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Los placeres y dolores sensibles

 

PSICOLOGÍA ELEMENTAL

José Moreno Castelló

Índice general

J.  Moreno Castelló – Psicología Elemental                               1ª parte – Psicología empírica – Cap. IV – Sensibilidad interna

Artículo II – Placer y dolor

Siendo la sensibilidad en el alma humana una de las varias facultades de tan privilegiada substancia, fácilmente se ve ligado o seguido su ejercicio del de las potencias superiores, de las cuales carece el alma irracional. De aquí el que a veces se confundan los actos, pues no están separados los diversos instrumentos que inmediatamente los producen, ni en el alma se muestran con la analítica separación que para facilitar su examen efectúa la mente, valiéndose de la abstracción.

Además, usando los mismos términos, damos a conocer fenómenos que corresponden al doble orden, sensible y espiritual. Y bajo el punto de vista en que ahora hacemos el estudio de la sensibilidad, la denominamos afectiva, para significar las modificaciones o inmutaciones que el alma experimenta, las cuales se manifiestan en dos estados principales, que se señalan, respectivamente, con los nombres de placer y dolor. Y añadiremos la calificación de sensibles, para diferenciarlos de los llamados espirituales, que corresponden a una superior esfera, de que después nos ocuparemos, y que lleva el nombre de sentimiento

También pertenecen a la sensibilidad afectiva ciertos impulsos, inclinaciones o movimientos, que llevan al sujeto hacia objetos sensibles, o le apartan de ellos, y tanto aquélla tendencia como esta repulsión, suelen convenir a necesidades propias de la naturaleza inferior, y son manifestaciones especiales de la sensibilidad, que en este caso recibe el nombre de apetito sensitivo, que luego estudiaremos.

Al fijar la atención en los fenómenos correspondientes a la sensibilidad afectiva, pronto entendemos la grave dificultad que ofrecen para su definición. El sentir es acto de tal simplicidad, que el mismo sujeto que lo experimenta no acierta a explicarlo. Las sensaciones agradables o desagradables, placenteras o dolorosas, se suceden en el alma; sentimos los estados extremos; queremos prolongar los primeros y menguar los segundos, y solo con el nombre los damos a conocer a los que sienten, a su vez, idénticas afecciones.

En los animales irracionales, estos estados van en armonía con el instinto, que les impulsa o detiene, como freno seguro y beneficioso para su propia conservación. El hombre, poseedor de superiores medios para enfrenar las nocivas tendencias, se deja llevar con frecuencia de semejantes impulsos, y abusa lastimosamente de sí mismo, oscureciendo la noble luz de su razón.

No todas las sensaciones producen en el alma los estados extremos de placer o dolor. Muchas de ellas no ofrecen ese carácter, por más que en todas exista como el germen, por decirlo así, de dichas afecciones. Convenientes es por otra parte a nuestro propio ser que no se pronuncien y repitan los intensos estados, que habrían de ocasionar daños seguros en nuestro organismo.

El hombre lleva en su alma las facultades reguladoras de todos sus medios de acción. En la admirable economía de su alta constitución, existen poderes bastantes para regular el ejercicio de todas las formas de su actividad, y no es difícil entender que la dirección y el imperio debe corresponder a las facultades espirituales. Si deja obrar libremente las tendencias y los impulsos de su naturaleza inferior, pronto el placer se trocará en dolor y el abuso engendrará el hastío.

Por último, de la coexistencia y enlace estrecho de nuestra doble naturaleza y de las facultades del alma, depende el que por tránsito fácil, se llegue de lo físico a lo espiritual, y los fenómenos de la sensibilidad afectiva vayan como a reproducirse o reflejarse, por lo menos, en la alta esfera de la inteligencia.

Esto constituye el hecho de los placeres y dolores espirituales, que ofrecen el mismo carácter de simplicidad que los anteriormente estudiados, si bien guardan proporción con la superior naturaleza a que se refieren, y por lo mismo presentan cierto enlace con los actos morales; son más puros, menos fugaces, y a veces tienen cierto grado de intensidad, que aventaja a la que de ordinario distingue especialmente a los placeres físicos.

J.  Moreno Castelló – Psicología Elemental                           1ª parte – Psicología empírica – Cap. IV – Sensibilidad interna – Art. 2