PSICOLOGÍA ELEMENTAL
José Moreno Castelló |
J. Moreno Castelló – Psicología Elemental 1ª parte – Psicología empírica – Cap. X – Praxología. De la voluntad
Capítulo X. Prasología. De la voluntad. Artículo IEs un hecho, fácil de ser observado, el de que los seres todos han recibido del Hacedor supremo una naturaleza que los impulsa y mueve hacia los objetos que le son convenientes y que poseen los medios necesarios para llegar a su respectivo término. Y esto no sólo se cumple respecto de los seres superiores, sino también en cuanto a los inferiores e inanimados, los cuales son movidos al cumplimiento de tan sabia ley, encaminándose, sin desviación, hacia los objetos que sirven de término a su natural tendencia. Puede afirmarse que existe en esto una proporción gradual, en consonancia con la naturaleza y perfección de los seres que forman la vasta esfera de lo creado; pero sólo el hombre conoce el objeto que la razón propone en concepto de bien, bajo cuyo aspecto puede ser querido por la voluntad, y además descubre la relación que le une, como sujeto, con el objeto que ha de servir de término a su acción. La tendencia natural de cada ser va siempre a parar a una realidad, a un objeto que por servir de complemento a la potencia que actúa, se denomina bien. El término opuesto, o sea el mal, carece de existencia positiva y no puede servir de término y quietud al impulso que arranca de la naturaleza de los seres. (1) Es indudable que existe en nosotros una particular inclinación, que nos estimula a poseer los objetos aprehendidos por las potencias cognoscitivas. El movimiento de aquel impulso originario corresponde a las facultades expansivas. La más excelente de ellas, se llama voluntad, y se define: la facultad de querer o de no querer aquello que el entendimiento conoce y le propone bajo concepto de bien Esta definición abraza: 1.° el atributo esencial de la voluntad humana, o sea la libertad; 2.° Una relación entre el entendimiento y la voluntad; y 3.° El objeto propio de esta la facultad. Varios a examinar estos capitales conceptos, y empezaremos por el objeto de la voluntad. No existe potencia alguna en el alma que, al ponerse en ejercicio, no vaya en sentido de un objeto conveniente a su impulso, y que por lo tanto constituya su bien. La voluntad, que es una de las principales facultades de nuestra alma, no habría de carecer de objeto, ni éste dejaría de guardar proporción con la excelencia de la facultad. Lo tiene en efecto, y le conocemos bajo el nombre genérico de bien. El objeto propio de la voluntad, que es el bien, se divide en adecuado y proporcionado El adecuado consiste en el bien universal y perfecto, conveniente a la naturaleza misma de la facultad, y por el cual se siente de continuo solicitada y atraída. Lo quiere, aunque por modo abstracto, necesariamente; y no puede llegar hasta él en la presente vida. Semejante bien sólo en Dios reside, principio y fin de todas las cosas. El objeto proporcionado no es otro que el bien o los bienes particulares, que, siendo participaciones del bien universal, no tienen fuerza para ocasionar con su presencia el acto de la voluntad. Aquel bien que constituye el objeto propio y adecuado de la voluntad, es el bien todo, al cual damos el nombre de felicidad, suma de todos los bienes y único objeto capaz de aquietar y satisfacer la ingénita aspiración de nuestra alma. Para que el acto voluntario no se confunda por nosotros con los procedentes de otros principios próximos de acción, hay que tener en cuenta que él debe provenir de la facultad, siendo precedido del conocimiento del objeto, y a la vez del fin y de la relación que con el objeto nos une. He aquí cómo aparece el concepto de la relación de dependencia extrínseca, de la voluntad para con el entendimiento. El ejercicio de éste, como facultad superior de conocer, ha de preceder al de la voluntad, como facultad expansiva. Esta verdad innegable se halla expresada en las frases: «Nihil volitum quin praecognitum: ignoti nulla cupido. La voluntad, como facultad inorgánica que es, goza del mismo privilegio que el entendimiento, y ambas facultades acreditan la espiritualidad del alma y por ellas el hombre es un ser moral, capaz de entender y obrar de acuerdo con las supremas leyes, que deben servir de regla y norma a su conducta. Por último, a la voluntad acompaña un noble y singular atributo, que afecta a su naturaleza; una admirable propiedad esencial, que se designa con el nombre de libertad de albedrío o libre albedrío Ejercitando o haciendo uso de esta propiedad, las determinaciones de la voluntad se dirigen y terminan en los objetos de su elección, no tendiendo a ellos ni por irresistible impulso que arranque de su naturaleza, ni por causa externa que le obligue a la determinación. Dada la exclusión de esas dos especies de necesidad, una interna y otra externa, que acabamos de indicar, hemos de considerar a la voluntad enteramente libre, como dueña y señora de sus actos, determinándose o no, según le plazca, hacia el objeto propuesto por el entendimiento. Supone, pues, la libertad, la existencia y acción del entendimiento y de la voluntad, y por esto Santo Tomás definió el libre albedrío: Facultas voluntatis et rationis. (2) Los caracteres que distinguen al acto libre, son: 1.° Que la determinación siga a la representación, debida al entendimiento, el cual lo muestra a la voluntad, bajo razón o concepto de bien particular. 2.° Que el acto proceda del agente, arrancando de la facultad, con exclusión de necesidad interna y externa. (3) __________ (1) J. Prisco.- Elem, de Fil. espec. T. I. p. 281 (2) Z. Gonz: Fil. elem.- T. II. p. 417 |
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