best microsoft windows 10 home license key key windows 10 professional key windows 11 key windows 10 activate windows 10 windows 10 pro product key AI trading Best automated trading strategies Algorithmic Trading Protocol change crypto crypto swap exchange crypto mcafee anti-virus norton antivirus Nest Camera Best Wireless Home Security Systems norton antivirus Cloud file storage Online data storage
tes

Torre de Babel Ediciones

Las universidades en la Edad Media

UNIVERSIDADES– HISTORIA DE LA EDUCACIÓN

Las escuelas de los conventos y de las iglesias que habían reemplazado imperfectamente a las romanas, aunque en apariencia diversas, se proponían un mismo objeto, la instrucción de los aspirantes al estado eclesiástico. Mas reconocióse luego la insuficiencia de esta educación y se formaron sociedades de sabios y de jóvenes estudiosos, independientes en gran parte, por lo menos en su origen, de los príncipes, de los magistrados y aun del clero, y fundaron academias y escuelas seculares, llamadas en España estudios generales y particulares, de los cuales muchos se convirtieron después en universidades autorizadas, confirmadas por los papas y los reyes, que les concedieron varios privilegios y prerrogativas.

 Principiaron a establecerse estas escuelas y universidades en los siglos diez y once, y a recibir privilegios de los reyes y principalmente de los papas en el doce. Desde entonces al ordenar la creación de una universidad, o bien se reproducían los privilegios de otras, o bien se trataba de superarlas en munificencia. De aquí la vida más libre de maestros y discípulos, de aquí la afluencia de alumnos, de aquí la decadencia de las escuelas eclesiásticas que habían tenido vinculado el derecho exclusivo de enseñar, y de aquí también los desórdenes, graves muchas veces, de los estudiantes.

De la comunidad o asociación de varias personas para un fin determinado, vino el nombre de universidad, a que, se agregaba y aun se agrega el calificativo literaria por proponerse la enseñanza. La prueba de que este nombre no viene de la universalidad de la ciencia, como pudiera creerse, consiste en que en su origen muchas universidades no tenían mas que una facultad, en la cual se enseñaba una ciencia especial. Poco a poco fueron agregándose otras posteriormente siendo la última y menos estable la de medicina, la cual dependía de algún médico famoso, cuya muerte o cuya dimisión solía llevarconsigo la caída de la facultad.

La primera escuela estable de medicina de gran renombre a mediados del siglo once, fue la de Salerno. Parece que tuvo origen en el convento cercano del monte Casino y que fueron profesores médicos árabes. Duraban les estudios cinco años, además de otros tres preparatorios de filosofía. En los primeros tiempos los médicos de Salerno, como los demás, eran al propio tiempo cirujanos, pero más adelante habiéndose encargado de la enseñanza los eclesiásticos, a quienes estaba prohibida la efusión de sangre, se separaron estos estudios, dejando en las universidades sólo el de la medicina.

La escuela de derecho de Bolonia, fundada a principios del siglo doce, adquirió muy pronto renombre casi europeo, concurriendo a ella alumnos de toda Europa, especialmente desde mediados del siglo doce en que se introdujo el derecho canónico, que debían estudiarlo los teólogos y jurisconsultos. Los primeros bajo el nombre de decretistas defendían los derechos del papa, y los segundos bajo el de legistas los del emperador, de suerte que llegaron a formar dos campos rivales. Agregáronse sucesivamente a esta escuela la medicina, la cirugía, la filosofía y la teología, dándole tanta importancia que a mediados del siglo trece contaba diez mil estudiantes. En Bolonia fue donde se manifestó primero el espíritu de corporación que dominaba en la época, clasificándose los alumnos por naciones, auxiliándose mutuamente y eligiendo rector todos los años.

