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VIDA DE DIÓGENES LAERCIO

Diógenes Laercio – Vidas, opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres

VIDA DE DIÓGENES LAERCIO

José Ortiz y Sanz (*)

Diógenes Laercio - BiografíaLas noticias que nos han quedado de Diógenes Laercio son pocas y no muy seguras. Se duda mucho si el apellido  Laercio (algunos lo hacen prenombre, llamándole Laercio Diógenes) lo tiene porque su padre se llamase Laerte o Laertes, o bien porque fuese natural de Laerta, población de Cilicia, a quien Estrabón llama castillo o fortaleza, puesta encima de una colina. Esta segunda opinión es la más adoptada y común entre los doctos; pero Mr. Fougerolles, que tradujo en francés a Laercio, pretende hacerlo natural de Nicea, patria de Apolonides. La razón en que se funda parece no tiene toda la solidez que la aserción necesita. Consiste en que el mismo Laercio al principio de la Vida de Timón (última del libro IX) parece se hace paisano de dicho Apolonides Niceo ó Niceense por estas palabras: ΄Απολλωνίδης ό Νιχαεύς, ό παρ΄ ήμών, las cuales traduce Fougerolles: «Apolonides Niceo, nuestro paisano, nostre patriote.» Menagio notó que la primera palabra de esta Vida que en las ediciones antiguas es Timón, no es del texto, sino el título de la Vida de Timón. Así, por falta de esta corrección que yo tengo por muy oportuna, tradujeron el texto los anteriores a Menagio, diciendo: «Timon Apolloniates Nicæus, de quo in primo commentariorum in Sillos libro diximus, etc.» Esta traducción o inteligencia del texto griego, aunque embrollada, no es lo que hace a nuestro intento, sí sólo las palabras ό παρ΄ ημών. Vosio, Menagio y otros, traducen: «Apollonides Nicæus qui antecessit seculum nostrum», o bien, «qui ante tempora nostra vixit.» Finalmente, Meibomio Ias traduce: «Apollonides Nicæus, qui a nobis laudatus est in Pammetro, etc.» Esta variedad de pareceres acerca de la frase ό παρ΄ ημών  indican bastante su ambigüedad. Mi sentir es que si Laercio no quiso significar por ella absolutamente, nuestro paisano, por lo menos quiere decir nuestro, ya sea en familia, sangre, amistad, estudios, secta filosófica, patria, etc. Así que ni la opinión de Fougerolles es despreciable, ni más probable que las otras. Además, que aun cuando Laercio fuese de Nicea, quedábamos dudosos qué Nicea fuese ésta habiendo habido muchas, aunque la más célebre fue la de Bitinia en Asia menor.

Tampoco sabemos con claridad el tiempo en que vivió Laercio; pero por cuanto en su obra cita varios filósofos que florecieron en el siglo II de Cristo, como son PlutarcoFavorinoEpictetoSexto Empírico Saturnino Citenas, discípulo del mismo Sexto Empírico (nombra los dos últimos al fin de la Vida de Timón), no podemos dudar de que Laercio escribió después de todos éstos en el mismo siglo II, y acaso a sus fines, bajo el imperio de Septimio Severo.

A principios del siglo IV floreció el filósofo Sopatro (a quien quitó la vida Constantino Magno por la envidia y celos de Ablabio), el cual, según afirma Focio en su Biblioteca (Cod. 161), ya tomó muchas cosas de Laercio, con las cuales adornó sus doce libros de Églogas. Así, parece infundada la opinión de Enrique Dodwel y otros, que alargan la época de Laercio al imperio de Constantino Magno.

