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HISTORIA DE LA FILOSOFÍA ZEFERINO GONZÁLEZ (1831-1894) Tomo I – Tomo II – Tomo III – Tomo IV
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Historia de la Filosofía – Tomo IV – La filosofía novísima (siglo XIX)§27 – EL PANTEÍSMO EMPÍRICO O POSITIVISTA. SCHOPENHAUERLa reacción contra el idealismo apriorístico, iniciada por Herbart, fue desarrollada y consolidada por Schopenhauer, cuyas ideas adquirieron grande boga durante los últimos años de su vida. Sólo que Schopenhauer y sus discípulos conservaron la tesis esencial del idealismo germánico, o sea la tesis panteísta, cuidando de ponerla en armonía con el materialismo, de apoyarla en el método experimental y de afectar procedimientos positivistas. De aquí el nombre de panteísmo empírico o positivista que hemos dado a esta escuela, cuyo primer representante caracterizado es Schopenhauer. Este filósofo, que nació en Dantzig (1788), y fue hijo de un rico banquero, pasó los primeros años de su juventud en viajes y dedicado al comercio, hasta que en 1809 se entregó al estudio de la medicina y ciencias naturales en la universidad de Gotinga. Schulze, discípulo de Kant, le inspiró afición a los estudios filosóficos, y le aconsejó que antes de leer las obras de los demás filósofos, estudiara con detenimiento y exclusivamente la Filosofía de Platón y de Kant. Este consejo, que Schopenhauer siguió con fidelidad, explica ciertos rasgos y determinadas direcciones de su doctrina.
A pesar de su originalidad, esta obra, lejos de llamar la atención del mundo sabio, permaneció en la oscuridad, lo mismo que la que publicó en 1836 con el título de La voluntad en la naturaleza, hasta que el nombre de Schopenhauer llamó la atención de los sabios con motivo de una disertación sobre la libertad, que fue premiada por la Real Academia de Ciencias de Noruega. De entonces más, los hombres de letras y las revistas científicas comenzaron a ocuparse en las publicaciones y teorías filosóficas de Schopenhauer, y acudieron a su lado discípulos entusiastas, que se encargaron de la propaganda de su nombre y doctrinas. En 1851 dio a luz sus Parerga und Paralipomena, especie de miscelánea por el estilo de los Stromata de Clemente Alejandrino, que contiene ensayos, estudios y trabajos parciales sobre diferentes materias. Cuando el prestigio de su nombre y la fama de sus escritos habían alcanzado su mayor brillo, Schopenhauer bajó al sepulcro repentinamente en 1860. La concepción filosófica de Schopenhauer puede condensarse y resumirse en las tres siguientes afirmaciones fundamentales: 1.ª La Filosofía consiste en conocer la esencia verdadera e íntima del mundo, elevándose y pasando de los fenómenos y apariencias a la esencia y a la cosa en sí. El método único para llegar a este conocimiento, y las fuentes verdaderas de la metafísica misma, deben buscarse en la experiencia, tanto externa como interna. El objeto verdadero y propio de la Filosofía es conocer la esencia (quid sit) del mundo, pero de ninguna manera debe investigar ni puede conocer su origen, su fin o su causa: la investigación filosófica debe mantenerse siempre en el terreno cosmológico, sin entrar jamás en el terreno teológico, porque, en realidad, la Filosofía y la metafísica se reducen a la cosmología: nicht nach dem Woher und Wohin und Warum, sonder inmer und übcrall nur nach dem Was der Welt fragt 2.ª Los fenómenos todos que percibimos, inclusa la inteligencia y la razón, los diferentes individuos y seres particulares que observamos en el mundo, son efectos, evoluciones, fases, productos de una esencia única, que es la voluntad, la cual existe y se manifiesta como fuerza inconsciente en unas cosas, y como fuerza consciente en otras. Los astros con sus atracciones y repulsiones, los cuerpos minerales con sus fuerzas químicas, las plantas, los animales, el hombre, y, en general, las cosas todas con sus gradaciones y diferencias, son resultado y representan otras tantas objetivaciones de esa fuerza o esencia única que Schopenhauer apellida voluntad (Wille), y que coincide o se resuelve en la cosa en sí de Kant. Esta voluntad, considerada en sí misma y abstracción hecha de sus manifestaciones en el hombre, o sea en cuanto los individuos humanos constituyen una de sus varias evoluciones y productos, es impersonal y carece de conciencia, la cual adquiere sólo en el hombre y por el hombre, y desaparece, por consiguiente, al desaparecer el individuo humano, o sea la unión del alma con el cuerpo. 