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Torre de Babel Ediciones

Virginia – Historia romana

VIRGINIA

Desde el año de Roma 295 hasta el de 357 (espacio de 62 años)

 

Virginia - Historia romana contada a los niños - Lamé Fleury

Al contaros la historia de Numa Pompilio, os dije que había inclinado a los romanos a la agricultura distribuyéndoles campos que cultivar e instrumentos para trabajar; vais a ver ahora que los romanos más ilustres no se desdeñaban de labrar la tierra con sus propias manos, lo que no es de admirar, porque el oficio de labrador es el más noble de todos los oficios.

Había cerca de Roma un hombre llamado Cincinato, que vivía en una casita situada al otro lado del Tíber a la que correspondía un campo que no producía más que lo estrechamente necesario para la vida de dos personas, por lo que Cincinato vivía allí con su mujer; y aunque eran muy pobres todos los amaban y respetaban, porque eran virtuosos.

Un día que Cincinato vestido con traje de aldeano trabajando en la tierra según su costumbre, vio que venían a él unos enviados de Roma, quienes le dijeron que había sido elegido para dictador, es decir para mandar a los mismos cónsules. Y habéis de saber que el dictador era un magistrado que creaban en las grandes calamidades públicas, quien no conservaba la autoridad más que por seis meses, pero que durante ellos era señor absoluto de la República

Cincinato se afligió mucho cuando le dijeron esto, y no consintió en ir a Roma hasta que le dijeron que la República haría cultivar su campo, porque tenia miedo de no tener ya con que mantener a su familia el año siguiente, si pasaba el tiempo de la cosecha durante su ausencia.

Voy ahora a deciros por qué habían ido a buscar a Cincinato para hacerle dictador; fue porque el ejército romano había sido cercado por los enemigos que querían exterminarle y que nadie se atrevía a encargarse de ir a libertarlo.

Cuando Cincinato supo esto, montó en un hermoso caballo que le dieron, y seguido de un gran número de romanos, que se alegraban de obedecer a un hombre tan de bien, batió a los enemigos y libertó el ejército, que sin él hubiera perecido todo entero.

Le concedieron un Triunfo magnífico, hizo su entrada en Roma vestido con una túnica de púrpura y en medio de las aclamaciones de todo el pueblo; más al bajar de su carroza triunfal renunció la dictadura, que no había ejercido más que catorce días, para volver a su campo, donde creyó más necesaria su presencia. Al día siguiente se le vio, cubierto con su vestido de aldeano, conducir los bueyes de su arado con la misma mano que acababa de ganar la batalla.

No creáis con todo que los romanos de aquel tiempo fuesen tan hombres de bien como Cincinato; también los había muy malos, y voy a contaros una historia que os lo probará.

Había muchas veces disputas entre el Senado y el pueblo, y se conoció la necesidad de establecer leyes que diesen más tranquilidad a la República. Para ello enviaron tres personajes consulares a Grecia, que es el mismo país del que os he dicho era originario Tarquino el Anciano, para traer las leyes de aquel país, porque sabían que eran muy sabias. Así que estuvieron de vuelta, nombraron diez magistrados para escribirlas en tablas de bronce, y estos mismos magistrados debían mudarse todos los años, como antes los cónsules. Los llamaron Decemviros, y no os los nombraré todos, porque sería esto inútil. Os bastará saber que Appio Claudio era uno de aquellos magistrados, y vais a ver lo malo que era. Había entonces en Roma una joven llamada Virginia, que era muy hermosa y sabia; su padre Virginio era un valiente oficial, que se hallaba entonces con el ejército a alguna distancia de la ciudad.

El Decemviro Appio vio a aquella pobre joven, y cuando supo que su padre estaba ausente, tuvo ganas de tenerla por esclava y mandó a sus criados que la condujesen por fuerza a su casa, lo que probablemente hubiera hecho si el tío de Virginia no hubiera clamado al pueblo diciendo que Appio quería robar a su sobrina para hacerla su esclava.

Aquel día impidieron que el malvado Appio cometiese tan mala acción; pero a los dos días quiso otra vez apoderarse de Virginia presentándose él mismo, y repitiendo que le pertenecía.

Felizmente tuvieron tiempo de avisar a Virginio quien llegó muy colérico, como podéis pensarlo, justamente cuando el Decemviro llevaba a la joven su casa. Éste padre desgraciado al ver que nadie tomaba ya su defensa y que su hija misma iba a serle robada para siempre, cogió un cuchillo que halló en la tienda de un carnicero, y quiso más dar de puñaladas a su pobre Virginia que dejársela a Appio

Al ver aquella sangre inocente, que la maldad del Decemviro había hecho correr, todo el pueblo entró en furor, fue abolido el Decemvirato y Appio fue puesto en una cárcel, donde le hallaron al día siguiente degollado, sin que se supiese como aquello había sucedido, ni se informasen de ello, porque los malvados jamás tienen amigos.

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