Historia de la Filosofía
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HISTORIA DE LA FILOSOFÍA
JAIME BALMES (1810-1848) – Índice general |
Historia de la Filosofía – Jaime Balmes Capítulo XXXV – ROSCELIN, NOMINALISMO Y REALISMO
XXXV – ROSCELIN, NOMINALISMO Y REALISMO185. Aunque las doctrinas de los comentadores árabes no se propagaron mucho en Europa hasta fines del siglo XII, no faltaba, sin embargo, el conocimiento de las cuestiones que habían ocupado a las escuelas antiguas: lo cual sería debido, en parte, a la tradición científica, que nunca se interrumpió del todo; en parte, a la comunicación con los árabes, que empezaba a ejercer su influencia. Los realistas y los nominalistas nos recuerdan las cuestiones ideológicas y ontológicas suscitadas por Aristóteles y Platón. 186. Roscelin es considerado como el jefe de los nominalistas: porque sostuvo que en los universales no hay realidad alguna, que son meras palabras, sonidos, flatos vocis, como él decía; en oposición a los realistas, apellidados así porque concedían una realidad a los universales. Esta disputa, que algunos han mirado como fruto de las sutilezas de la Edad Media, se liga con lo más elevado de la ideología y ontología. 187. El hombre, para adquirir sus conocimientos, necesita de los sentidos, pero tiene ideas de muchas cosas superiores al orden sensible; y aun las mismas que pertenecen a este orden, las conoce bajo razones generales que no corresponden a la jurisdicción de las facultades sensitivas, externas ni internas. La necesidad de los sentidos, la viveza con que sus impresiones nos afectan, y la frecuencia con que las representaciones sensibles se mezclan en nuestro interior con los conceptos intelectuales, ha dado pie a ciertos filósofos para sostener que el pensamiento es la sensación, más o menos transformada; de aquí la escuela sensualista. El conocimiento de los objetos sensibles, bajo razones generales, no sensibles; los conceptos de un orden puramente intelectual, superior a toda sensibilidad; y por fin la universalidad y la necesidad de muchas verdades que conocemos, universalidad y necesidad que no pueden nacer de la individualidad y contingencia de los fenómenos sensibles, han manifestado la precisión de admitir ideas puras, superiores a todo orden sensible: de aquí la escuela idealista. 188. Acordes los idealistas en el punto capital, la existencia de las ideas puras se han dividido en la explicación del fenómeno. Unos han admitido las ideas como subsistentes, como seres necesarios, de los cuales dimanaba la realidad de las cosas y el conocimiento de ellas: ésta es la doctrina de Platón. Otros han mirado las ideas como simples formas del entendimiento: ésta es la doctrina de Aristóteles. 189. Si no hay más que sensaciones, no hay más que conocimiento de objetos individuales; las ideas universales son ilusorias: esto sostenía Roscelin; por consecuencia, decía que los universales eran meras palabras. De manera que el sistema de Roscelin era una emanación de su teoría sensualista. Esta opinión participaba de la de Aristóteles en cuanto negaba a las ideas la subsistencia; pero la exageraba en cuanto destruía la universalidad de las mismas, siquiera como formas del entendimiento. 190. Las ideas universales no subsisten en sí mismas separadas de los entendimientos; pero no dejan de representar una razón general de los objetos, en la cual hay verdad, fundada en la verdad infinita del entendimiento divino. Necesitamos de los sentirlos para que se despliegue la actividad de nuestro espíritu; pero ésta se eleva sobre las sensaciones. Las ideas puras no subsisten fuera de nosotros como sustancias independientes; son a manera de formas que modifican nuestro espíritu, sean o no distintas del ejercicio de la actividad del mismo. Pero estas formas no encerrarían verdad y necesidad, y hasta serían imposibles, si no existiese un principio de todas las verdades, una verdad viviente, infinita, donde se halla la razón de todo. Sólo así puede explicarse la teoría de nuestras ideas: así se corrigen el sistema de Platón y el de Aristóteles, reduciéndolos a los límites de la verdad. Historia de la Filosofía – Jaime Balmes Capítulo XXXV – ROSCELIN, NOMINALISMO Y REALISMO |
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