Voy a exponerte en el presente capítulo mi opinión sobre esta materia, y seguidamente aduciré las pruebas de mis asertos. Digo, pues, tocante a las afirmaciones de aquellos mutacálimes que pretenden haber demostrado la novedad del mundo, que yo no admito sus pruebas, ni quisiera engañarme a mí mismo aceptando métodos erróneos como demostraciones auténticas. Quien pretenda enuclear una cuestión valiéndose de sofismas, no conseguirá, a mi juicio, afianzar el apetecido asenso, sino más bien debilitado, dado que, al evidenciarse la nulidad de tales argumentos, el espíritu se resiste a admitir la supuesta demostración. Preferible es que, indemostrada ésta, quede como simple materia de investigación, o que se acepte sin más uno de los extremos de la disyuntiva. Ya te expuse los métodos establecidos por los mutacálimes en pro de la novedad del mundo y te descubrí sus puntos vulnerables. Asimismo, todo lo que Aristóteles y sus seguidores alegan a favor de la eternidad del mundo no constituye, en mi opinión, una demostración decisiva, sino argumentos sujetos a graves reparos, como después podrás comprobar. Lo que me propongo elucidar respecto a la creación del cosmos, conforme a nuestra Ley, según expuse, no es un imposible, y que todos esos argumentos filosóficos, de los cuales parece deducirse no es como dejamos dicho, presentan algún viso que los invalida y hace inadmisibles para educir pruebas contra nosotros. Ahora bien, evidenciado esto, a mi juicio, y quedando indecisa esta cuestión, a saber, la eternidad del mundo o su creación en el tiempo, acepto la solución dada por la profecía, que explica lo que no alcanza a dilucidar la facultad especulativa, puesto que, como indicaremos, no es una cosa recusable, ni siquiera para quien admite la eternidad del mundo.
Después de exponer la posibilidad de nuestro punto de vista, trataré asimismo, mediante una prueba especulativa, de sobreponerla, quiero decir, hacer prevalecer la teoría de la creación sobre la de la eternidad, poniendo de relieve que, si nos vemos implicados en alguna consecuencia absurda al admitir la creación, mayor es la que se sigue de la supuesta eternidad. Voy, pues, a presentar un método para rebatir las razones de todos cuantos argumentan en pro de la eternidad del mundo.
Maimónides, Guía de perplejos, Editora Nacional