Torre de Babel Ediciones

UN OFICIO BÚDDHICO EN PARÍS

DHARMA – Budismo Zen


Sunyata

UN OFICIO BÚDDHICO EN PARÍS

 

Revista SofiaUn oficio búddhico en París (A. de Ricaudy) – Diciembre 1898, pp. 287-289
Revista SofiaUn oficio búddhico en París (cont.) –  Enero 1899, pp. 22-24

CREEMOS agradar á nuestros lectores publicando la traducción de un artículo que con fecha 2 de Julio último apareció en el periódico francés l’Echo du Public, en el que da cuenta de una ceremonia buddhista que tuvo lugar en el Museo Guimet. En dicho artículo hallamos una nueva prueba del interés que desde algunos años á esta parte despierta en Francia todo cuanto se refiere á la filosofía búddhica, que cuenta en aquel país con un número cada vez más creciente de adeptos. Hacemos fervientes votos para que la misión del venerable Khanbo-Lama Agouan Dordji produzca abundantes frutos, disipando, en parte al menos, la ignorancia existente respecto á las sublimes enseñanzas de Gautama Buddha. Advertimos á nuestros lectores que publicamos textualmente el artículo en cuestión, sin hacernos solidarios de las inexactitudes que pudiese encerrar en lo que se refiere á los principios fundamentales del Buddhismo y al ritual ortodoxo.

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El lunes, á las diez de la mañana, pudieron unos cuantos privilegiados asistir á un oficio de aquellos que muy rara vez tienen lugar en París.

No se trataba de la misa roja, de la que posee el monopolio exclusivo nuestra Sainte Chapelle, ni tampoco de la misa negra, de la que mucho nos han hablado ya Jules Bois y J. K. Huyssmans, pero que nunca hemos visto (1): tratábase de un servicio religioso amarillo. Creo poderlo llamar así sin faltar al debido respeto y sin exageración alguna.

El que oficiaba era, en efecto, un lama amarillo. Los hábitos y el altar que le tenían preparados eran de este mismo color, teniendo por objeto esta decoración distinguirle de los lamas rojos que… pero no anticipemos.

Hallábase el Khanbo-Lama Agouan Dordji en San Petersburgo cumpliendo una misión, cuando llegó á su conocimiento que en París, en el Museo Guimet, despertaba el Buddhismo gran interés.

Conseguir de los grandes señores rusos cartas de recomendación y presentarse en nuestra capital, fué para él cosa de pocos días. Acompañábale su traductor, M. Buddha Rabdanoff. Mas entendámonos: el señor Buddha Rabdanoff, redactor que fué de un periódico ruso, cuyo título puede interpretarse por La vida en la frontera del Este, no conoce una palabra de nuestro idioma. Traduce del mogol al ruso, y precisaba traducir este último idioma al francés. De ello tuvo la amabilidad de encargarse M. J. Deniker, el simpático bibliotecario del Museo de Historia Natural.

Además, M. de Milloué, el erudito conservador del Museo Guimet, con quien se había puesto en el acto el lama en relación, ha estudiado un tanto el lenguaje tibetano, y gracias al conocimiento relativo que posee de ese idioma ingrato, pudo comunicar directamente con su venerable huésped.
 

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El Khanbo-Lama Agouan Dordji que ostenta el título científico de Lharamba (doctor en teología), es un Mogol Bureta de Trambaikalia, agregado á la persona del Dalai-Lama de Lhâsa. Puede compararse la dignidad de Khanbo á la de nuestra cardenalato; la de Dalai á nuestro antiguo papado, porque el hombre investido de aquella dignidad posee á la vez el poder temporal y el espiritual.

Cuenta M. Agouan Dordji unos cuarenta años de edad; es completamente imberbe, de mediana estatura, pero muy ancho de espaldas, como la mayor parte de sus compatriotas. Representa con la mayor pureza el tipo del verdadero mogol. No es su tez absolutamente amarilla como la de los chinos, sino que ofrece más bien el color tostado que se observa en los árabes. Parece muy inteligente y su aspecto muy venerable. Tengamos presente que la palabra lama significa venerable.

