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Substancialismo y actualismo de la mente – Psicología contemporánea

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PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA

J. Vicente Viqueira

Índice general

J. Vicente Viqueira – La Psicología Contemporánea                                                                           Capítulo VIII – CONCLUSIÓN

 

CAPÍTULO VIII
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Psicología contemporánea - J. Vicente Viqueira - Alma: substancialismo y actualismoPlan – Una más amplia ciencia del alma – Distinción de problemas – El objeto de la Psicología – El método de la Psicología; métodos objetivos y subjetivos; explicación y descripción – La vida mental; todo orgánico, no suma de elementos; cualidad-cantidad; medidas psíquicas – Psicología y Filosofía – Metafísica psicológica – Posibilidad de la Metafísica y características de ésta – Alma, espacio y tiempo – Causalidad psíquica – Substancialismo y actualismo – Paralelismo e influjo recíproco – Personalidad – Evolución psíquica – De la comunidad suprema de lo psíquico – La Parapsicología – Bibliografía

¿Se reduce lo que existe a este fluir subjetivo, en el tiempo, o hay una realidad que le sirve de base como tradicionalmente se ha creído? Con esta cuestión hemos pasado insensiblemente a la contraposición de sustancialismo y actualismo. A saber: ¿qué es el alma?, ¿es algo que trasciende de sus procesos actuales (sustancialismo) o identifica con ellos (actualismo)? Consideremos dicho problema.

El alma, como una realidad aparte del cuerpo, aparece ya en la filosofía de Platón: su esencia, para el gran pensador griego, es próxima a las ideas, o lo permanente y general (inmaterial) en las cosas. Sin embargo, sólo después de un proceso de interiorización de la vida psíquica (por decirlo así) que se realiza a través de la Edad Media, deja totalmente el alma de presentarse para la filosofía, como una fuerza vital, como algo perteneciente a lo físico que era todavía en Aristóteles y se convierte en un ser, en una sustancia con su característica fundamental de permanencia. Como es sabido, esto sucede por primera vez de una manera patente en Descartes, para quien existen dos sustancias, es decir, dos realidades que permanecen y que dependen sólo de Dios: el espíritu (sustancia pensante) y el cuerpo (sustancia extensa). Pero el espíritu, según él, es una cosa que piensa y por lo tanto trasciende así del pensamiento. Comprendida de este modo tradicional la sustancia-alma, bien pronto se ve que su concepto está vacío de contenido y que es científicamente inútil, pues el pensar la actividad consciente es algo que se le añade en virtud de influjos externos, siendo este sujeto inalterable y rígido incapaz de explicar en lo más mínimo el cambio de la actividad psíquica, pues de lo que no varía no puede derivarse la variación. Por último, el alma se convierte, al proceder así, en una realidad metafísica inaccesible.

Partiendo de la consideración de estas dificultades, Wundt llegó, como vimos, al punto de vista que él llamaba actualista y que rápidamente se ha extendido entre los psicólogos contemporáneos (James, Bergson, etc.). Dicho punto de vista puede resumirse de la siguiente manera: el alma es el conjunto de sus actividades (de los sucesos psíquicos) (2). Al hacer esta afirmación, Wundt ha creído poder mostrar predecesores suyos. Aristóteles había definido el alma como «la actividad según fin del cuerpo». Hume, en consecuencia de la crítica del concepto de sustancia, hecho por la filosofía empírica inglesa, había llegado a la afirmación de que el alma era tan sólo un «enlace de representaciones». Kant, con su crítica de la psicología racional, había hecho desaparecer para siempre el concepto del alma-sustancia. Así la historia del pensamiento psicológico nos mostraría que forzosamente vamos a parar al actualismo como única posición aceptable. Independientemente de Wundt (y por cierto, éste no le cita), ya F. A. Lange (1828-1875) había hablado de una «psicología sin alma», en el sentido, claro, de un alma-sustancia; se trataba, pues, de una psicología (al menos en tendencia) actualista.

