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RACIONALISMO – Filosofía – Diccionario de Psicología

RACIONALISMO

     En general, se llama racionalista a toda teoría que prima el valor de la razón frente a otras instancias (la percepción, la tradición, la autoridad, los sentimientos…) En sentido amplio, se han dado muchos tipos de racionalismo en la historia: la filosofía de Parménides, el platonismo, la filosofía de Descartes (1596-1650). Incluso en psicología cabe hablar de escuelas con influencia racionalista, tal es el caso, p. ej., de la psicología cognitiva. En sentido estricto, llamamos Racionalismo o racionalismo clásico a una de las escuelas más importantes de la Edad Moderna que se desarrolla entre los siglos XVII y XVIII en la Europa continental. El racionalismo clásico tiene como representantes más destacados a Descartes, su fundador, Leibniz, Malebranche y Espinoza. Junto con la tesis principal de que es la razón la facultad cognoscitiva capaz de darnos verdades y procedimientos que garantizan la verdad, el racionalismo clásico se caracteriza por la defensa de la existencia de las ideas innatas, la admiración total por la matemática, la creencia en la existencia del alma y en su capacidad para tener intuición intelectual.

    Creerán los racionalistas que junto con las ideas que provienen de los sentidos (las llamadas por Descartes «ideas adventicias») y las que son consecuencia del poder de nuestra imaginación (llamadas por él «facticias»), hay en nosotros otras que no parecen provenir de ninguna de las dos fuentes citadas y que ya están desde siempre en nuestra mente, las ideas innatas. Estas ideas son precisamente el fundamento del conocimiento humano pues de ellas se podrá deducir mediante procedimientos puramente racionales, la totalidad de los saberes más firmes y exactos que podemos alcanzar respecto de la realidad. El conocimiento que podemos tener de estos conocimientos básicos o primeros principios es directo, inmediato, lo que los racionalistas llamaban intuición, y ofrece las características de la «claridad y la «distinción».

     Descartes quiso encontrar verdades absolutamente firmes e indudables para la fundamentación última de la filosofía y el conocimiento humano. Para esta tarea empleó la duda metódica, que le permitió llegar a la primera verdad (pienso, luego existo). La reflexión sobre esta verdad y el fundamento ontológico que la permitía, creyó Descartes, exige dividir lo real en dos grandes géneros de seres: las mentes («res cogitans«) y los cuerpos («res extensa«). A las mentes les corresponde como atributo fundamental el pensamiento, a los cuerpos la extensión, el estar en el espacio. Dios es sólo «res cogitans», los hombres «res cogitans» y «res extensa», y los animales únicamente «res extensa». Los cuerpos y las mentes, al ser ontológicamente distintos y tener propiedades distintas, necesitan también de modelos explicativos distintos. Para dar cuenta de las mentes nuestras explicaciones deben ser mentalistas y finalistas, es decir deben referirse a la mente, su comprensión de la realidad, sus intenciones y, en definitiva, a la esfera de la libertad. Sin embargo, para explicar las acciones y rasgos de los cuerpos, nos bastan las explicaciones causales naturalistas y, más exactamente, mecanicistas y deterministas. Así por ejemplo, aplicado este esquema a los animales (que, según Descartes, carecen de subjetividad y psiquismo) se entenderá que son como máquinas y su comportamiento está causalmente determinado de forma estricta. Descartes y su escuela realizaron investigaciones relativas a la fisiología de los animales y utilizaron el concepto de reflejo para dar cuenta de la conducta automática que manifiesta un organismo ante la presencia de un estímulo.
        Desde el modelo teórico racionalista la comprensión del ser humano es cualitativamente más compleja que la de los animales, puesto que el hombre consta de cuerpo y mente (dualismo antropológico). Cuerpo y mente son substancias radicalmente distintas que, sin embargo interactúan (Descartes) o parecen interactuar (Leibniz y Malebranche). Puesto que cambios en el cuerpo pueden tener su expresión en cambios en la mente, y a la inversa, creerá Descartes que deben ponerse de algún modo en contacto, y encontrará ese contacto en la glándula pineal (órgano situado en la base del cerebro).

       Descartes y el racionalismo influyeron de modo muy diverso e interesante en los desarrollos posteriores de la psicología científica. Así, por ejemplo, una línea de pensamiento destacó la primacía de la mente, la importancia que Descartes y Leibniz otorgaron a los procesos cognitivos y racionales y la matematización del pensar; esta forma de entender la subjetividad estará claramente presente en la psicología cognitiva y su comprensión del psiquismo en términos computacionales. Pero hay otro importante y curioso desarrollo de la filosofía cartesiana presente en la psicología científica: los animales no tienen mente, son pura extensión y corporeidad; sin embargo su conducta con frecuencia parece que es consecuencia de estados mentales; si nos acercamos a un perro, éste parece que nos ve, que nos recuerda e identifica, se alegra al volver a estar con nosotros, desea que lo saquemos a pasear, y actúa con inteligencia para conseguir su objetivo (por ejemplo, buscando la correa o abriendo con las patas la puerta de casa). Todos los términos destacados en cursiva en la frase anterior son mentalistas pues se refieren, al menos en su interpretación más natural, a estados o procesos mentales. ¿Cómo entender que los animales (seres sin mente) puedan tener una conducta que parece mentalista? Descartes creyó posible dar cuenta de este hecho refiriéndose a modelos de comportamiento que encontró en su época: no era raro encontrar en los jardines de los aristócratas autómatas o máquinas con aspecto de animales, de humanos o de dioses que simulaban comportamientos inteligentes y mentalistas. Naturalmente, carecían de mente; pero las partes de sus cuerpos habían sido dispuestas por los ingenieros de tal modo que mediante procesos mecánicos y puramente materiales organizaban su comportamiento como si la tuvieran. Los animales son como máquinas, sólo que no hechas por el hombre sino por Dios. Pero, dado que la materia organizada puede dar lugar a comportamiento que parece mentalista, ¿por qué no entender también al hombre en estos mismos términos? El biólogo y filósofo francés Lamettrie (1709-1751) y el filósofo y médico francés Cabanis (1757-1808) hicieron esta interpretación del ser humano (puramente materialista y mecanicista). Por su parte, el conductismo es claramente heredero de esta tradición y su concepto explicativo fundamental (el reflejo), descansa sin duda en la escuela cartesiana, transmitida por la reflexiología rusa
 
      Finalmente, es interesante también la cuestión de hasta qué punto la materia organizada puede reproducir también estados y procesos mentales, ya no en términos de reflejos y aprendizaje asociativo (al modo conductista), sino en términos computacionales, una posibilidad también abierta por el racionalismo moderno de Leibniz y Descartes. En este proyecto está inmersa la Inteligencia Artificial en la actualidad, pero Descartes negaría su realización última: hay, según Descartes, ciertas habilidades de la mente que nunca podrán reproducir las máquinas: la autoconsciencia, el lenguaje y la comprensión de la verdad; así, por ejemplo, un ordenador nunca podrá seguir la duda metódica de Descartes y captar de modo pleno y verdadero la primera verdad a la que él llego y que todos los seres humanos podemos alcanzar: pienso, luego existo.

      Ver «empirismo«.