CALVINISMO, doctrina y expansión en los países protestantes. El libro de Calvino «Institución Cristiana»
CALVINISMO
M. Doctrina religiosa de Calvino
I.Calvino, en su obra titulada Institución Cristiana, dividida en cuatro libros, expuso su doctrina, que nosotros vamos a dar a conocer, tomándola, aunque en resumen, de aquel tratado.
Libro primero La religión supone el conocimiento de Dios y del hombre. Todos los pueblos reconocen una divinidad; pero la ignorancia, nuestras pasiones y la imaginación, forjaron dioses, y el verdadero era desconocido en casi toda la tierra. El Señor reveló lo que debíamos saber, y las revelaciones que hizo a los hombres se contienen en la Escritura. Así, pues, con el Antiguo y en el Nuevo Testamento tenemos todo lo que se necesita para conocer a Dios, su esencia, sus atributos, el culto que le debemos, y nuestras obligaciones respecto de los demás hombres. La autoridad de la Iglesia no es más que un testimonio humano que puede errar, y es necesario que el Espíritu Santo confirme este testimonio exterior de la Iglesia por un testimonio interior, y que el mismo Espíritu que habló por los Profetas entre en nuestros corazones para asegurarnos que los Profetas no dijeron más que lo que Dios les reveló. Esta especie de inspiración particular es la que nos asegura la verdad de la Escritura Sagrada. De fanáticos e insensatos han de ser calificados los que se desdeñan de leer la Escritura, y pretenden que el Espíritu Santo les ha revelado inmediata y extraordinariamente todo lo que se debe creer y obrar. La Escritura prohíbe representar a Dios y fabricar imágenes o ídolos. Los católicos, autorizando el culto de las imágenes, han vuelto a caer en la idolatría. Dios lo ha dispuesto todo y lo produce todo en el mundo moral, como en el físico, de donde se deduce que los pecados y virtudes de los hombres son obra de la voluntad divina.
Libro segundo Adán fue criado en un estado de inocencia; pecó, y su pecado se comunicó a todos sus descendientes. Una concupiscencia viciosa es el principio de todas las acciones humanas. Carecemos de fuerza para resistir a la concupiscencia, y la libertad de que nos envanecemos es pura imaginación. Aunque dentro de nosotros llevamos un principio de corrupción, el diablo tiene mucha parte en nuestros desórdenes. Dios envio a su hijo para redimir a los hombres y satisfacer por ello. Jesucristo es el mediador entre Dios y los hombres; es Dios y hombre; no tiene más que una persona, aunque con dos naturalezas, y en él se reúnen las cualidades de profeta, rey y sacerdote.
Libro tercero La Escritura nos enseña que, para participar de las gracias del Redentor, necesitamos unirnos a él y hacernos miembros suyos, lo que conseguimos por la operación del Espíritu Santo, y en especial por la fe. La fe es un conocimiento cierto de la bondad de Dios hacia nosotros, fundado en la verdad de la promesa gratuita de Jesucristo, y producida en nuestras almas por el Espíritu Santo. No hay ningún verdadero fiel sin esta firme persuasión de nuestra salvación, apoyada en las promesas de Jesucristo. Este convencimiento va unido al conocimiento y uso de los medios por los que Dios ha resuelto salvar a los hombres. El fiel que cree en su salvación, cree que solamente se salvará haciendo penitencia. Ésta es la conversión del pecador a Dios, producida por el temor saludable de sus juicios. Este temor produce un deseo sincero de satisfacer a la divina justicia, la mortificación de la carne, el amor de Dios y la caridad para con los hombres. No otra es la idea que de la penitencia nos da la Escritura. La confesión no está fundada en el sagrado libro, y es una invención humana introducida para tiranizar a los fieles. Las indulgencias y el Purgatorio son también invenciones humanas que destruyen en el espíritu de los cristianos el precio de la redención de Jesucristo. Es necesaria la oración, pero sólo debemos pedir a Dios. La intercesión de los santos es una impiedad. Dios quiso que hubiese escogidos y réprobos para tener súbditos sobre los que manifestase su justicia y su misericordia.
Libro cuarto Dios estableció una Iglesia visible, que conserva la predicación de su doctrina y los Sacramentos instituidos por él para la santificación de los predestinados. Los miembros de esta Iglesia están unidos por la predicación de la misma doctrina y la participación de los mismos Sacramentos, cosas ambas que son los caracteres y señales de la verdadera Iglesia.