3.ª La voluntad, que, según queda dicho, constituye la esencia una e idéntica de todas las cosas, que las produce todas por medio de su actividad esencial, y que después de haberse manifestado como fuerza ciega e inconsciente en la naturaleza, se manifiesta o revela como fuerza consciente en el hombre, es por su misma esencia una fuerza viva, un esfuerzo enérgico y permanente, no sólo para existir y vivir, sino para acrecentar la existencia y la vida. El esfuerzo para perfeccionar su ser y su vivir, en tanto existe y se revela en la voluntad consciente del hombre, en cuanto y porque experimenta y siente necesidades, cuya satisfacción se halla retardada e impedida por mil obstáculos, y cuando, por último, alguna de ellas queda satisfecha, resulta espontáneamente de esta misma satisfacción una nueva necesidad que lleva consigo nuevos impedimentos, y, por consiguiente, nuevos dolores; pues el dolor o sufrimiento resulta y existe mientras que la necesidad o deseo no son satisfechos. Luego la vida del hombre, vida que se resume en la volición y deseo, es una serie continua e inevitable de sufrimientos. La sed inextinguible de felicidad y dicha que acompaña a los actos de la voluntad, sin poder conseguirla jamás; el esfuerzo continuo para llegar al bien o descanso perfecto, el cual huye y se aleja siempre, son causa de que la vida humana se resuelva en una serie de necesidades, dolores y sufrimientos, los cuales sólo pueden desaparecer y morir con la desaparición y muerte de la misma voluntad, o al menos de sus actos como fuerza consciente. Luego la verdadera ciencia del hombre consiste en comprender que la realidad es una ilusión, un conjunto de fenómenos o apariencias, y que la vida es un dolor permanente, un foco de sufrimientos. Luego el destino final a que debe aspirar el hombre, el fin último de sus deseos, debe ser la destrucción y aniquilamiento de la voluntad, y, por consiguiente, de la vida y del ser que radican en ella: la extinción de la vida, la desaparición y aniquilamiento (nirvana) de la existencia individual. Como consecuencias y aplicaciones más o menos lógicas de estas tres tesis fundamentales, Schopenhauer enseña: A) Con respecto a la primera: a) Que la verdadera Filosofía es ateológica por su misma naturaleza; porque nada sabe ni puede saber acerca de la existencia de un Dios personal y ultramundano, cuya idea, lejos de ser innata o connatural al hombre, como pretenden ciertos filósofos, es resultado de la educación (ist anerzogen) y de la enseñanza. b) Que la Filosofía rechaza igualmente la distinción substancial y la oposición vulgar entre el espíritu y el cuerpo; pues las palabras alma y espíritu son palabras vacías de sentido, toda vez que la experiencia nada nos dice sobre su naturaleza y existencia. La palabra espíritu sólo es aceptable, si con ella se quiere significar una inteligencia, pero no una inteligencia como función de una substancia simple e inmaterial, sino como una de las funciones del cerebro, a la manera que la digestión es una función del estómago. c) La metafísica, cuyo objeto es la interpretación de la vida, o sea el conocimiento de la esencia y del término de la vida, constituye una necesidad esencial de la naturaleza humana, necesidad que la Filosofía satisface con respecto a los hombres de la ciencia, al paso que con respecto a la generalidad de aquéllos, aun en las naciones civilizadas, es satisfecha por la religión. De aquí se desprende que las diferentes religiones positivas pueden considerarse como formas alegóricas y soluciones místicas del problema filosófico, y constituyen, por decirlo así, la metafísica del pueblo. B) Con respecto a la segunda : a) El universo o mundo sensible, única realidad que existe para la Filosofía, la cual no reconoce más método de investigación ni más criterio de verdad que la experiencia, entraña dos modos de existencia: la existencia ideal o fenomenal, y la existencia real u objetiva. En el primer concepto, la existencia del mundo coincide y se identifica con la representación que de él formamos en nuestro interior, puesto que las cosas en tanto existen para nosotros y de tal modo existen para nosotros, en