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Torre de Babel Ediciones

El evangelio del Buddha. Capítulo 25. ANATHAPINDIKA

XXV.- ANATHAPINDIKA (1)

1. En aquel tiempo Anathapindika, hombre inmensamente rico, fue a visitar Benarés. Como tenía un carácter caritativo se le llamaba «el sostén de los huérfanos y el amigo de los pobres».

2. Como hubiera oído decir que el Buddha había venido al mundo y que residía en el bosque de bambús, próximo a la ciudad, partió aquella misma noche para ver al Bienaventurado.

3. Y así que el Bienaventurado vio las perfectas cualidades que adornaban el corazón de Anathapindika, le acogió con palabras de religiosa animación. Se sentaron juntos y Anathapindika oyó la dulzura de la virtud predicada por el Bhagavat. Y el Buddha le dijo:

4. «La instable y sin cesar agitada naturaleza del mundo, es la raíz del dolor. Alcanza esa paz del espíritu el que reposa en la paz de la inmortalidad. El «yo» no es más que un conjunto de compuestos, y su mundo está vacío como un sueño de la imaginación.

5. ¿Quién es el que da forma a nuestras existencias? ¿Es Isvara, que es un creador personal? Si Isvara fuera el creador, todas las cosas vivas deberían someterse sin murmurar al poder de su creador. Serían como los vasos modelados por la mano del alfarero; y si así fuera, ¿cómo podría practicarse la virtud? Si el mundo fuera la obra de Isvara, no habría nada semejante al sufrimiento, al dolor y al pecado, porque de él provendrían todos los actos puros e impuros. Y si no, habría otra causa además de él, y no sería aquel que existe por sí mismo. Así, pues, ya veis que la idea de un Isvara creador se destruye.

6. Se dice que lo Absoluto nos ha creado. Pero lo que es absoluto no puede ser causa. Todas las cosas que nos rodean provienen de una causa, de la misma manera que la planta procede de la semilla. ¿Pero cómo lo Absoluto puede ser a la vez la causa de todas las cosas? Si estuviera en ellas, ciertamente no las crearía.

7. Se dice también que el “yo” es el Creador. Pero si este «yo» es el creador, ¿por qué no ha hecho todas las cosas agradables? Las causas de la pena y de la alegría son reales y objetivas ¿Cómo podrán ser obras del «yo»?

8. Todavía puede adoptarse este argumento: no hay creador; nuestro destino es lo que es, y no hay causalidad alguna. ¿Qué necesidad hay entonces de que regléis vuestra vida y de que hagáis cálculos en vista de un fin?

9. Es por esto por lo que decimos que todas las cosas existentes no están desprovistas de causas. Estas no son ni un lsvara, ni lo Absoluto, ni el Yo, ni el Azar: son nuestros propios actos los que producen les resultados buenos y malos.

10. El mundo entero está sometido a la ley de causalidad, y las causas que obran no son extrañas al espíritu; como el oro de que se ha hecho la copa es siempre oro.

11. Reneguemos, pues; rechacemos las herejías de adorar y rogar a lsvara, no nos perdamos en vanas especulaciones sobre sutilidades sin provecho, repudiemos el «yo» y todo egoísmo; y puesto que todas las cosas están determinadas por la causalidad, practiquemos el bien, a fin de que el bien resulte de nuestras obras.»

12. Y Anathapindika dijo : « Veo que sois el Buddha, el Bendito y el Santo, y quiero abriros mi corazón. Después de oírme, aconsejadme qué debo hacer.

13. Mi vida es trabajosa, y a consecuencia de mis riquezas estoy lleno de cuidados. Desempeño, , sin embargo, con gusto mi trabajo y lo hago con la mayor actividad. Muchas gentes están a mi servicio y su porvenir depende del éxito de mis negocios.

14. Pero he oído a vuestros discípulos elogiar la dicha del eremita y proclamar la instabilidad del mundo. El Santo, dicen, ha renunciado a su reino y a su herencia y ha descubierto el camino de la justicia, dando así un ejemplo al mundo de lo que ha de hacerse para alcanzar el Nirvana.

15. Mi alma aspira a hacer el bien y a ser una bendición para todos los seres mis hermanos. Decidme, os lo suplico, ¿debo abandonar mi opulencia, mi casa, mis negocios y, como vos, vagar sin hogar, a fin de alcanzar la felicidad de una vida religiosa?»

16. El Buddha dijo: «La felicidad de la vida religiosa puede alcanzarse por cualquiera que vaya por el camino del noble óctuple sendero. El que se apegue a la riqueza hará bien renunciando a ella antes de permitir envenenar su corazón; pero el que no es apegado a la opulencia y siendo rico se sirve de sus riquezas con justicia, ese será una bendición para los seres sus hermanos.

17. En verdad te digo, sigue en tu condición de vida y aplícate activamente a tus negocios. No son ni la vida, ni la riqueza, ni el poder lo que hacen al hombre esclavo, sino su apego a la vida, a la riqueza y al poder.

18, El bhikshu que se retira del mundo con el objeto de llevar una vida de descanso, no alcanzará ningún provecho. Porque una vida de pereza es una abominación, y la falta de energía debe ser menospreciada.

19. La ley del Tathagata no exige al hombre errar sin hogar o renunciar al mundo, a menos que no tenga vocación para ello; le ley del Tathagata lo que exige a todo hombre es que se liberte de la ilusión del «yo», que purifique su corazón, que renuncie a su sed de placeres y que lleve una vida recta.

20. Y que todo hombre en lo que haga, ya en el mundo como artesano, mercader, soldado, rey, o ya retirado del mundo y consagrado a la vida religiosa, ponga todo su corazón en ello; que sea diligente y enérgico; que se parezca al loto, que creciendo en el agua, quede, sin embargo, sin tocar con ella; si lucha en la vida, sin abandonarse a la envidia o al odio; si vive en el mundo, sin una existencia egoísta, pero con una vida de verdad; y entonces, seguramente, la paz y la felicidad elegirán su corazón por morada.

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(1) Fuente: Fo-sho-hing-tsan-king, 1432-1495.

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