Sin embargo, el actualismo, que a primera vista parece un punto de vista claro y lógico, ofrece graves dificultades. Ante todo, parecen ya las teorías actualistas no ser consecuentes e incluir en sí algo del sustancialismo. En efecto; se nos presenta en el tejido de la vida mental un surgir perpetuo de algo que antes aún no era o que antes había sido y había desaparecido. Si el alma no es más que el actual presente, este surgir nace de la nada. Para obviar esta dificultad se hipostasía en cierto modo este nacer y crear; se hace de él un ser. Así en Bergson, donde el actualismo ha tomado la forma de la evolución creadora, tenemos la impresión de lo que él llama creación, espíritu, es más que mera actualidad. El actualismo ha sido criticado desde este punto de vista y con razón por De Sarlo.

En resumen; el actualismo no explica: 1.º, de dónde nace cada estado psíquico en cada momento; tiene que admitir el absurdo de que nace por nada, de la nada (a esto se refería la crítica anterior); 2.º, que unifica realmente los diferentes estados en los diferentes momentos sucesivos de la vida psíquica; 3.º, el hecho de la unidad de conciencia que trasciende también del momento presente y que no se comprende por mera suma, sino que es una unidad, no oculta y remota sino presente y real. Debemos, pues, recurrir al sustancialismo, aunque en nueva forma. A saber: el espíritu no es mera actualidad porque permanece. Podría parecer que de nuevo encontraríamos las mismas dificultades que el viejo sustancialismo. Sin embargo, no es así. Las dificultades que en aquél se presentaban no provenían del concepto de sustancia, sino de una concepción especial y usual de ella. El concepto de sustancia psíquica tradicional había surgido basándose por una parte en la tendencia a representamos todo según un modelo espacial, y por otra inspirado en el concepto de la misma en la física. Resultaba así la sustancia psíquica, a pesar de sus ulteriores características, un fragmento de espacio, un pedazo de grosera materia, y era naturalmente inaceptable por vacío e inútil. Pero suprimamos todo este falso contenido de la sustancia psíquica y sustituyámoslo por su real contenido espiritual; entonces encontraremos que es, según la expresión de Lotze, «lo que puede actuar sobre otras cosas, ser afectado por éstas, experimentar varios estados y, en el cambio, mostrarse como unidad permanente». En efecto, así sucede: el alma, por una parte, se modifica por las acciones de lo que la rodea; por otra, actúa sobre esto, y a pesar de los diversos estados por que pasa, se reconoce la misma. Mas esta unidad real en la que surgen las modificaciones de conciencia, traduciéndola fragmentariamente ¿qué puede ser aún? Elsenhans ha tratado de dar una determinación ulterior y la considera como la unidad de las capacidades para las actividades. Ahora bien; ¿qué significa capacidad? Solamente la posibilidad de una actividad. De esta manera aquellas modificaciones y acciones del alma no serían más que sus actividades actuales y posibles. El alma sería, pues, la unidad real de las actividades actuales y posibles. En resumen; como pretende el actualismo, el alma es como aparece; pero como afirma el sustancialismo es algo más que lo que aparece, el fondo de donde todo lo psíquico nace.

¿No se reduciría esta unidad real quizá a la materia que constituye el cerebro? Hay en este respecto tres soluciones posibles, y que se han presentado, de hecho, en los sistemas psicológico-metafísicos. Helas aquí:

1.ª Suponer que en efecto alma y cerebro son lo mismo, porque lo psíquico se reduce a lo cerebral. Es ésta la tesis del materialismo que ya hemos considerado inadmisible (en el capítulo VII).

2.ª Suponer que el alma y cuerpo (espíritu y materia) son dos expresiones diferentes de una misma sustancia (sustancialismo monista). Este punto de vista es también inadmisible, como veremos más adelante.

3.ª Suponer que no son lo mismo alma y cerebro (sean o no sean sus esencias próximas o remotas entre sí, lo que ahora dejamos por determinar). A esta tesis nos inclinamos dada la interacción psíquico-cerebral.

__________

(2) También ha mantenido esta opinión el filósofo Paulsen (1846-1908).

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J. Vicente Viqueira – La Psicología Contemporánea                                                                           Capítulo VIII – CONCLUSIÓN

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