cuanto y según el modo con que las pensamos. En este sentido debe tomarse la afirmación o pronuntiatum de Schopenhauer, cuando escribe: el mundo es mi representación (Die Welt ist meine Vorstellung), o, en términos más claros y sentido más propio, es mi percepción. b) La voluntad, que constituye la realidad única, la esencia interna del mundo, como se ha dicho, considerada en sí misma, en su fondo primitivo y con abstracción de sus evoluciones y manifestaciones a través de los diferentes reinos (sideral, mineral, vegetal, animal y humano), es una fuerza infinita, pero instintiva, una tendencia necesaria y ciega a vivir (blind Drang zum Leben), y los diferentes seres que pueblan el mundo son la objetivación sucesiva, múltiple y ascendente de esa fuerza-substancia, o sea de la necesidad de existir y vivir que le es inherente. Los astros con sus movimientos, las combinaciones químicas, la vida, la sensibilidad, el instinto, las pasiones, la inteligencia, representan objetivaciones parciales de esa voluntad absoluta y universal. c) Toda vez que la voluntad es el ser absoluto, el principio esencial y la razón última y universal de las cosas, síguese de aquí que la inteligencia no es anterior ni superior a la voluntad, sino más bien inferior y posterior; es una derivación de ésta, un fenómeno o hecho accidental, al paso que la voluntad es el principio, el antecedente, la esencia. Síguese también que la libertad, aplicada a los individuos, es una palabra vacía de sentido; porque aunque la voluntad, considerada como la esencia interna, como la cosa en sí, es libre, considerada como fenómeno, como objetivada en la existencia individual, está sujeta al determinismo absoluto; la libertad, en una palabra, conviene al ser, es decir, a la voluntad como cosa en sí y esencia única e interna del mundo, pero no a la acción que ejecutan los individuos, productos y derivaciones de aquélla: In esse, nicht in operari liegh die Freiheit Sigúese, finalmente, que por más que la voluntad como cosa en sí, como esencia independiente de las condiciones del espacio y del tiempo, sea eterna, la voluntad-fenómeno, o sea la personalidad individual, desaparece y muere. Cuando muere el hombre, permanece la voluntad que constituye el fondo de su ser; en este concepto, no hay aniquilamiento completo, y puede decirse que el hombre es inmortal; pero muere como individuo, perece como persona consciente y como yo singular. Desear la inmortalidad de la persona, añade Schopenhauer, es, en rigor, querer perpetuar una ilusión hasta lo infinito. La existencia del hombre como persona, desaparece y muere, como muere y desaparece la burbuja que se forma en la superficie del agua, perseverando ésta en su esencia y substancia en disposición de producir otras y otras burbujas in infinitum, es decir, otras formas o manifestaciones individuales del entendimiento. Schopenhauer dice, en efecto, terminantemente: «por la muerte, la voluntad, que es indestructible, se separa del entendimiento, que es perecedero y que reviste o adquiere en cada nacimiento una nueva fase o existencia individual, que no conserva recuerdo alguno de la existencia anterior». Como se ve, la teoría de Schopenhauer sobre este punto se reduce a una especie de metempsicosis, que tiende a conciliar la eternidad de la materia y la palingenesia del entendimiento. C) Con respecto a la tercera: a) Toda vez que el dolor y los sufrimientos son inseparables de la vida humana, manifestación y producto de la voluntad en el hombre; toda vez que el dolor y los sufrimientos son inseparables de la voluntad como tendencia y esfuerzo para satisfacerlas necesidades, que renacen sin cesar y que crecen a medida que crece y se desarrolla la energía de su actividad, síguese de aquí que la vida es esencialmente dolor, y que éste sólo puede desaparecer, desapareciendo la voluntad, que es su origen y su razón suficiente. b) El destino final o desideratum del hombre, la única felicidad a que puede aspirar, es la extinción nirvánica de la vida, es la negación y la muerte de la voluntad y de su actividad, condición indispensable para llegar al descanso verdadero, para conseguir la exención del dolor y los sufrimientos. La liberación, el reposo real, la libertad perfecta del mal, consisten en destruir y negar la voluntad de vivir: die Verneinung des Willens zum