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PABLO
I – Cuestiones sobre San Pablo
¿Fue Pablo ciudadano romano, como se jacta de haberlo sido? Si nació en Tarsis, que pertenece a la Fenicia, Tarsis no fue colonia romana hasta cien años después de la muerte del apóstol, y en esto están acordes los anticuarios; si nació en la pequeña ciudad o aldea de Giscala, como cree San Jerónimo, esa ciudad pertenece a Galilea, y los galileos no eran ciudadanos romanos.
¿Es cierto que Pablo ingresó en la sociedad naciente de los cristianos, que entonces eran semijudíos, porque Gamaliel, que fue su maestro, se negó a casarlo con su hija? Esta acusación sólo se encuentra en las Actas de los apóstoles, que admiten los ebionitas y que copia y refuta el obispo San Epifanio.
¿Es verdad que Santa Tecla fue a buscar a San Pablo disfrazada de hombre? ¿Las actas de Santa Tecla son canónicas?’ Tertuliano, en el libro que escribió sobre el bautismo, y en el capítulo XVII, cree que escribió esa historia un sacerdote entusiasta de Pablo; pero Jerónimo y Cipriano, aunque refutan la fábula del león que bautizó Santa Tecla, afirman la veracidad de esas actas. En ellas se encuentra este singular retrato de Pablo: «Era grueso, de baja estatura, ancho de hombros; sus cejas negras se juntaban sobre su nariz aguileña; tenía las piernas torcidas, la cabeza calva, y estaba lleno de la gracia del Señor.» Así también lo retrata Luciano, aunque no dice que estaba lleno de la gracia del Señor, porque Luciano no le conocía.
¿Puede perdonarse a Pablo que reprendiera a Pedro porque judaizaba, cuando él mismo estuvo judaizando ocho días en el templo de Jerusalén? Cuando Pablo fue presentado por los judíos ante el gobernador de Judea por introducir extranjeros en el templo, ¿obró bien diciendo al gobernador que le procesaban por haber resucitado muertos, cuando no se trataba de semejante resurrección?
¿Hizo bien Pablo en circuncidar a su discípulo Timoteo, después de haber escrito a los galateos: «Si os dejáis circuncidar, Jesús no servirá de nada»? ¿Hizo bien en escribir a los corintios: «No tenemos acaso derecho de vivir a vuestras expensas y de tener una mujer»? ¿Hizo bien en escribir a los mismos en otra epístola: «No perdonaré a ninguno de los que han pecado ni a los otros»? ¿Qué idea tendríamos hoy del hombre que quisiera vivir él y su mujer a nuestras expensas, juzgarnos, castigarnos, midiendo con la misma vara al culpable y al inocente?
¿Qué quiere decir que Pablo fue arrebatado al tercer cielo?
¿Qué quiere decir tercer cielo?
¿Qué es en fin más verosímil, humanamente hablando, que San Pablo se hiciera cristiano por haberle derribado del caballo una luz extraordinaria en pleno mediodía, y porque una voz celeste le preguntara a voz en grito: «Saúl, Saúl, ¿por qué me persigues?», o que se hiciera cristiano por odio a los fariseos, por negarse Gamaliel a entregarle su hija, o por algún otro motivo?
¿En cualquier otra historia que no fuera religiosa, la negativa de Gamaliel no parecería más natural por haber oído una voz celeste, si no estuviéramos obligados a creer ese milagro? Sólo presento estas cuestiones para instruirme, como exijo del que quiera instruirme que me hable siempre con arreglo a la razón.
II
Las epístolas de San Pablo son tan sublimes, que es muy difícil comprenderlas. Muchos jóvenes bachilleres preguntan cuál es el sentido preciso de estas palabras: «Todo hombre que reza y que profetiza con un dedo sobre su cabeza, la mancha» (1).
¿Qué significan estas otras: «Supe por el Señor que la misma noche que le prendieron había tomado pan»? (2).
