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LOS BORGIA – CESAR BORGIA -genealogía y biografía- Diccionario Enciclopédico H-A

BORGIA: la familia de los Borgia y CÉSAR BORGIA, relato de su vida (biografía)

Índice

LOS BORGIA – CESAR BORGIA

– BORGIAGenealogía. Famosa familia originaria del reino de Valencia. Comenzó a ejercer poderosa influencia cuando Alfonso Borgia, obispo de Mallorca y más tarde de Valencia, ocupó la silla pontificia con el nombre de Calixto III. Éste tenía una hermana, Isabel, casada con Godofredo Borgia, su pariente en opinión de algunos autores, miembro de distinta familia según otros, que afirman que Godofredo no usó el apellido Borgia hasta después de su casamiento. De este matrimonio nacieron dos hijos, Pedro Luis Borgia, prefecto de Roma y lugarteniente general del patrimonio de San Pedro, y Rodrigo Borgia, elegido Papa en 1492 con el nombre de Alejandro VI, que dejó varios hijos naturales (V. ALEJANDRO VI), entre los cuales se cuentan: César Borgia, creado duque de Valentinois por Luis XII de Francia y casado con Carlota de Albret, que le dio una hija; Juan Borgia, que formó la casa de los duques de Gandía y sus derivadas, y Godofredo Borgia, progenitor de los duques de Esquilache, confundidos en una rama de los duques de Gandía.

– BORGIA (CÉSAR):Biografías. Tercer hijo natural de Rodrigo Borgia (más conocido por el nombre de Alejandro VI, Papa) y de una dama romana llamada Rosa Vanozza. Nació hacia 1457; murió frente al castillo de Viana el 12 de marzo de 1507, o en 1513 según otros. Poco es lo que se sabe del primer período de su vida. Su padre, poco después de ocupar el solio pontificio, le nombró arzobispo de Valencia y más tarde cardenal (1493), y, en una negociación con el rey de Nápoles, obtuvo para César una renta considerable y la promesa de conceder al mismo uno de los grandes oficios de la corona. Obligado Alejandro VI por el rey de Francia, Carlos VIII, a firmar un tratado de alianza, consintió que el cardenal César acompañase al monarca francés, para seguridad de éste. César, no bien llegó a Velletri, se fugó y regresó a Roma. Dícese que aconsejó la muerte de Zizim, príncipe turco, y que, ambicionando los títulos y riquezas de su hermano Luis, de quien se afirma que además estaba celoso por ser uno y otro amantes de Lucrecia, hermana de ambos, le hizo asesinar al final de una cena y mandó que el cadáver fuese arrojado al Tíber (1497). César, en efecto, heredó los feudos que su hermano poseía en el reino de Nápoles, y, autorizado por el pontífice, su padre, cambió la púrpura por la espada, lo que le permitió aspirar a la mano de una hija del monarca del último país citado. Las negociaciones a este fin encaminadas fracasaron a consecuencia de un breve pontificio dado el año anterior, breve que disgustó a la casa de Aragón y que César dijo había sido falsificado por el arzobispo Florida. Éste, cediendo a las instancias de César y para cubrir la responsabilidad de Alejandro VI, se declaró culpable; pero entonces el hijo del Papa logró que perdiera la vida en un calabozo y se apoderó de sus bienes, si bien el proyectado matrimonio no llegó a realizarse.
En 1498 César llevó al rey de Francia Luis XII la bula de divorcio y las dispensas para un nuevo casamiento, cosas ambas que aquel soberano no había aguardado para repudiar a Juana de Francia y casar con Ana de Bretaña. César asombró a todos con una magnificencia al lado de la cual palidecía el proverbial lujo de la corte francesa. Luis XII, en recompensa, dio al hijo de Alejandro VI el ducado de Valentinois con una renta de 20.000 libras y el sueldo de una compañía de 100 hombres armados, y le ofreció regalarle algunas tierras del Milanesado cuando la conquista estuviese terminada. Estrechóse aún más esta alianza por el enlace (12 de mayo de 1499) de César con Carlota, hija de Juan de Albret (rey de Navarra) y próximo pariente del monarca francés. El duque de Valentinois entró en Italia con Luis XII, que puso a sus órdenes un importante cuerpo de ejército, y en tanto que el último marchaba contra el Milanesado, César, a quien se otorgó el título de gonfaloniero de la Iglesia, y que acaso aspiraba a constituir en Italia una soberanía en provecho propio, invadió la Romaña, se apoderó de Imola, Forli, Pésaro y Rímini; rindió la plaza de Faenza, previa una capitulación en la que ofrecía al defensor de aquélla, Astorre Manfredo, un puesto distinguido a su lado; faltó al compromiso firmado prendiendo a Manfredo y a un hermano del mismo y enviándolos a Roma, donde perecieron; atacó inútilmente a Bolonia, deseoso de convertirla en capital de sus Estados, pues el pontífice le había concedido la investidura de las tierras conquistadas con el título de duque de Romaña; ganó (1501) la plaza de Piombino; fingió querer atacar al pequeño Estado de Camerino, para cuya empresa solicitó el concurso de Guidubaldo, duque de Urbino, que le envió sus tropas y su artillería; conquistó entonces fácilmente los Estados de Guidubaldo, que, avisado a tiempo, huyó a Mantua; atrajo a unas conferencias a Julio Varano, señor de Camerino, y a dos hijos de éste, y, haciéndolos morir estrangulados, quedó en posesión de aquel territorio, que, unido a las anteriores conquistas, transformó a César en uno de los príncipes más poderosos de Italia. Era el hijo de Alejandro VI, apreciado por los más famosos capitanes de la península, y gozaba de gran popularidad entre los aventureros de su época.

