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Pitágoras – Los versos de oro

Pitágoras – los versos de oro

Pitágoras - Los versos de oroOfrecemos la primera traducción al castellano de los versos atribuidos a Pitágoras, directamente del griego y en versos endecasílabos, realizada por don Jenaro Alenda y Mira (16-6-1816/11-9-1893). Se publicaron por primera vez en el núm. 35 de la Revista de Instrucción pública, Literatura y Ciencias, correspondiente al 5 de junio de 1858. Utilizamos la edición de 1889, tirada de muy pocos ejemplares, y reproducida también en el primer volumen de su obra Relaciones de solemnidades y fiestas públicas de España (Establecimiento tipográfico «Sucesores de Rivadeneyra», Madrid 1903). Adaptamos la ortografía a las reglas actuales del español. (Torre de Babel Ediciones)

Da culto a los dioses inmortales,
Según las santas leyes han dispuesto;
A los héroes después rinde homenaje,
Y cumple tus solemnes juramentos.
Respeta y haz legales sacrificios
A las divinidades del infierno;
Honra a tus padres, honra a tus parientes,
Y ten por tus amigos a los buenos.

Inclínate a las obras provechosas,
No opongas resistencia al buen consejo,
Ni por liviana falta, mientras puedas,
Vean en ti tus amigos duro ceño.

Aprende a dominar el apetito
Del comer y beber; domina el sueño,
La lascivia y la cólera; nada hagas
Que fuere torpe y de pureza ajeno,
Ni con otros ni a solas: a ti mismo
Mírate con pudor y con respeto.
Practica la justicia y te acostumbra
A estar en tu razón y sano acuerdo,
Pensando que es morir cosa segura
Y los bienes del mundo pasajeros.

La parte que te cupo de los males
Dados al hombre por el hado adverso
Soporta con dulzura, y sin airarte
Aplica a tus dolores su remedio,
De las cuitas humanas contemplando
Ser la parte menor para los buenos.

En los hombres verás nobles discursos
Y veráslos ruines y perversos.
No te causen asombro, ni consientas
En desviarte de tu buen intento.
Si alguna vez te hablaren con mentira,
Calla y escucha con paciencia; pero
Que ninguno a decir o hacer te arrastre
Lo que en tu buen sentir no fuere honesto.

Antes de dar principio a tu trabajo,
Piensa para evitar los desaciertos.
Sé prudente; no ofendas a los hombres
Con actos o con dichos indiscretos;
Obra por el contrario cosas tales
Que nunca llores su dañoso efecto.
No te ocupes de aquello que no entiendas;
Dócil pide a la ciencia sus secretos.
Con estas reglas de vivir, tus días
Serán dulces, tranquilos y risueños.

Te conviene además ser cuidadoso
En lo que mira a la salud del cuerpo;
En comida, en bebida, en ejercicios,
Pon saludable tasa y justo medios.

Sea sobrio tu vivir; tal la llaneza
De tu casa y persona en el gobierno,
Que no excites la envidia. Nunca gastes
Con torpe indiscreción fuera de tiempo;
Mas no seas avaro; que es en todo
Una justa medida el don perfecto.
Haz lo que no te dañe: vaya siempre
Delante de la obra el pensamiento.

A la hora del descanso, no a tus ojos
Concedas, hijo, el regalado sueño,
Sin antes ver lo que pasó en el día,
Y cada cosa examinar atento.
¿Dónde estuve? ¿Qué hice? ¿Qué obra útil
Dejé sin acabar? Y discurriendo
Por todo, de lo malo te arrepiente;
Ten dulce regocijo por lo bueno.
Medita y aprovecha estas lecciones;
Ama por tu bien propio estos consejos;
Que ellos te han de poner, si los practicas,
De la virtud divina en el sendero.
Por aquel que nos dio las cuatro fuentes
De vida perennal, te lo prometo.

Tu obra al comenzar, ruega a los dioses
Que le den venturoso acabamiento;
Y en viéndola acabada, reconoce
Que es instable, pues viene a tierra luego
Cuanto el hombre fabrica, y lo que sale
De la mano de Dios es sólo eterno.
Ser la naturaleza igual en todo
Reconoce también; vive contento
Si alcanzas la verdad; esto nos cumple;
Que esperar lo imposible es loco empeño.

Reconoce por fin que por su arbitrio
Se cercan los mortales de tormentos.
¡Infelices! no ven, no ven ni escuchan,
Estando cerca el bien. ¡Cuán pocos de ellos
Rompen su esclavitud! Tan crudas hieren
Las parcas el humano entendimiento,
Y rodando, rodamos por la tierra,
Sólo para llorar males inmensos.
Con el hombre ha nacido, y es del hombre
Funesta compañera acá en el suelo,
La discordia fatal, la que sus dardos
Arroja, y huye a su escondido asiento:
No quieras provocarla; más te vale
Sus iras evitar, siempre cediendo.
¡Oh Dios Padre! Del mal, del mal nos libra,
Y en la elección del bien danos acierto.

Pero ten confianza, que los hombres,
De linaje divino descendieron,
Y la santa, la próvida natura
Les irá revelando misterios.
En tanto, de los males que te agobien,
Si cumples mis mandatos, serás dueño,
Y salvarte podrás; más piensa, piensa;
Sea de tu reflexión constante objeto
Purificar y redimir el alma:
Estas cosas medita con buen seso.
A todo tu razón se sobreponga,
Que es el mejor auriga, y cuando, el cuerpo
Abandonado, al éter libre subas,
Será la eternidad tu digno premio.