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Torre de Babel Ediciones

Psicología de W. James – Temas y problemas de la psicología – 5

APÍTULO V 
La psicología de W. James (1842-1911)

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La Psicología americana del siglo XIX – Significación de W. James – Cuestiones que hay que estudiar – El problema de la psicología – La Psicología, ciencia natural – Psicología y filosofía – Conciencia y medio – El sistema de la conciencia – Las características de la conciencia – Lo psíquico no es un agregado de partes – La conciencia tiende a ser personal – Los contenidos de conciencia se hallan en un fluir constante – Continuidad de la conciencia – La conciencia se refiere a objetos – La conciencia es selectiva – El Yo y la personalidad – Psicología de la religión – Parapsicología e inmortalidad del alma – Influjo de James – Bibliografía

  
En cuanto al Yo material, el elemento central suyo es el cuerpo, del cual unas partes están más relacionadas con él que otras. Pertenecen además a este Yo los vestidos, nuestra familia, nuestro hogar, nuestras obras, etc. Como se ve, la determinación del concepto es absoluta. El Yo social «es la consideración que un hombre obtiene de su medio» (11). En su modo de ser, el individuo depende de su medio; así, un hombre tiene tantas personalidades sociales como medios a que pertenece. Por ejemplo: el director de una prisión tiene un Yo dulce en su casa, y una personalidad áspera en la cárcel. Ejemplo de lo mismo lo tenemos en expresiones como ésta: «Como hombre, os compadezco; como funcionario, me sois indiferente».

«Por Yo mental, en la medida que pertenece a nuestra personalidad empírica, no entiendo uno u otro de los estados mentales que atraviesa nuestra conciencia, sino más bien el conjunto de todos esos estados totalizados, nuestras facultades y nuestras tendencias psíquicas consideradas como una realidad consciente. Este conjunto puede servir en cada instante de objeto a nuestro pensamiento y darnos emociones análogas a las que despiertan los otros elementos de nuestro Yo empírico» (12). Se distingue de ellos por el privilegio de sernos interior. En cuanto a la interioridad, distinguimos en el YO espiritual diferentes aspectos. El más externo es la percepción e imaginación. Más profunda es ya la vida emotiva. Por último, lo más hondo es el sentimiento de actividad. La jerarquía de los Yo empíricos es también una jerarquía ética.

Parece, en la observación de nosotros mismos, que existe detrás de este Yo empírico un sujeto siempre idéntico que conoce toda aquella personalidad empírica suya. ¿Hay que suponer entonces, quizá, una personalidad oculta y trascendente, además de aquella empírica y que aparece ante nuestra investigación? Las soluciones que se han presentado en la historia de la filosofía son dos. Para unos, existe realmente aquel Yo puro oculto, trascendente y permanente; es el alma sustancial. Para otros, este Yo idéntico y permanente se confunde con la corriente de la conciencia. James se decide por el segundo punto de vista, a saber: el Yo puro y el Yo empírico son en el fondo lo mismo. El problema, pues, está en explicar la coincidencia de estos dos Yo. Para ello es preciso antes explicar la identidad, la permanencia del Yo puro, en la corriente de la conciencia, que parece su nota distintiva e irreductible. Así dice James: «Cada uno de nosotros tiene inmediatamente conciencia de lo que se entiende por Yo: una realidad idéntica consigo misma, y esto constantemente. Precisamente dicha experiencia es la que ha conducido a la mayor parte de los filósofos a postular detrás del estado de conciencia que transcurre, una sustancia que permanece y de la cual aquél no sería más que una modificación, un agente permanente de la cual aquélla no sería más que un acto. Este agente seria el pensador; emplearía el estado de conciencia como un mero instrumento, como un simple medio. Alma, Yo trascendente, espíritu, etc. son nombres que expresan la realidad sustraída al fluir de la conciencia» (13).

Según James, como acaba de indicarse, el primer paso que tenemos que dar es examinar qué entendemos por esta identidad. Se trata meramente, nos dice, de un juicio acerca de una identidad que nada tiene de misterioso y es análogo a otros tantos juicios acerca de identidades. «Yo soy el mismo que ayer» es un juicio de la misma clase que «esta planta es la misma que vi ayer». Así, pues, la identidad que afirmamos de nosotros mismos nada tiene de misterioso, y el problema, aquí como allí, se reduce a mostrar por qué el juicio de identidad es verdadero o falso, o cuál es su base.

Será, pues, necesario buscar en la corriente de la conciencia un elemento constante a que pueda referirse la identidad, y no se procede aquí de otro modo que en cualquier otro dominio donde llamamos idéntico un objeto por la constancia de ciertos elementos en él. En el Yo empírico no parece difícil, a primera vista, hallar algo constante; hay, es verdad, cambio, pero no dejan sin embargo de presentarse elementos comunes: los recuerdos. Existe sobre todo un elemento constante que constituye lo más hondo de nuestra personalidad empírica: el sentimiento de actividad. Éste se da unido a la representación de nuestro cuerpo. El núcleo, pues, de la identidad del Yo es la experiencia de actividad. Todo fenómeno pertenece al Yo porque está teñido, por decirlo así, por ese sentimiento de actividad.

El sentimiento de actividad, si da razón del Yo idéntico, no la da del sujeto que conoce. Mas el conocer no es otra cosa que el momento actual de la conciencia que se refiere al momento pasado y le estima como suyo. El momento presente, cada pulsación presente, se apodera del pasado. Como dice James, el Yo se apodera del . El conocer actual estima como suyo el recuerdo mediante el sentimiento de actividad.

El concepto del Yo puro es, pues, doble. Por una parte, significa el sentimiento constante de actividad; por otra, el conocimiento en cada momento presente del momento anterior pasado. El Yo puro no es más, pues, que el núcleo del Yo empírico.

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(11) Ídem, cap. XII.
(12) Psychology, cap. XII.
(13) Ídem, cap. XII.
 
(1) (2) (3) (4) (5) (6) (7)
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