El mogol-siberiano es su idioma materno, pero como hemos dicho, se expresa correctamente en tibetano. Como todos los sacerdotes buddhistas, ha hecho el voto de celibato: las bebidas fermentadas le están prohibidas, y en realidad no debiera hacer uso de carne perteneciente á animal alguno que haya vivido; mas en el Tibet, efecto del clima muy especial de aquella región, limítanse los lamas á abstenerse de pescado, y consienten, por excepción, en alimentarse de carne. Sus bebidas son el agua, la leche y el té: esta última bebida es empleada en toda la Siberia.

Pudo M. de Milloué obtener que el lama celebrase un oficio búddhico ante cierto número de parisienses: espectáculo bien raro entre nosotros.

En el convento de Lhâsa, donde vive encerrado el Dalai, jamás penetra extranjero alguno; y sabido es que el Príncipe de Orleans sólo pudo conseguir que le permitiesen acercarse á una distancia de 140 kilómetros. Huc y Gabet son los únicos hombres que, gracias á un disfraz, lograron penetrar en Lhâsa el año 1853. Otros, como M. Nicolás Notovich, pretendieron haberlo efectuado; pero interrogado M. Agouan Dordji respecto á este punto, afirmó que la relación del Sr. Notovich es pura fantasía.

Es, por lo tanto, extraño y excepcional el haber podido observar desde tan cerca en la ejecución de sus prácticas religiosas más sagradas á uno de esos hombres, retirados del mundo, y hacia el cual por cierto no hubiésemos podido ir, si él, siguiendo el consejo de su jefe supremo, no hubiese considerado conveniente venir á nosotros.
 

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Habíase preparado el altar en la biblioteca del Museo Guimet, y estaba orientado hacia Levante, según la regla universalmente reconocida por todas las religiones. Los cristianos han establecido que el sacerdote mire al Oriente; los buddhistas, por el contrario, creyeron conveniente situar hacia esa parte las imágenes de sus dioses, colocadas detrás del altar. De manera que, partiendo de un solo y mismo principio, llegaron ambos cultos á resultados diametralmente opuestos. Además, durante el oficio el lama se sienta sobre un taburete, con las piernas cruzadas, según es costumbre en Oriente, volviendo así la espalda al altar, de suerte que celebrando el oficio mira hacia el mismo lado que nuestros sacerdotes.

Apenas se mueve durante la ceremonia, limitándose á juntar ó extender las manos, ó á inclinar la cabeza. Envuelto en su manto como un Buddha, conviértese de hecho en tal, en cuanto han sonado los platillos. Habla en tono uniforme, poco alto y sin gesticulación alguna.

Muy suntuosas son las ceremonias búddhicas y tibetanas; exigen numerosos oficiantes y coros de música y de canto.

A. DE RICAUDY.

Revista SofiaUn oficio búddhico en París (A. de Ricaudy) – Diciembre 1898, pp. 287-289.
 

UN OFICIO BÚDDHICO EN PARÍS  (CONCLUSIÓN)

Careciendo el Khanbo-Lama de estos elementos, tuvo que celebrar una ceremonia íntima, limitándola estrictamente al objeto del sacrificio, rogando M. Guimet á los asistentes supliesen lo demás con la imaginación. No se trata, sin embargo, de una pompa extraordinaria; pues la secta de los lamas amarillos (secta gelugpa), á la que pertenece M. Dordji y que fué fundada en el siglo XIV por Tsong-Khapa, el gran reformador del Buddhismo, difiere precisamente por su sencillez relativa de la de los lamas rojos (secta Nying-Ma-Pa), anterior á la primera, y que había caído en el descrédito á consecuencia de un periodo de relajación en las costumbres litúrgicas después del siglo X.

He aquí la lista de los accesorios empleados en la celebración del oficio y que se hallaban todos en las colecciones del Museo, excepto las lámparas (especie de lamparillas), que mandó hacer el lama á uno de nuestros plateros parisienses, y que ha de llevarse á su país, y los bollos, cuya fabricación, según el ritual litúrgico, no ha podido verificar ninguno de nuestros pasteleros, los cuales fueron confeccionados por una señora parisiense, simpática al Buddhismo.

