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Vida del filósofo griego Demócrito – Fénelon

 

 

Vidas, opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres

DIÓGENES LAERCIO

 

 

 

Compendio de las vidas de los filósofos antiguos

François Fénelon


Prólogo del traductor

TALES

SOLÓN

PÍTACO

BÍAS

PERIANDRO

QUILÓN

CLEÓBULO

EPIMÉNIDES

ANACARSIS

PITÁGORAS

HERÁCLITO

ANAXÁGORAS

DEMÓCRITO

EMPÉDOCLES

SÓCRATES

PLATÓN

ANTÍSTENES

ARISTIPO

ARISTÓTELES

JENÓCRATES

DIÓGENES

CRATES

PIRRÓN

BIÓN

EPICURO

ZENÓN

 

BIBLIOTECA DEL PENSAMIENTO – Catálogo

COMPENDIO DE LAS VIDAS DE LOS FILÓSOFOS ANTIGUOS

François Fénelon – Índice general
 

 

DEMÓCRITO

Nació el tercer año de la Olimpiada 77; murió el cuarto año de la 105, habiendo vivido 109 años.
 

La opinión general es que Demócrito nació en Abdera. Estudió primeramente con los magos y los caldeos, que Jerjes había dejado a cargo de su padre, en cuya casa se alojó cuando hizo la guerra a los griegos. Con ellos aprendió la Teología y la Astronomía. Leucipo le enseñó después la física. Se aficionó de tal manera al estudio, que pasaba los días enteros meditando, encerrado en una choza que había construido en medio de su jardín.

Un día su padre llevó a su casa un buey, para sacrificarle a los dioses. Le ató a la choza y encargó a Demócrito que hiciese el sacrificio; más Demócrito estaba tan absorto que ni oyó a su padre ni vio el buey.

Demócrito, después de haber estudiado mucho tiempo con Leucipo, quiso viajar, para acabar de instruirse. Dividió la herencia paterna con sus hermanos, y tomó para sí el dinero metálico, que era la más pequeña porción de los bienes, más era lo que le convenía para los gastos de sus experiencias y viajes. Fue a Egipto y aprendió la Geometría. Pasó a Etiopia, a Persia y a Caldea. Por fin su extraordinaria curiosidad le impulsó a ir a la India, con ánimo de instruirse en la ciencia de los gimnosofistas. Deseaba conocer a los hombres, más no quería ser conocido. Su manía era vivir incógnito. A veces habitaba en cavernas y entre sepulcros, para que nadie supiese su residencia. Sin embargo, se presentó en la corte del rey Darío, y hallándose este monarca muy afligido por la muerte de una mujer a quien amaba extraordinariamente, Demócrito le dijo que se atrevía a resucitarla, con tal que se hallasen tres hombres en el Imperio que no hubiesen tenido jamás motivo de pesadumbre. Darío mandó hacer las más exquisitas diligencias para hallar estos tres hombres, mas en vano. El filósofo entonces hizo ver al monarca que no debía darse a la tristeza puesto que no había hombre alguno completamente feliz.

Cuando volvió a Abdera, vivió muy retirado y muy pobre, habiendo gastado cuanto tenía en viajes y experiencias. Damasco, su hermano, le tuvo que dar algo para vivir. Había en aquella República una ley que mandaba que el que había disipado la herencia de sus padres, no pudiese ser enterrado en el sepulcro de éstos. Demócrito, que se hallaba en este caso, congregó al pueblo y leyó una obra intitulada Díacosme, y fue tanta la satisfacción que produjo, que no solo se le dispensó de la aplicación de la ley, sino que se le dieron cinco talentos y se le erigieron estatuas en los sitios públicos. Demócrito estaba siempre riendo. Este buen humor provenía del conocimiento que tenía de la flaqueza humana, y de los proyectos ridículos de los hombres. Los abderitanos creyeron que estaba loco, y enviaron a buscar a Hipócrates para que le curase. Hipócrates pasó a Abdera, vio a Demócrito y le dio un vaso de leche. Demócrito dijo que aquella leche era de una cabra negra que no había parido más que una vez. Era en efecto así. Hipócrates admiró su sabiduría y conversó con él largo tiempo. Dijo que era necesario curar a los abderitanos y no al que ellos creían loco.

La doctrina de Demócrito, que era en gran parte la de su maestro Leucipo, se reducía a los principios siguientes:Demócrito - Demócrito, el filósofo que ríe - Peter P. Rubens (1637, Madrid, Museo del Prado)

«De la nada no se hace nada, y no hay cosa alguna que pueda reducirse a nada. Los átomos no perecen ni se mudan, porque su dureza invencible los pone al abrigo de toda alteración. De la reunión de los átomos se han formado muchos mundos, que perecerán en sus tiempos respectivos, y de sus ruinas, se formarán otros mundos nuevos. El alma del hombre, o el espíritu, es un compuesto de estos átomos, como el sol, la luna y todos los planetas. Los átomos tienen un movimiento giratorio, que es la causa de la generación de los seres. El destino y la necesidad son efectos necesarios de la uniformidad de este movimiento. El alma está esparcida en todas las partes del cuerpo, y la sensibilidad general de que el hombre está dotado, proviene de que cada átomo del alma corresponde a un átomo del cuerpo. Los astros se mueven en espacios enteramente libres; no tienen movimiento más que hacia Occidente; todos ellos están arrebatados por la rapidez de un torbellino de materia fluida, cuyo centro es la tierra. La rapidez del movimiento de los astros está en razón directa de su distancia de la tierra, porque la rapidez del fluido disminuye a medida que se aproxima a su centro. Como las estrellas fijas se mueven con más rapidez que los demás astros, acaban su círculo en veinte y cuatro horas, y el sol, que se mueve con más lentitud, acaba el suyo en veinte y cuatro horas y algunos minutos más, y la luna, que es todavía más lenta que el sol, en cerca de veinte y cinco horas.»

Dicen que Demócrito se privó de la vista, por medio de la continua reverberación del sol en una placa de hierro, a fin de no aplicarse a otra cosa que a la meditación.

Viéndose en una edad sumamente avanzada y próximo a morir, echó de ver que su hermana sentiría que muriese antes de las fiestas de Ceres, porque estaría de luto, y no podría asistir a ellas. Demócrito mandó llevar a su cuarto un gran número de panes calientes, cuyo olor le hacia mucho bien, y conservaba en la atmósfera de la habitación un calor natural. Pasadas las fiestas mandó quitar los panes, y murió inmediatamente. Tenía 109 años.