La universidad de París, fundada por el mismo tiempo que la de Bolonia, salió de las escuelas del monte de Santa Genoveva, de San Victor y de la episcopal, en que se enseñaban principalmente las siete artes liberales. No aparecía un hombre distinguido en alguna ciencia que no viniese a enriquecer la escuela, tomando parte en la enseñanza; mas no puede decirse que estos ensayos constituyesen ya la universidad. Los primeros vestigios ciertos de reunión de estas escuelas en academia datan del año 1200 en que Felipe Augusto hizo rodear de un muro y un foso el barrio de París destinado a la enseñanza universitaria. Formando ya un cuerpo las escuelas, se exigía por lo común permiso para enseñar, y los maestros y los estudiantes que acudían de todos los puntos de la Europa cristiana, se dividían en cuatro naciones o provincias con los nombres de Francia, Inglaterra o Alemania, Normandía y Picardía, distinción conservada hasta la revolución de 1789. Los diputados de las cuatro naciones nombraban al rector, llamado al principio capital, jefe temporal de la universidad.

El rectorado existía en casi todas las universidades de aquella época a excepción de las de Inglaterra, sin que se sepa a punto fijo si fue anterior o posterior el título de canciller. La hostilidad entre los discípulos de diferentes naciones dio lugar a que a veces hubiese dos rectores independiente uno de otro. El nombramiento se hacia al principio por seis semanas, luego por seis meses, y hacia el siglo diez y siete por dos años. En Pádua lo eran a la vez dos o tres estudiantes hasta 1738, y en otras universidades, entre ellas algunas de España, correspondía este cargo a los bachilleres y hacían la elección los estudiantes.

Lo que caracterizaba la universidad de París era la multitud de ejercicios públicos, los certámenes científicos, las continuas luchas con los monjes mendicantes, con el gobierno y aún con el papa, siempre con grande independencia. Tomó también parte en las contiendas entré los orleanistas y el duque de Borgoña. Es digno asimismo de notárse la prohibición de enseñar el derecho civil, hecha por Honorio III en 1220, la cual la extendió Inocencio IV a otras muchas universidades, permitiendo, sin embargo, en Roma la enseñanza del derecho civil y canónico.

Por lo demás, aunque con ligeras excepciones, efecto de las circunstancias, el programa de enseñanza, el método y la posición civil de los catedráticos eran iguales en las universidades principales, distinguiéndose unos de otros principalmente por la clase de estudiantes. Los de Bolonia eran por lo común jóvenes acomodados y eclesiásticos; en París dominaban los teólogos, de manera que para tener cierta autoridad en este ramo era preciso haberse doctorado en aquella universidad.

Donde primero tuvieron sueldo del estado los profesores fue en Bolonia, para que no se marchasen los hombres distinguidos; en París se les asignaban beneficios eclesiásticos hasta mediados del siglo diez y seis en que se los dotó.

En los primeros tiempos los teólogos explicaban algunos libros de la Biblia y de los PP. de la Iglesia; los jurisconsultos interpretaban las pandectas y decretales hasta el tiempo de Luís XI en que se introdujo el derecho romano en sus estados; la medicina estaba reducida a un empirismo grosero, leyéndose cuando más a Galeno e Hipócrates; para la filosofía estaba adoptado Aristóteles. Desde mediados del siglo doce los profesores compendiaron estos libros añadiéndoles algunas explicaciones llamadas glosas. Unos explicaban, otros se entretenían en dictar aunque estuviese prohibido por los reglamentos. Al principio leían los estudiantes obras útiles, contentándose después con los compendios y con argumentaciones pueriles, abandonando el estudio de la historia y el de las lenguas antiguas. Posteriormente en 1312 estableció el papa en Roma, París, Oxford, Bolonia y Salamanca profesores de lenguas hebreo, árabe y caldea.

Desde entonces multiplicáronse las universidades creándose en Francia la de Tolosa en 1233, la de Montpeller en 1329, la de Orleans en 1305 o 1307, la de Perpiñan en 1348 o 49, la de Poitiers poco mas adelante, la de Caen en 1431; en Inglaterra la de Oxford, una de las mas antiguas de Europa; en Alemania la de Praga en 1348, las de Leipzic, Rostock, Ingolstadt, Viena, Heildelberg, Basilea, Erford y otras muchas.

En España, según los curiosísimos datos reunidos por el señor Gil de Zárate en su importante obra De la Instrucción pública en España, creáronse multitud de estas escuelas, de que vamos a dar sucinta idea, siguiendo al mismo autor

La de Palencia, fue fundada por don Alonso VIII de Castilla por los años de 1212 a 1214.