¿Cómo pudo saber eso por Jesucristo, con quien nunca habló, y del que fue cruel enemigo sin haberle visto nunca?, ¿fue por inspiración?, ¿fue por el relato de sus discípulos?, ¿fue cuando la luz celeste le hizo caer del caballo? No nos lo dice.
¿Qué quiere decir: «La mujer se salvará si tiene hijos»? (3).
Esto es indudablemente tratar de aumentar la población, y no da a entender que Pablo haya fundado conventos de religiosos. Trata de impíos, de impostores, de diabólicos, de conciencias gangrenadas, a los que predican el celibato y la abstinencia de comer carne.
¿Qué hemos de decir respecto a los pasajes en los que recomienda a los obispos que no tengan mas que una mujer? (4). Esto es positivo: nunca permitió que un obispo tuviera dos mujeres, cuando los grandes pontífices judíos podían tener muchas. Dice positivamente que «el juicio final llegará en su época, que Jesús descenderá de las nubes, como lo anuncia San Lucas; que él, Pablo, se remontará en los aires para ir delante de Jesús con los habitantes de Tesalónica». ¿Fue eso acaso una figura alegórica? ¿creyó efectivamente que haría semejante viaje? ¿llegaría acaso al tercer cielo? «Que el Dios Nuestro Señor Jesucristo, el padre de la gloria, os conceda el espíritu de la sabiduría.» ¿Decir esto es acaso reconocer a Jesús por el mismo Dios que el Padre? |
«Manifestó el poder que tenía sobre Jesús, resucitándolo y colocándolo a su derecha.» ¿Dice esto para probar la divinidad de Jesús?
«Hicisteis a Jesús algo inferior a los ángeles coronándolo de gloria.» Si es inferior a los ángeles, ¿cómo es Dios?
«Si por el delito de uno solo murieron muchísimos, la gracia y el don de Dios abundaron por la gracia de un solo hombre, que es Jesucristo.» ¿Por qué le llama siempre hombre, y nunca Dios?
«Somos hijos de Dios y coherederos de Jesucristo.» ¿No es esto considerar a Jesús como a uno de nosotros, aunque superior a nosotros por la gracia de Dios? ¿Cómo hemos de entender esos pasajes al pie de la letra sin temer ofender a Jesucristo, y cómo hemos de interpretarlos en sentido más elevado sin temer ofender al Dios Padre? Tiene San Pablo muchos pasajes de esa índole, que han hecho trabajar la inteligencia de los sabios; los comentaristas se han combatido unos a otros, y nosotros no tenemos la pretensión de aclarar la oscuridad que ellos han dejado, por lo que nos sometemos a las decisión de la Iglesia.
También nos ha costado gran trabajo descifrar los pasajes siguientes:
«La circuncisión os aprovecha si observáis la ley judía; pero si sois prevaricadores de la ley, vuestra circuncisión se convierte en prepucio (5).
»Sabemos que todo lo que la ley dijo a cuantos están dentro de la ley, lo dijo con el fin de que toda boca quede obstruida (6) y de que todo el mundo se someta a Dios, porque toda carne sólo se justificará ante Él por las obras de la ley, porque por la ley viene el conocimiento del pecado. Porque un solo Dios justifica la circuncisión por la fe, y el prepucio por la fe. No quiera Dios que destruyamos la ley por la fe.»
Nos atrevemos a decir que ni aun el ingenioso y profundo dom Calmet, respecto a esos pasajes oscuros, nos ha podido dar una luz que disipara nuestras tinieblas. Sin duda es culpa nuestra, por no haber comprendido a los comentaristas y por estar privados de la inteligencia completa del texto, que sólo debe haberse concedido a las almas privilegiadas; pero cuando la explicación nazca de la cátedra de la verdad, lo entenderemos todo perfectamente.