Leben c) Luego los medios más conducentes para amortiguar, disminuir y matar las fuerzas de la vida y de la voluntad, como son los ayunos, la resignación pasiva, la inacción, el celibato, etc., son los medios más a propósito y más eficaces para la perfección del hombre, y consiguientemente para su felicidad única posible, la cual consiste, según se ha dicho, en el aniquilamiento o extinción de la vida y de la voluntad consciente. d) La base de la moral es la compasión mutua, la simpatía recíproca, pero a condición de reconocer que el mundo de los fenómenos es una ilusión; que el yo, como individuo, equivale a la nada; que la felicidad es un sueño y un accidente pasajero en la vida del hombre, en la cual sólo el dolor es permanente, real y efectivo. e) El optimismo de este mundo, predicado por Leibnitz y otros filósofos, es un error y un contrasentido; pues el mundo que habitamos es el peor entre los posibles. Resumiendo y sintetizando la concepción de Schopenhauer: el mundo, el Universum, en todos sus órdenes y seres, es una manifestación y también un efecto de la Voluntad, ser absoluto, substancia única y esencia interna de todo. Vivir es la tendencia fatal y la ley instintiva de esta voluntad, y de aquí el egoísmo absorbente y destructor que la acompaña a través de sus evoluciones, y que es el origen o razón suficiente de ese pesimismo que se revela y existe en el mundo; éste no es otra cosa, en realidad de verdad, sino un numeroso campo de batalla en que los seres luchan y se destruyen mutuamente (darwinismo) por amor a la existencia. Luchar siempre, sufrir sin descanso, querer sin motivo, agitarse en el vacío y el dolor, he aquí la vida de los seres y la del hombre en particular. Luego el bien y la perfección para éste deben consistir y consisten en renunciar y negar la voluntad con sus deseos y aspiraciones, hasta llegar al quietismo completo de la misma, a la supresión total de su movimiento, o sea a la extinción nirvánica de su actividad y de su vida. La aspiración y los esfuerzos para conseguir esto constituyen la virtud, la santidad, la perfección moral del hombre. § 28 – CRÍTICAQue el pensamiento de Kant ejerció bastante influencia sobre el pensamiento de Schopenhauer, según dejamos indicado, échase de ver en las ideas de este último acerca de la impotencia de la razón filosófica para afirmar y conocer a Dios y al alma; en su hostilidad y hasta menosprecio desdeñoso contra las religiones positivas; en la importancia preponderante que concede a la voluntad sobre la razón, y en su opinión acerca de la idealidad del espacio, el cual se reduce a una función fundamental de la inteligencia, según Schopenhauer, sin contar otros puntos más secundarios y concretos de su teoría filosófica, que entrañan reminiscencias más o menos fieles y explícitas de la doctrina de Kant.
Que el materialismo, o, si se quiere mejor, el positivismo materialista palpita en el fondo y hasta en la superficie de la concepción de Schopenhauer, es cosa de suyo manifiesta, si se tiene en cuenta que para el filósofo de Dantzig, la existencia de Dios, y el origen del mundo, y su causa eficiente, y su término, son problemas inaccesibles a la razón y a la Filosofía; que éstas no deben admitir más criterio de verdad que la experiencia; que el espíritu y el alma, como substancias inmateriales, son palabras vacías de sentido; que «en el fondo, el animal es una misma cosa con nosotros», diferenciándose del hombre sólo accidentalmente; que la vida, los organismos, la materia misma, son condensaciones de la voluntad, la voluntad objetivada; finalmente, que el pensamiento es una función peculiar del cerebro, de la misma manera que la digestión es función propia del estómago. Si algo hay en la Filosofía de Schopenhauer que pueda apellidarse original, al menos con originalidad relativa, es la aplicación del método experimental y de la inducción a la metafísica, es el propósito de levantar un edificio metafísico sobre la base única y exclusiva de la experiencia. La Filosofía de Schopenhauer es, o pretende ser, una metafísica experimental: una metafísica, puesto que su objeto es conocer científicamente la realidad y esencia de las cosas: experimental, porque se sirve, o, mejor dicho, promete echar mano de la inducción y de los hechos para elevarse a este conocimiento. La grande fuerza de