La escuela de la catedral sirvió de base a la universidad de Salamanca, agregando algunos estudios importantes a principios del siglo trece Alonso IX, a quien se atribuye su fundación por algunos. La confirmó Fernando y la sancionó el papa Alejandro IV en abril de 1255, contándola con las de París, Bolonia y Oxford como uno de los cuatro estudios generales del orbe. Era frecuentada por estudiantes españoles, portugueses y aún alemanes, y los graduados en ella podían enseñar en todas partes.

En la de Lérida, fundada por D. Jaime II en 1.º de septiembre de 1300, se enseñaba derecho civil y canónico, medicina y filosofía.

El papa Clemente XI confirmó en 1346 los privilegios de la de Valladolid, que eximia ya en tiempo de Alonso el Sabio. Dábanse en ella las enseñanzas de filosofía, leyes, teología, cánones y medicina.

Atribuyese la fundación de la de Huesca a Sertorio, por lo cual se llamaba sertoriana; pero es lo cierto que la creó o lo restableció don Pedro IV en 1354, obteniendo la confirmación del papa Paulo II en 19 de octubre de 1464, con todos los privilegios, libertades y exenciones de las de Tolosa, Lérida y Bolonia. Enseñábase gramática y retórica, filosofía, leyes, teología, cánones y medicina.

La de Luciente se estableció en 1423 y fue confirmada por Sisto V.

La de Barcelona, fundada en 1430, obtuvo la autorización de Nicolás V, y después de varias vicisitudes fue trasladada a Cervera en 1714. Las enseñanzas venían a ser las mismas que las de las otros escuelas.

La de Gerona, creada en 9 de mayo de 1446, fue confirmada por Paulo V en 29 de mayo de 1605.

Fundóse la de Sigüenza en 1472, y en 1770 quedaron reducidos sus estudios a los de filosofía y teología.

Preténdese que el origen de la de Zaragoza se remonta al tiempo de los romanos; pero no tuvo el carácter de universidad hasta que Sisto IV expidió un breve a su favor declarándola universidad de artes y filosofía, con la facultad de conferir grados y con las prerrogativas que disfrutaba la de París. En 10 de septiembre de 1542, Garlos V le concedió nuevos privilegios, autorizándola para enseñar teología, cánones, leyes, medicina y demás ciencias lícitas y aprobadas, gracia que fue confirmada por Paulo IV en 26 de mayo de 1513.

En la de Ávila, fundada por los reyes Católicos en 1482, se enseñaba artes o filosofía, teología, cánones, y en algún tiempo el derecho civil.

Alejandro IV expidió dos bulas en 20 de enero de 1500, instituyendo por la primera la universidad de Valencia con los goces y preeminencias de las demás, y nombrando por la segunda jueces conservadores de la misma. Don Fernando el Católico reconoció la nueva universidad otorgándole los mas amplios privilegios.

En 17 de diciembre de 1504 concedió autorización para crear la universidad de Santiago Julio II, y fue aprobada la citación por Fernando el Católico en 1.° de setiembre de 1509. Enseñóse gramática, artes, teología, cánones, leyes y medicina.

Aunque D. Sancho el Bravo concedió un privilegio para fundar una escuela en Alcalá, no se establecieron cátedras sino en virtud de la bula de Pió II, expedida en 16 de julio de 1459. En 14 de marzo de 1498 el cardenal Jiménez de Cisneros puso la primera piedra del edificio por su propia mano, y en 15 de abril del siguiente expidió el papa Alejandro VI dos bulas, una aprobando la creación de la escuela y otra autorizándola para conferir grados mayores y menores. No se llamaba, sin embargo, universidad hasta que se publicaron las constituciones en 23 de marzo de 1513. En los principios no se consintió la enseñanza del derecho. La ciudad de Sevilla obtuvo de los Reyes Católicos real cédula, expedida en 22 de febrero de 1502, para la fundación de la universidad, y obtuvo la autorización del papa Julio II.

La universidad de Toledo fue fundada en 1520 con real aprobación. La de Sahagun, en el reino de León, fue establecida por una bula de Clemente VII expedida en 1534.

