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CAPITOLIO, templo romano – Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano

DICCIONARIO ENCICLOPÉDICO HISPANO-AMERICANO(1887-1910)

Índice

CAPITOLIO, monte y fortaleza de la antigua Roma; el templo de Júpiter

CAPITOLIO

– CAPITOLIO (del lat. capitōlĭum): m. fig. Edificio majestuoso y elevado, con alusión al famoso CAPITOLIO de Júpiter en Roma.

– CAPITOLIO:Arqueología. ACRÓPOLIS

– CAPITOLIO:Geografía antigua. Monte y fortaleza de la antigua Roma y, por extensión, el Templo de Júpiter en dicha fortaleza. Hallábase en la extremidad O. de la ciudad, entre el Foro y el Campo de Marte, y era una colina, la más pequeña de las de Roma, con dos mesetas; en la septentrional, de 49 m. de altura, en donde hoy se levanta la iglesia y el convento de Santa María, existía el Area, es decir, la ciudadela del pueblo romano; entre esta cima y la Meridional, en el Intermonte, se alza actualmente el Campidoglio (Palacio del Senado y Museos); en la cumbre del S., de 46 m. de elevación, que es hoy monte Caprino, donde está el palacio Caffarolli, hallábase el Templo de Júpiter. En un principio el Capitolio se llamó Monte Saturnino; después Tarpeyo por haber sido muerta en aquel paraje la vestal Tarpeya; finalmente, cuando se comenzó a edificar el templo de Júpiter, recibió el nombre de Capitolio porque al cimentar el edificio se encontró una cabeza humana que tenía en la frente el nombre de Tolus; consultados los adivinos declararon que Roma estaba destinada a ser la cabeza de todas las naciones; y como recuerdo de esta profecía se llamó a la montaña Caput Toli, nombre alterado después en Capitolium. Tarquino el Mayor comenzó la construcción del templo dedicado a Júpiter, Juno y Minerva; pero en su tiempo sólo se hizo la explanada, rodeada de gruesos muros. Tarquino el Soberbio echó los cimientos del templo, gran cuadrilátero de 61,72 m. de largo por 57,10 m. de ancho, con un peristilo de tres filas de columnas en la fachada y una fila en los lados. Aquélla estaba orientada al S.E. y terminaba en un gran frontón, sobre el que se hallaba la estatua de Júpiter. En el interior había tres naves o templos contiguos, consagrados el del centro a Júpiter, el de la derecha a Juno y el de la izquierda a Minerva. El estilo general del templo era etrusco. Se acabó la obra siete años después de la expulsión de Tarquino, en el año 502 a. de J. C., y fue dedicado por el cónsul Horacio Pulvillo. Este primer Capitolio fue incendiado con motivo de las discordias civiles que hubo entre Carbón y Sila. Este último lo reedificó con mármol de Paros. También el fuego lo destruyó en los días en que luchaban Vitelio y Vespasiano. Reconstruido y otra vez incendiado en tiempo de Tito, este emperador y Domiciano lo reedificaron con gran magnificencia. Aún existía cuando Genserico Saqueo a Roma, en el año 455 de J. C. Entonces debió comenzar su abandono y ruina, consumada a fines del siglo VI, puesto que en 591 existía ya en su emplazamiento la iglesia cristiana de Santa María del Capitolio o de Araceli.

El Capitolio, en los días del Imperio, no era ya el imponente pero modesto edificio de la primitiva Roma; la estatua de Júpiter, con rayo de oro en la mano, estaba sentada en trono de oro y marfil, que sustituyó al antiguo trono de roja arcilla. El techo del templo era de brillante cobre dorado; del mismo metal la puerta. Columnas de mármol sostenían el frontón, coronado con estatuas de mármol dorado y terminado en cuadriga del mismo metal. De las columnas y los frisos pendían despojos del enemigo; espadas, proas de barcos, escudos y estandartes recordaban los triunfos de Roma. Dentro del templo había multitud de ricas ofrendas. Victorias y coronas de oro, vasos murrinos, alhajas de toda clase, enormes trozos de cristal, formaban el tesoro, del que los guardianes del templo respondían con su cabeza. En el templo de Juno había un ganso u oca de plata, en recuerdo de los que habían salvado el Capitolio cuando los galos entraron en Roma. Éste y otros muchos hechos de la historia de Roma van unidos al nombre del Capitolio. En él estaba el bosque del Asilo, de que hablan todos los historiadores romanos, y que fue la cuna de aquellos forajidos padres de los vencedores y señores del mundo. El bosque desapareció, pero su memoria conservóse, pues en tiempo de Vespasiano uno de los caminos que conducían a los cien escalones que había que subir para llegar al Capitolio se llamaba Cuesta del Asilo. En el Capitolio habitaron las sabinas robadas por Rómulo. Allí el sabino Herdonio, en el año 460 a. de J. C., intentó apoderarse del gobierno de Roma al frente de una turba de esclavos y proscriptos. En el Área o plaza del Capitolio sucumbió el mayor de los Gracos. A él subían los que habían merecido los honores del triunfo. Fue el archivo del Estado y de los libros sibilianos, y allí se encontraba el tabularium, o registro del Estado civil de la grandeza romana. Tuvo además gran significación político-religiosa, porque era en un principio el lazo de unión de latinos, sabinos y etruscos, pues el templo de Júpiter, dios común a todos, los unió en las prácticas de un mismo culto.

Con el Imperio disminuyó el prestigio e importancia del Capitolio, por más que lo avalorasen nuevos elementos de arte y magnificencia. El monte Palatino, morada de los Césares, oscureció al Capitolio. El Capitolio ya no fue más que una especie de Museo en que cada emperador tenía su estatua y cada dios su templo, y donde los súbditos de Roma atesoraban, en concepto de ofrendas, valiosísimas riquezas. El más notable de todos los templos que allí se construyeron luego fue el de Júpiter Tonante, edificado por orden de Augusto.

Respecto al Capitolio moderno, V. ROMA.

A imitación de Roma, varias ciudades, y sobre todo las colonias romanas, tuvieron un Capitolio, ya templo; ya fortaleza; tales fueron, entre otras, Constantinopla, Milán, Rávena, Verona, Colonia, Nimes y Tolosa.

Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano (vol. 4, págs. 557-558)          CAPITOLIO, templo  y fortaleza romana; el templo de Júpiter