Sobre el altar, la imagen del Mandala del Universo, compuesta del monte Meru, mansión de los dioses, rodeado por los continentes y sus divinidades protectoras. A ésta fué la que llamó M. Guimet en su interesante conferencia previa, una especie de Jerusalén celeste. A derecha ó izquierda del Mandala, dos vasos llamados Bum-pa, conteniendo agua lustral (agua bendita), y otros vasos emblemáticos con plumas de pavo real (2).

En el primero de los cinco peldaños, las siete lámparas; en el segundo, siete tazas do agua perfumadas con azafrán; en el tercero, siete vasos llenos de flores; en el cuarto, siete pebeteros; y por último, en el quinto, los siete cálices conteniendo las ofrendas de pastas ó bollos. Estos bollos, que serán conservados en el Museo, presentan la forma de una mitra y están adornados con flores amarillas. Están hechos con harina de arroz.

Deben las flores ser aromáticas y no venenosas; los pebeteros se componen de simples tazas llenas de arroz y en las que se planta unas varitas perfumadas que se encienden por su extremidad.

A la derecha, sobre una mesita, y al alcance del lama, se hallan los platillos, la campanilla sagrada (dril-bu), el rayo (dorge), y la concha (dung). Los tejidos que cubren el altar y los peldaños que al mismo conducen, son amarillos ó blancos, y el traje del lama que celebró el oficio con la cabeza descubierta, después de haberse descalzado y dejado sus zapatos cerca del altar, es igualmente amarillo, pues este color es el emblema de la secta que él representa: traje sencillo y compuesto de una toga de seda y de una banda especial roja echada sobre el hombro, y á la que el lama dá el nombre de San; y su toga, que era la toga monástica de diario, pues no había traído sus trajes de gala, se llama en tibetano Sanghati.

La ceremonia tuvo lugar del modo siguiente:

1.º El sacerdote se prosternó por tres veces ante el altar, tocando el suelo con la cabeza, sentándose luego de la manera que más arriba indicamos.

2.º Expuso la historia de la propaganda del Buddhismo en el Tibet.

3.º Recitó una invocación á todos los Buddhas, Bodhisattvas y demás santos victoriosos, invitándoles á bajar á la asamblea.

4.º Pronunció una oración compuesta de cinco slokas (versículos compuestos de cuatro versos), que es una fórmula de adoración á Sakya-Muni (3), á Maitreya y otros sabios.

5.º Después otra oración compuesta de una sloka, suplicando á todos los Buddhas que aceptasen las ofrendas.

6.º Los asistentes repitieron por tres veces, después de haberla pronunciado el sacerdote, la fórmula sanskrita de adoración:

Namo Buddhâya, = Namo Dharmâya, = Namo Sanghaya (4).

7.º El sacerdote y los asistentes echaron flores sobre el altar, y el lama pronunció una breve oración de alabanzas á los Buddhas.

8.º Finalmente, recitó una oración en tres slokas implorando de los Buddhas su protección para todos los seres contra el mal, y la felicidad tanto en la sociedad religiosa como en la civil.

He creído de interés para nuestros lectores consignar estenográficamente las palabras por las cuales tradujo M. Deniker {del ruso de M. Rabdarioff), Ias tres alocuciones pronunciadas por el lama en idioma tibetano y que repitió a su intérprete en lengua mogol. Helas aquí.
 

Alocución acerca del Buddhismo tibetano

Cinco siglos después de la muerte del Buddha Sakya-Muni, Tori-Nyan-Schou, rey del Tibet, introdujo por primera vez en el Tibet y en su palacio las santas imágenes de los Buddhas, los libros sagrados y la Soubourghan (imágenes simbólicas de la idea del Buddha).

Ese acto de veneración tuvo por efecto prolongar la vida de aquel rey más de cien años. El ejemplo del rey fué seguido por su pueblo en masa.

Transcurridas veinte generaciones, inventó el rey Sron-Zan Gambo la escritura tibetana, y mandó traducir los libros indos al idioma tibetano.

Cuatro generaciones después apareció la encarnación del rey Tesroun-Delzoun, quien gracias á un trabajo tan largo como asiduo, consiguió reunir todos los libros sagrados de la India, formando así una colección.

