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La psicología objetivista – 3

CAPÍTULO VII
La psicología objetivista

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El objetivismo en psicología. Comte y la frenología de Gall. W. Wundt y el objetivismo – Materialismo. Energetismo. Epifenomenismo – La Psicología objetiva de Bechterew – El conductismo de Watson. Su crítica de la introspección – La conducta como objeto de estudio. Reducción de lo psíquico a la conducta. Fines del conductismo. Métodos. Crítica del conductismo – El neovitalismo y Driesch – El psicoanálisis de Freud. Bleuler – Bibliografía

  
II. Energetismo. Wilhelm Ostwald, el célebre químico alemán, intentó eliminar de la ciencia natural el concepto de materia y sustituirlo por el de energía. Por esto habló, en un congreso, de la muerte del materialismo. Ahora bien; partiendo de sus concepciones físicas y químicas, pasó a construir una concepción del mundo energetista, en la que cree «suprimir las antiguas dificultades relativas a la unión de los conceptos de materia y de espíritu, mediante la subordinación de ambos al concepto de energía». La energía es el sustrato que en sus transformaciones nos ofrece la realidad entera. Energía es «trabajo, y todo lo que surge del trabajo y puede ser transformado en él». Sus transformaciones son: la energía mecánica, térmica, eléctrica, química, radiante, magnética y psíquica. Esta última está esparcida en la fatiga, concentrada en la atención y presente en la voluntad. La suma de la energía se mantiene constante.

No es este lugar adecuado para discutir el valor de la concepción de Ostwald para la ciencia de la naturaleza. Su metafísica, al considerar a la energía como un sustrato, es, en el fondo, materialista. La energía para él se ha convertido en una sustancia, y puesto que es, ante todo, la sustancia de los fenómenos naturales espaciales, en una materia. Por lo tanto, la crítica que ya hicimos del materialismo vale también para el energetismo de Ostwald. Por otra parte, la energía es siempre algo medible en sí, cuantitativo. Ahora bien; en la conciencia se puede contar, pero los fenómenos psíquicos no son medibles en sí; luego la energía no puede ser un concepto aplicable a la ciencia psicológica.

III. Epifenomenismo. Para esta corriente psicológica, los fenómenos psíquicos no son más que fenómenos dependientes de la actividad fisiológica de ciertas partes del organismo, del cerebro. Son, pues, fenómenos superpuestos a otros fenómenos: epifenómenos. Lo interesante para la ciencia no son, por consiguiente, los fenómenos psíquicos, sino los fenómenos fisiológicos de que dependen. El epifenómeno no servirá, pues, más que como guía en el estudio de la psicología. A diferencia del materialismo, el epifenomenismo no supone que los fenómenos psíquicos sean reductibles a los fenómenos fisiológicos; o mejor dicho, abandona esta cuestión como inútil, y no se la plantea.

Dicho punto de vista ha sido defendido primeramente por el naturalista inglés Huxley (1825-1895) de quien proviene el término epifenomenismo. El fisiólogo alemán Hering, tan importante por sus estudios acerca de la visión del color y la percepción del espacio, también lo mantenía, aunque no con tan plena consecuencia. En su teoría de la memoria, considera a ésta como una función de la materia orgánica. En este respecto ha desarrollado su pensamiento Richard Semon. En Francia también existen psicólogos epifenomenistas, como Le Dantec y Sollier.

El epifenomenismo ha sido designado por Stumpf, con razón, como un materialismo disfrazado, pues sólo dejando en la oscuridad la esencia de la relación existente entre lo psíquico y lo físico se aparta de aquella forma de la concepción del mundo. Le es común con el materialismo el defecto de no interesarse por el propio y central problema de la psicología, la actividad psíquica o de conciencia, y, asimismo, los restantes defectos epistemológicos y metafísicos. Se ha objetado en particular a los epifenomenistas que, dentro de las concepciones evolucionistas darwinianas en que se movía su pensamiento, era imposible explicar la aparición y complicación creciente de las actividades de conciencia, ya que, según ellos, son completamente inútiles por constituir algo meramente añadido a la actividad fisiológica cerebral, y, según dichas teorías evolutivas, sólo lo útil, en la lucha por la existencia, nace y se conserva.

IV. Psicología objetiva. El conductismo, del que hablaremos después, tiene un precedente inmediato en la psicología objetiva de Bechterew. Pretendió fundar, este fisiólogo ruso, una psicología objetiva; a saber: basada en la fisiología del sistema nervioso, y no en la introspección. Toda la actividad mental puede reducirse a reflejos (de aquí el nombre también de reflexología, que da a sus investigaciones en este dominio). Ahora bien; el término de estos reflejos puede ser un movimiento o una actividad de secreción glandular. De aquí que las reacciones de los sujetos sean motoras o secretoras. A ellas se dirigirá el estudio, porque la vida mental, si bien existe, no es accesible directamente a la investigación.

En análoga dirección se mueven las concepciones del psicólogo francés Pieron (15).

No entramos aquí en discusiones críticas, pues lo haremos con el conductismo, que es un desarrollo de este punto de vista.

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(15) PIERON, La psychologie objective, Revue du Mois. París, 1931.
 
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