Atacó entonces a Florencia, a la que ya en otra ocasión había amenazado, y favorecido ahora por los Médicis desterrados, rindió algunas ciudades, pero los florentinos acudieron a Luis XII, quien mandó a César que le devolviese sus tropas y envió a la Toscana (1502) un cuerpo de ejército. Borgia retrocedió, se presentó en Asti al rey de Francia, se humilló ante él, atribuyó a sus capitanes la responsabilidad de lo ocurrido, renovó su alianza y obtuvo la promesa de un cuerpo de caballería para continuar la lucha contra los barones feudatarios de la Iglesia.

Los principales jefes del ejército de César, que en su mayoría eran señores de la Romaña, formaron en su contra una liga secreta; y aprovechándose de estas disensiones, los príncipes y señores despojados tomaron las armas y regresaron a sus Estados. César se refugió, falto de esperanza, en Imola; los florentinos quisieron ahora favorecerle y comisionaron al famoso Maquiavelo, quien fraguó con Borgia un plan sin precedentes en los anales de la traición. César entabló negociaciones con sus capitanes, diciéndoles que sus intereses eran comunes, que la soberanía que Borgia poseía era más bien nominal y en modo alguno peligrosa para los señoríos particulares de aquéllos; y cuando los hubo convencido, teniéndolos ya juntos y a su alcance, se apoderó de Sinigaglia con fuerzas que había reunido secretamente y con la ayuda de los capitanes vueltos a su partido, y después puso a los últimos en manos del verdugo. Todos perecieron, y Alejandro VI, que era cómplice en aquella traición, prendió e hizo ejecutar en Roma a varios miembros de la familia de los Orsini.

César Borgia restableció en seguida su dominación en la Romaña, y su padre propuso al Sacro Colegio que aquél fuera proclamado rey. Había llegado al sumo grado de poderío, cuando un acontecimiento inesperado arruinó el edificio de su fortuna. Alajandro VI (Véase) murió, víctima de un envenenamiento según parece, y su hijo César se sintió aquejado por un mal misterioso que no le permitió tomar las medidas que las circunstancias y sus intereses reclamaban imperiosamente. César, que había sido trasladado por voluntad propia al castillo de Santángelo, ordenó el robo del tesoro pontificio. Conocida la muerte de Alejandro, todos los barones de la Romaña recobraron, por la fuerza de las armas, sus posesiones. Los Colonna, los Orsini y otros señores atacaron en Roma a las tropas de César; Pío III, elegido Papa, murió a los 26 días; sucedióle Julio II, ardiente enemigo del ambicioso Borgia que, retenido algún tiempo como prisionero, sólo pudo obtener su libertad abandonando todas sus posesiones, que en definitiva aprovecharon al poder temporal de los Papas. César se refugió en Nápoles, al lado del virrey Gonzalo de Córdoba, que le acogió con benevolencia, toleró que hiciese nuevos armamentos y concluyó por prenderle y enviarle a España. Encerrado en el castillo de Medina del Campo, fugóse a los dos años, se retiró a Navarra, donde reinaba su cuñado, que le otorgó un grado elevado en la milicia, y murió de un tiro en el sitio de Viana, combatiendo contra los castellanos.

César Borgia aparece ante la historia como el ideal monstruoso del tirano y como el tipo odioso del Príncipe de Maquiavelo. Poseía brillante inteligencia, mas no, como se ha dicho, facultades extraordinarias de talento. No abrigó en su pecho sentimiento alguno generoso y digno, y así se explica que Maquiavelo, admirador de todas las monstruosidades, le haya elogiado presentándole (El Príncipe, cap. VIII) como ejemplo a los soberanos y jefes de pueblos, y proclamándole sin vacilación el hombre más grande de su tiempo.