Más tarde fueron esas obras revisadas, aumentadas y sometidas en general á un análisis crítico. Un poco después, un joven de diecisiete arlos, Bagdo-Dzoun-Khava, vino del país de Amdo al Tibet, y después de haber estudiado los libros sanskritos y tibetanos que encerraban las palabras de los Buddhas, suprimió todas las interpretaciones erróneas de la doctrina, presentándola en toda su pureza. No habiendo podido á pesar de todos sus esfuerzos los sabios contemporáneos de Dzoun-Khava hallar en el trabajo de éste cosa alguna que no fuese justa y correcta, le confirieron el título de jefe incomparable,

En cuanto á mí toca, he vivido más de diez años en el convento de Breboum; he estudiado el buddhismo; he sido honrado con el grado de Lharamba; he sido agregado á la persona del Dalai Lama en calidad de profesor y de consejero cuando alcanzó éste la edad de 21 años. Si bien reconozco mis cortos méritos para el desempeño del cargo que se han dignado confiarme, debo decir que me ha dado repetidas veces muestras de su afecto.
 

ALOCUCIÓN ANTES DE LA FÓRMULA DE ADORACIÓN

Señala el buddhismo, que se predica teniendo en cuenta la capacidad do los hombres, varios caminos para alcanzar los tres Nirvâna (estados de beatitud ulterior después de la muerte). No podrán los hombres sensatos, sea cual fuere el aspecto bajo el cual le consideren, descubrir en aquél cosa alguna que no sea justa; observarán, por el contrario, que se trata de una doctrina de caridad y de misericordia. Aquel que crea en ella contemplará la verdad y escapará al sufrimiento del Sansara (Universo); bueno es, pues, creer en las tres bienaventuranzas, en los tres tesoros: el Buddha, su obra, la fe y la comunidad (Iglesia). Preciso es, además, renunciar á obrar el mal y á ofender á los seres vivientes, sean cuales fueren. Es necesario, al contrario, tratar de socorrerles y hacer todo el bien posible. El que así obre, gozará de la felicidad suprema en esta vida y en sus futuras encarnaciones. Así, pues, pueden todos aquellos que lo deseen pronunciar las fórmulas de adoración, y esas palabras solas pueden hacerles ya un bien muy grande.
 

ALOCUCIÓN ANTES DE ECHAR LAS FLORES

Por el hecho mismo de hallarnos aquí reunidos, ha quedado establecido entre nosotros todos un lazo que ha de llevarnos á la consagración de todos nuestros cuidados y de los votos que para esta vida y para todas las transmigraciones (5) futuras formulamos. Esto nos conducirá á la salvación suprema del Nirvana.

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El amor á la sabiduría y al prójimo es, como se observará, una de las bases de la religión búddhica, y dos frases pronunciadas por el Khanbo-Lama Agouan Dordji, lo demostrarán claramente:

Como le preguntara M. Deniker qué impresión le causaba París, contestó:

Pienso que bajo el punto de vista de la vida material, es la primera ciudad del mundo… Mas en lo que se refiere á la vida espiritual, no puedo emitir juicio alguno.

En otra ocasión condújole M. Deniker á la Plaza de la Concordia. Su primera impresión fué de maravilla, pero sucedió la reflexión, y dijo con tristeza: ¡Esto es soberbio, pero causa pena el pensar que no ha de durar eternamente, y que no todos los hombres pueden gozar de ello!…

¿Cabe nada más transcendental que una filosofía semejante?
 

Revista SofiaUn oficio búddhico en París (cont.) –  Enero 1899, pp. 22-24.

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(1) Por lo cual nos permitimos felicitar cordialmente al articulista. — Vina.

(2) En la religión tibetana el pavo real esta consagrado á Sakya-Muni. Como se nutre de substancias venenosas, se le considera inoculado contra las materias tóxicas. Asi es que la pluma del pavo real representa una fuerza opuesta al veneno, y el agua en que se encuentra sumergida es el contra-veneno de los tres grandes males: la cólera, los deleites sensuales y la ignorancia. Tal es la explicación del símbolo dada á instancia mía por el lama Agouan Dordji.

(3) El término «adoración» no es exacto. — N. del T.
(4) Adoración al Buddha, adoración á la ley, adoración a la iglesia.

(5) ¿Encarnaciones?. — N. del T.