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Problemas de la psicología filosófica

 

PSICOLOGÍA ELEMENTAL

José Moreno Castelló

Índice general

J.  Moreno Castelló – Psicología Elemental          2ª parte – Psicología racional – Cap. I – Substancialidad del alma humana

Artículo VII – Últimos problemas de la Psicología (1)

Tres son las interesantes cuestiones cuyo planteamiento y posible solución pone fin a nuestro no largo trabajo.

Refiriéndose el estudio del alma a su estado actual, no es posible prescindir de su unión con el cuerpo; he aquí el primer problema

Hallándose, como lo está, unida al cuerpo, es preciso averiguar si reside en solo una parte, en varias o en todo él. Esta es la segunda cuestión

Por último, la substancia simple, espiritual e inmortal, como finita y contingente, ha tenido seguramente un origen. Este es el tercer problema

Vamos a ocuparnos brevemente de cada una de estas interesantes y trascendentales cuestiones.

1ª De la unión del alma racional con el cuerpo.

Misterio, y grande, encierra el enlace de los dos elementos, cuyas respectivas naturalezas ofrecen radical oposición. Resultado de tan estrecho vínculo es el ser humano, o lo que es igual, una tercera y nueva substancia, distinta, a su vez, de cada uno de los dos principios que concurren a su formación.

No sería bastante para producirla la simple agregación de los componentes; era preciso que existiera entre ellos como una compenetración, que diera por resultado un ser que participando de las propiedades del uno y del otro, fuese en realidad distinto y más perfecto que cada uno de ellos. Tan admirable efecto sólo puede ser producido por la unión substancial que enlaza íntimamente dos substancias incompletas, y que por la unión substancial se completan recíprocamente, formando una nueva esencia específica, cual es el hombre.

A pesar de tan estrecho vínculo, cada uno de los coprincipios substanciales conserva su propia naturaleza.

El hombre forma una persona, es decir, un ser subsistente de naturaleza racional. (2)

Y en efecto, por ella toma, por decirlo así, un ser real la resultante de la unión, significándose por la palabra yo, que expresa un sujeto que es principio de acción y de pasión y al cual referimos tanto las afecciones del cuerpo como las del alma. Tal es el hombre.

2.° problema.— Del sitio o lugar del cuerpo donde reside el alma.

A dos únicamente pueden reducirse las numerosas opiniones formuladas por los filósofos: o el alma reside en un órgano, cualquiera que éste sea, o está toda en todo el cuerpo y toda en cada una de las partes del mismo.

Varias razones destruyen la primera opinión. No hay razón bastante para fijar un determinado órgano como asiento único del alma. Hay muchos esenciales para vida física y en igual caso se encuentran varios elementos, que, sin ser propiamente órganos, son de todo punto necesarios para la vida.

El suponer al alma residiendo en un solo lugar, vale tanto como desconocer sus nobles atributos esenciales y renunciar a la explicación satisfactoria del influjo y acción del alma sobre partes distintas y remotas del órgano o parte, lugar único de su residencia.

Residir en un solo lugar, solo conviene a los cuerpos, que, estando formados de partes, tienen cantidad, y su extensión necesita espacio proporcionado a ella.

Se acredita, en cambio, que el alma reside toda en todo el cuerpo y toda en cada una de las partes del mismo, considerando que todas las partes y miembros del cuerpo se llaman humanos, lo cual significa que esta materia goza de la presencia del alma y todas sus partes se hallan informadas y vivificadas por el alma misma.

La simplicidad e inextensión del alma permiten su presencia en todo el cuerpo.

La sensación se efectúa en los diversos órganos, mediante la virtud sensitiva que el alma les comunica, hallándose presente en ellos; y como el alma es el sujeto y este sujeto es simple y lo simple no admite división, claro es que su presencia significa y supone la totalidad de su ser.

Concedemos, sin embargo, que por el modo de obrar, el alma manifiesta su actividad por medio de diferentes partes del cuerpo, y por esto puede afirmarse, con razón, que en cuanto a su virtud operativa reside en los diversos órganos que son instrumentos de muchas de sus facultades.

3er. problema. Del origen del alma humana.

Si el alma hubiera existido siempre, tendría la eternidad del principio, sería Dios. Esto afirma el panteísmo y algo muy semejante, Platón, Pitágoras y algunas escuelas de la antigüedad.

Ni como determinación individual, ni como emanación o derivación de la substancia divina, dejaría el alma humana de poseer los atributos de la divinidad. Baste nuestra conciencia para refutar tan atrevida e infundada doctrina.

No proviene ni puede provenir el alma del hijo del alma, ni mucho menos del cuerpo, de los padres. No es del alma, porque habría de trasmitirse toda o parte. Si lo primero, el que la trasmitiera habría de quedar sin ella, y la experiencia lo desmiente. Lo segundo no es posible, por oponerse a ello la simplicidad del alma.

Las teorías que sostienen que el alma procede del cuerpo o es formada por él, cualquiera que sea la explicación que pretendan dar del asombroso hecho, queda fácilmente destruida, sin más que invocar el siguiente universal y racional principio axiomático: «Ningún, efecto puede jamás aventajar en naturaleza a la causa que lo produce

Concluyamos diciendo que el origen del alma es la creación de la nada, lo cual sólo puede ser obra de Dios, causa primera que la produce inmediatamente para que informe al cuerpo y sea en el principio único de actividad y de vida. El alma humana es creada por Dios para que se una al cuerpo, y por la unión substancial de ambos elementos, quede constituido el hombre, que en sí lleva este profundo misterio y a quien no le es dado sorprender el momento en que el elemento simple y espiritual viene a ennoblecer y dar vida a su organismo.

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(1) Al juicio de los profesores queda el suprimir o no en la enseñanza lo que resta hasta la conclusión.

(2) J. Prisco-. Elem. De Fil. esp. T. II. P. 83

J.  Moreno Castelló – Psicología Elemental          2ª parte – Psicología racional – Cap. I – Substancialidad del alma humana. Art. 7