca fijar nuestra atención. [Conde, Frilzy Niémeyer, Oelsner.)

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(1) Véase ABASIDAS.

(2) Entre estos pocos se cuenta Hakem I, que era monomaniaco por el homicidio, y no pasaba día alguno sin ordenar algún crimen.

(3) No debe confundirse con el califa abasida del mismo nombre, del que hemos hablarlo en el articulo: ABASIDAS.

(4) Solo en Fez había mas de 200 escuelas árabes.

(5) Único proverbio que elogia a la mujer. Los que siguen demuestran el poco respeto con que se las trataba en Oriente.

(6) La mancha.

(7) Un autor añade: Y si no la comprende después de estas cuatro veces, azótala.

(8) No tiene cuidados: sentido irónico.

(9) Nadie es profeta en su patria.

(10) Éste y los siguientes proverbios manifiestan la importancia que daban los árabes al uso de la palabra.

(11) Como las voces castellanas haya y aya, etc.

(12) Como los reformadores de nuestra ortografía, que suprimen la h, la y, etc.

(13) Como en castellano innovarrenovar, etc.

(14) Como con la M en cierto epitafio de dos mujeres, María y Magdalena, muertas en Viena, en el cual se lee: «Miraculum mulierum mínime malitiosarum, matrona morigera, mariti ministra, moderata, mansueta, munífica, morata, modesta, mitis materfamilias, Maria marita mea, mellitisima, etc.

(15) Se han hecho varias traducciones en latín, inglés y alemán.