III
Es preferible leer las cartas de dicho apóstol, a consumir la paciencia pretendiendo inútilmente averiguar la fecha en que se escribieron. También los sabios buscan en vano el año y el día en que San Pablo mandó apedrear a San Esteban y en que guardó los mantos de los verdugos. Disputan también sobre el año en que la luz brillante le hizo caer del caballo en pleno mediodía y sobre la época en que fue trasportado al tercer cielo. No están acordes en que le llevaron prisionero a Roma ni en el año en que murió. No es conocida la fecha de ninguna de sus epístolas.
Créese que no es suya la epístola dirigida a los hebreos, lo mismo que la dedicada a los laodicenses, aunque ésta la hayan admitido por los mismos motivos que las otras.
No se sabe por qué cambió el nombre de Saúl por el de Pablo, ni qué significaba este nombre. San Jerónimo, en sus Comentarios, dice que Pablo significaba la embocadura de la flauta.
La correspondencia de San Pablo con Séneca y de Séneca con San Pablo fue para la primitiva Iglesia tan auténtica como los escritos de los demás cristianos. San Jerónimo lo asegura; en su Catálogo cita pasajes de dichas cartas. San Agustín tampoco lo duda. Se conservan trece cartas de Pablo y de Séneca, que estuvieron ligados por estrecha amistad en la corte de Nerón. La séptima carta que Séneca dirigió a San Pablo es curiosísima; en ella le dice que los judíos y los cristianos se ven condenados con frecuencia al último suplicio por incendiarios de Roma. Es verosímil, efectivamente, que los judíos y los cristianos, que se aborrecían con ceguedad, se acusaran recíprocamente unos a otros de haber incendiado la capital del Imperio romano, y que el desprecio y el horror con que miraban a los judíos, lo mismo que a los cristianos, los entregaran a unos y a otros a la venganza pública.
No podemos dejar de confesar que la correspondencia epistolar de Séneca y de Pablo está escrita en latín bárbaro y ridículo; que los asuntos de las cartas son tan impertinentes como el estilo, y que hoy se las considera falsas. Pero ¿cómo se atreven a contradecir el testimonio de San Jerónimo y el de San Agustín? Si éstos aseguran que son verdaderas cuando son falsificadas, ¿qué seguridad podemos tener de que son auténticos otros muchos escritos respetables? Esta es la objeción que presentan algunos sabios. «Si nos han engañado indignamente —dicen—, queriendo hacer pasar por verdaderas las cartas de Pablo y de Séneca, las constituciones apostólicas y las actas de San Pedro, ¿porqué no nos han podido engañar también respecto a las Actas de los apóstoles?»
No se sabe en qué se fundaba Abdías, primer obispo de Babilonia, para decir en su Historia de los apóstoles que San Pablo hizo que el pueblo apedreara a Santiago el Menor; pero antes de que se convirtiera al cristianismo, pudo muy bien perseguir a Santiago, como persiguió a San Esteban. Pablo era muy violento, y dicen las Actas de los apóstoles que le gustaba el olor de la sangre y el de la carnicería (7). Abdías tiene cuidado de observar que «el autor de la sedición, que tan cruelmente maltrató a Santiago, era el mismo Pablo, que luego Dios designó para ejercer el ministerio del apostolado» (8).
Ese libro, que se atribuye al obispo Abdías, no lo admiten los cánones; sin embargo, Julio Africano, que lo tradujo al latín, lo cree auténtico; pero si la Iglesia no lo admite, tampoco nosotros debernos admitirle, limitándonos a bendecir a la Providencia y desear que todos los perseguidores lleguen a convertirse en apóstoles caritativos.
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(1) Primera Epístola a los corintios, cap. XI, vers. 4.
(2) Idem, vers. 23.
(3) Timoteo, cap. II.
(4) Idem, cap. III.
(5) Epístola a los romanos, cap. II.
(6) Idem, cap. III.
(7) Cap. IX, vers. 1.
(8) Historia apostólica, libro VI del Código de Fabricio