La de Irache en Navarra es la misma de Sahagun, trasladada a este punto con autorización de Paulo V en bula expedida en 1605.

La de Granada fue autorizada por la Emperatriz regente del reino a petición del cabildo eclesiástico, acordada en 11 de noviembre de 1537.

La de Lucena se fundó en 1533.

La de Oñate se erigió en 1542, obteniendo antes bula de Paulo tercero.

La de Gandía por privilegio concedido por Paulo III en 4 de noviembre de 1547 y con la aprobación posterior de Carlos V.

La de Osuna en 1549.

La de Osma en 1554.

La de Almagro en 1553.

La de Oropesa fue fundada por Álvarez de Toledo, virrey que fue de Perú.

Pío V, por bula de 16 de febrero de 1565, aprobó la de Baeza.

La de Orihuela fue fundada en virtud de bula de Pío V, expedida en 29 de julio de 1568 y reconocida por Felipe IV en 36 de noviembre de 1646.

La de Tarragona, fundada en 1572, obtuvo la autorización de Gregorio XlII en 1574.

La de Vich obtuvo autorización para conferir grados en 1599 en filosofía y artes.

La de Oviedo, después de varios obstáculos, quedó definitivamente establecida en 28 de mayo de 1604, obteniendo antes bula de Gregorio XIII.

En Pamplona tuvo una especie de universidad el convento de dominicos, establecimiento aprobado por Urbano VIII en 1623 y por Felipe IV en 1630.

La de Estella no llegó a establecerse hasta 1829.

La de Mallorca, después de varias autorizaciones, se estableció en 28 de abril de 1626 y obtuvo la pontificia de Clemente X en 17 de abril de 1673.

La de Tortosa fue autorizada en 1645 por Felipe IV.

La de Corvera se erigió en 11 de mayo de 1717 por Felipe V.

La de San Cristóbal de la Laguna, en Canarias, fue establecida en virtud de bula de Clemente XI, expedida en 1704, confirmada por otra de 1744 y por real orden de Felipe V de 18 de junio del mismo año.

Los grados de bachiller, de licenciado y de doctor se conferían en las universidades con grandes ceremonias significativas, después de exámenes nulos en el fondo y de mucho aparato en la forma. Las tesis sostenidas en la de París se dividían en muchas clases, en mayor o menor; en sabatina o tentativa y en sorbónica pequeña y grande. En esta última el candidato, sin comer ni beber y sin dejar su puesto, debía sostener y rechazar los ataques de veinte opositores y ergotistas que se reemplazaban de media en media hora y le hostigaban desde las seis de la mañana hasta las siete de la noche.

El bachiller podía en ciertos casos dar lecciones públicas, pero sin que produjeran siempre efecto académico. Los profesores de teología unos se ensayaban en interpretar la Biblia, otros mas adelantados interpretaban las sentencias y los superiores explicaban la suma

En París para enseñar las artes se requería veintiún años de edad y seis de estudios; los bachilleres para hacerte licenciados o maestros debían estudiar dos años con un doctor o maestro en artes. Según un reglamento de 1336, para la licenciatura en teología se requerían diez y seis años, siete de estudios y nueve de práctica, y bastaban nueve para el doctorado en medicina. Dos años de estudios de teología en otra universidad se conceptuaban como uno en la de París, y aun para eso era preciso que la universidad contase seis regentes en artes, por lo menos.

Los privilegios concedidos por los papas, confirmados pon los reyes y emperadores, lejos de sostener la aplicación y una disciplina severa, produjeron el efecto contrario. Los profesores disfrutaron de una libertad que degeneraba en licencia. Los estudiantes se sustraían a la justicia secular en las causas criminales, su habitación era inviolable para la justicia ordinaria, y disfrutaban otros privilegios tan seductoras que muchos jóvenes conservaban el nombre de estudiantes para aprovecharse de las ventajas concedidas a estos. Por mas disposiciones que se adoptaron para evitar los abusos a que tal orden de cosas daba lugar, se habían arraigado en tales términos, que no había medio de destruirlos; tanto que muchos de ellos han llegado hasta nuestros días.

tes