Hay en ésta pecadores, y pueden en ella enseñarse opiniones contrarias, con tal que no destruyan la doctrina de Jesucristo y de los Apóstoles. La Iglesia romana no es la verdadera Iglesia, porque ha caído en la idolatría y convertido la cena en un sacrilegio, a la vez que sofocado con infinitas supersticiones el culto establecido por Jesucristo y los Apóstoles. No es legítima la autoridad del Papa. El ministerio eclesiástico puede hacer leyes para la policía de la Iglesia, la conservación de la paz, etc.; pero no puede hacer leyes sobre el culto y la disciplina para que obliguen en conciencia. Las que se han dictado relativas a la confesión, el culto y las ceremonias, son actos de odiosa tiranía.
No hay sino dos Sacramentos: el bautismo y la cena (comunión). Comemos realmente el cuerpo de Jesucristo, que, sin embargo, no está unido al pan y al vino y existente por la transubstanciación, bajo las apariencias de aquellas materias. La misa es un sacrilegio. Un cristiano puede ser un magistrado equitativo y un rey poderoso y bueno. Los cristianos deben respetar al magistrado y obedecer a las potestades temporales, siempre que éstas no den preceptos contrarios a la religión. |
II.1.º El calvinismo en Suiza y Alemania
El calvinismo, nacido en Ginebra, contó en este país como predecesor a Zuinglio, que, propagando doctrinas análogas a las de Lutero, violas admitidas por los cantones de Zurich, Berna, Basilea, Ginebra y Schafousa, en tanto que los de Appenzell y Glaris se dividían y los de Lucerna, Uri, Schwitz y Undervalden permanecían católicos. Unidos más tarde Farell y Calvino, establecieron en Ginebra una Constitución religiosa y un gobierno popular, cuyas leyes contenían contra los disidentes los suplicios más crueles. La República así organizada adquirió tal importancia, que pudo desafiar el poder de la casa de Saboya, de Roma y de Carlos V, y Ginebra se puso a la cabeza del partido reformador y fue por mucho tiempo el foco de todas las combinaciones de aquel partido, el punto de reunión para los jefes del mismo, y el centro de su movimiento intelectual y literario. Las diferencias religiosas originaron no hace muchos años la formación, por parte de los siete cantones católicos, del Sunderbund (alianza separada) y la guerra del mismo nombre(1846). Al año siguiente la Dieta federal votó la disolución del Sunderbund y la expulsión de los jesuitas, lo que se llevó a efecto por 50.000 hombres mandados por Dufoure, general ginebrino. Hoy tres quintos de la población de la República profesan la religión protestante en sus divisiones de Zuinglio y de Clavino. En Alemania, a donde el segundo llevó también sus predicaciones, el calvinismo está mezclado con la religión de Lutero, si bien en Prusia se mantiene con mayor vigor, debiendo tener en cuenta que generalmente se confunden los dos cultos con el nombre de religión evangélica
2.º El calvinismo en Francia
Los que profesaban esta religión fueron mucho tiempo conocidos en Francia con el nombre de Hugonotes. No halló la nueva doctrina grandes simpatías entre el elemento popular; pero fue fácilmente adoptada, ya por algunos sabios a quienes sedujo el principio liberal del calvinismo, ya por los miembros de una nobleza ambiciosa, que creía poseer con dicha religión un arma de combate contra la autoridad de los monarcas. Los calvinistas franceses sostuvieron una lucha larga y sangrienta antes de obtener el libre ejercicio de su religión. Contra ellos dictó Francisco I severos edictos, cuyo rigor aumentó bajo los reinados de Enrique II y Francisco II. En vida de este último monarca, los Borbones, jefes declarados del calvinismo y enemigos de los Guisas, fraguaron después del establecimiento de la Cámara ardiente, encargada de castigar a los herejes, la Conjuración de Amboise (Véase), que, aun habiendo fracasado, dio a conocer la organización poderosa del partido calvinista. El comienzo del reinado de Carlos IX, señalado por el Coloquio de Poissy y por los edictos de julio de 1561 y enero de 1562, fue sólo una tregua, durante la cual los calvinistas se preparaban a sostener la guerra civil, de que fue señal la matanza de Vassy. Católicos y reformistas cometieron grandes excesos, sobre todo en el