Historia de la Filosofía
Explicación de la filosofía de los principales pensadores, resúmenes, ejercicios… |
HISTORIA DE LA FILOSOFÍA
JAIME BALMES (1810-1848) – Índice general |
Historia de la Filosofía – Jaime Balmes Capítulo XXXVI – SAN ANSELMO
XXXVI – SAN ANSELMO191. Las doctrinas de Roscelin no se limitaron a la esfera filosófica; el sutil dialéctico quiso aplicar sus doctrinas a la teología, y cayó en graves errores sobre el augusto misterio de la Trinidad. Esto excitó el celo de los doctores católicos, sobresaliendo entre ellos San Anselmo, abad de Bec y luego arzobispo de Cantórbery. Este hombre ilustre se distinguió, no menos que por sus virtudes, por la elevación de su entendimiento; siendo el verdadero inventor del famoso argumento con que se prueba la existencia de Dios ateniéndose a la sola idea de un Ser infinitamente perfecto. 192. La idea dominante de San Anselmo era el conciliar la razón con la fe: en sus escritos no se halla fárrago de discusiones inútiles ni de vanidosas sutilezas, sino el lenguaje de un espíritu elevado, sincero, penetrante, que busca con amor la verdad y la expone sin pretensiones de ninguna clase. El mismo nos dice que al escribir las doctrinas de su Monologio, no había pensado nunca que debieran ver la luz pública, sino responde únicamente a sus amigos, de quienes creía que bien pronto olvidarían la respuesta. Pero el merecido aprecio que de ella se hizo le sorprende, y en consecuencia asegura que después de haber leído varias veces sus escritos, nada encuentra que no esté acorde con lo que dijeron los Padres, y especialmente San Agustín. 193. El género y los límites de esta obra no me permiten detenerme en ulteriores explicaciones de la doctrina y método de San Anselmo, y así me referiré a lo que dije en otro lugar. (V. El protestantismo comparado con el catolicismo en sus relaciones con la civilización europea, tomo II, cap. 70 y siguientes, y en la nota 11.) Historia de la Filosofía – Jaime Balmes Capítulo XXXVI – SAN ANSELMO Capítulo XXXV – Roscelin: nominalismo y realismo Capítulo XXXVII – Abelardo |
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