Que del siglo de Augusto hasta Diógenes no había pasado mucho tiempo, lo indica él mismo en el proemio de su obra (num. 15 de esta traducción), diciendo que Potamón Alejandrino había introducido poco antes la secta ecléctica, o sea electiva, έτι δέ πρό δλίγου χαί Έχλεχτική τις αϊρεσις έισήχθη δπό Ποτάμωνος τού ΄Αλεξανδρέως, etc. Potamón floreció viviendo Augusto, según afirma Suidas, y aun después de su muerte: luego bien pudo decir Laercio en el siglo II que aquella secta se había inventado poco antes de su tiempo.

En la Vida de Platón, pár. 22, pág. 195, habla Diógenes con una mujer (a quien parece dedica su libro), diciéndola: Φιλοπλάτονι δέ σοι διχαίως δπαρχούση, etc.: «Y siendo tú con tanta razón aficionada a Platón, e inquieres con suma diligencia los dogmas de este filósofo, etc.» Lo mismo hace en la Vida de Epicuro; pero en ninguno de los dos lugares la nombra. Tomás Reynesio (lib. II, var. lect.cap. XII) conjetura juiciosamente que esta señora pudo ser una filósofa llamada Arria, muy estimada de los emperadores romanos de su tiempo por sus estudios y prendas. El fundamento de Reynesio es un pasaje del libro titulado De la triaca, a Pisón, que anda entre las obras de Galeno, aunque dicen no es suyo. Las palabras del pasaje son: «Mi grande amiga Arria, que los emperadores me recomendaron mucho por su grande aplicación a la filosofía, y que particularmente se deleitaba en la lectura de Platón, sanó de una grave dolencia que tuvo, etc.» Aunque este libro no sea de Galeno, como demuestra Felipe Labbé en su Elogium Galeni, es cierto que su autor fue muy poco posterior a Galeno, y que el libro se compuso en el imperio de Septimio Severo, o en el de Caracalla, esto es, a principio del siglo III. No hay duda que las palabras de dicho pasaje tienen mucha conformidad con las arriba puestas de Laercio; pero de ello no sacamos más que una conjetura.

De qué secta filosófica fue Laercio, no se sabe. La mayor parte de los autores se inclinan a que fue epicúreo, movido de las alabanzas que da a Epicuro y a su doctrina. Yo no tengo esta razón por bastante sólida para asegurarlo.

De sus escritos no nos ha quedado sino el presente De las Vidas de los más ilustres filósofos, aunque consta en él mismo que escribió un libro de epigramas que tituló Πάμμετρον, y lo cita frecuentemente, tomando varios versos y epigramas, que son los únicos fragmentos que de él nos restan; ni es mucho de sentir su pérdida.

Citan a Laercio los escritores antiguos EstéfanoHesichioFocioEustathioSuidas, y quizás otros. Los modernos han hecho más aprecio de él, sin duda por haber perecido casi todos los otros libros del mismo argumento.

Su estilo no es elegante: sus descuidos y falta de memoria frecuentes: su exactitud no mucha, ni grande su crítica; pero su libro siempre será precioso por el tesoro de noticias antiguas que encierra, fruto de una lectura de muchos años. Por esta razón decía Miguel Montaña que «debíamos tener muchos Laercios, o el que tenemos más largo.» Por la misma, José Escalígero lo llama escritor eruditísimoDaniel Morhof en su Poly-histor. dice que «si careciésemos de Laercio sería muy poco lo que sabríamos de los filósofos antiguos, y que los que quieren saber sus opiniones no pueden carecer de Laercio.» Claudio Salmasio llama a este libro Historia del espíritu humano;  y Mr. de Maupertuis en su discurso acerca del modo de escribir y leer las Vidas de los hombres grandes, dice que «las Vidas de los antiguos filósofos que nos ha dejado Diógenes Laercio no sólo son uno de los libros más agradables, sino también uno de los más útiles.» Otros muchos son los que hacen elogio de nuestro Laercio, que sería largo traer aquí.

(*) Traductor de la obra de Diógenes Laercio «Vidas, opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres«. En el tomo 1 de la edición publicada por Luis Navarro, Biblioteca Clásica, Madrid, 1887.