Mediodía, y los dos partidos vinieron a las manos en las batallas de Dreux (1562) y San Dionisio (1567), ganadas por los católicos y seguidas respectivamente por el Edicto de Pacificación de Amboise (1563) y la Paz de Longjumeau (1568). Vencidos también los calvinistas en Jarnac (1569) y Moncontour (1569), alcanzaron condiciones bastante favorables por la Paz de San Germán, (1570), a la que siguió la memorable jornada de la Saint Barthelémy (1572), ordenada con el fin de exterminar a todos los protestantes, y que decidió a éstos a empuñar de nuevo las armas y a defenderse con energía en las plazas que antes les habían sido dadas para su seguridad. La lucha continuó en los días de Enrique III, quien, acusado de ser afecto a los Hugonotes, suministró un pretexto para la formación de la Liga y se vio precisado a unir sus fuerzas a las de los calvinistas para sitiar a París (1589). Sentado en el trono Enrique IV, triunfante éste en Arques (1589) e lvry (1590), renacieron las esperanzas de los protestantes; pero la conversión del rey al catolicismo determinó una pacificación general afirmada por el Edicto de Nantes (1598). Pudieron, por las concesiones que allí se hacían, reorganizarse los calvinistas, los cuales en tiempo de Luis XIII adoptaron una actitud poco tranquilizadora para la monarquía. Richelieu empleó enérgicas medidas para arruinar al calvinismo como partido. Los protestantes, después de la toma de La Rochela y otras ciudades, quedaron desarmados, si bien se les dejó el libre ejercicio de su culto. Luis XIV revocó el edicto de Nantes en 1685, acto impolítico que, suscitando las persecuciones conocidas por los nombres de Dragonadas y el alzamiento de los Camisardos en los Cevenes (1703), causó además la emigración de muchas familias calvinistas, que llevaron a los países vecinos su industria y sus riquezas. Después de haber reaparecido desde 1746 en el Delfinado y el Languedoc, los protestantes obtuvieron de Luis XVI la declaración de 1788, que les concedía los derechos civiles, a los que la Revolución agregó los políticos. Restaurados los Borbones y admitido el principio de la libertad de conciencia, el gobierno pagó a los pastores de la iglesia protestante. En 1830 se proclamó la igualdad de cultos ante la ley. Hoy todas las religiones son libremente profesadas en Francia. El calvinismo hállase extendido principalmente en el Mediodía y en algunas partes del Oeste y del Este. Las regiones del Gard, Ardèche, Drôme, Altos Alpes, Lozère, Tarn-et-Garonne y Deux-Sèvres, cuentan también gran número de calvinistas. La organización particular de éstos en Francia se funda en la división territorial: seis mil almas de población forman una iglesia consistorial, que, puede ser administrada por uno o varios pastores, y la reunión de cinco iglesias forma un sínodo
3.º El calvinismo en los Países Bajos, Escocia y América
Situados entre Alemania e Inglaterra, que eran protestantes, y en relaciones mercantiles frecuentes con ambas, adoptaron los habitantes de los Países Bajos la Reforma al poco tiempo de la aparición de ésta. La nueva religión penetró allí en 1523, y halló el terreno bien preparado, por los ataques de Erasmo contra la Iglesia romana. La funesta administración española y la intolerancia de Felipe II, causaron la rebelión de los flamencos, hicieron desesperada la resistencia, y aseguraron la independencia de los Países Bajos y el triunfo de las creencias religiosas allí dominantes. Actualmente el calvinismo es la religión profesada por la mayor parte de los habitantes de Holanda, pero hay libertad de cultos.
También fue predicada en Escocia la religión calvinista por Juan Knox, bajo la forma presbiteriana. Tras una lucha que en parte causó la muerte de María Estuardo, el calvinismo triunfó, y hoy, con el nombre de religión presbiteriana, que apenas se diferencia del calvinismo puro, es profesada por casi todos los escoceses. Desde la Gran Bretaña, el calvinismo fue llevado a las posesiones inglesas en la América del Norte, donde no tardó en sufrir importantes modificaciones, a consecuencia de las cuales casi llegó a confundirse con otros cultos protestantes. En nuestros días no pocos habitantes de los Estados Unidos son calvinistas.