expansión y de propaganda que la Filosofía de Schopenhauer alcanzó y alcanza todavía, se deriva principalmente de esto. La Alemania, llena y hastiada de idealismo y de construcciones a priori, se precipitó con avidez en pos del filósofo de Dantzig, que alardeaba de construir una metafísica puramente experimental. Así, la concepción de Schopenhauer, que, según se ha visto, es esencialmente materialista por parte de su contenido interno y real, es también profundamente materialista por parte de su significación histórica, o sea como reacción extremada contra el principio idealista, y como aplicación exclusiva del método inductivo. Por una reacción muy natural, o, al menos muy frecuente en la historia de la Filosofía, el espíritu humano ha pasado en nuestro siglo de la exageración idealista y espiritualista a la exageración positivista y materialista. Iniciada por Herbart esta reacción en la Alemania, fue afirmada y desarrollada por Schopenhauer, y completada por los adeptos del materialismo contemporáneo, el cual procede de Schopenhauer por filiación tan legítima como directa, y esto, no ya sólo en el terreno propiamente filosófico, si que también en el terreno social y político. Para Schopenhauer, como para los modernos internacionalistas, la patria es una palabra sin sentido, y «el patriotismo es la pasión de los tontos». Alguien ha dicho que Schopenhauer es un accidente en la Europa y una excrescencia de la Filosofía alemana, frase que no carece de cierta exactitud si se refiere al moralista. Porque, en efecto, la teoría moral de Schopenhauer viene a ser una reminiscencia, una reproducción más o menos completa de la moral búdhica con su pesimismo y su nirvana. Al comparar los sistemas religiosos con las teorías filosóficas, el mismo Schopenhauer reconoce y afirma que en el caso de dar una forma religiosa a su Filosofía, su expresión más exacta y completa sería el budhismo. Schopenhauer es un representante del Oriente y de las ideas asiáticas en el Occidente, un sufí de la India, que coloca la libertad del mal, la perfección del bien, la suprema felicidad, en el éxtasis de la nada, en la extinción de la vida y del ser. Diríase que llegó hasta su corazón y su inteligencia algún soplo de esa Filosofía de la desesperación y de la muerte, de esa concepción quietista, silenciosa y nirvánica de las orillas del Ganges, cuyo renacimiento en Europa ha influido tal vez más de lo que se piensa, no ya sólo en determinados extravíos filosóficos, sino también en esa literatura romántico-sombría que se deleita en cantar la desesperación y la muerte por boca de Goethe, Byron, Chateaubriand, y, sobre todo, Leopardi. Acaso tampoco es extraño a esa doctrina y a ese renacimiento pesimista lo que pudiéramos llamar la manía del suicidio, que tantos estragos produce en la sociedad de nuestros días. Porque ello es incontestable que la teoría de Schopenhauer conduce lógicamente a considerar el suicidio, no solamente como lícito, sino como eminentemente moral, toda vez que es el medio más seguro y práctico para llevar a cabo la negación de la existencia y de la vida. Por una inconsecuencia, o tal vez por no atreverse a chocar de frente contra el sentido moral, Schopenhauer no proclama la licitud y conveniencia del suicidio en sentido absoluto y universal, que sería lo lógico en su sistema; pero admite y afirma que la muerte voluntaria por inanición es la forma más perfecta de realizar la negación de la voluntad, la cual representa el bien supremo a que puede aspirar el hombre, su destino final. § 29 – LA ESCUELA DE SCHOPENHAUERDurante los últimos años de su vida, y, sobre todo después de su muerte, adquirió gran prestigio el nombre de Schopenhauer, viniendo a cumplirse lo que él mismo había predicho, a saber: que su Extremaunción sería su Bautismo. Así es que su doctrina llegó a formar escuela, siendo cultivada, defendida y hasta modificada y transformada por sus discípulos y admiradores. Prescindiendo por ahora de Hartmann, principal representante de esta escuela y que merece párrafo aparte, bastaría recordar, en confirmación y prueba de lo que se acaba de indicar acerca de la escuela y discípulos de Schopenhauer, que mientras Asher, Rokitansky, Bahnsen y Mainländer desarrollaban las ideas de su maestro en el terreno moral, en el materialista y el fisiológico, Frauenstädt, que en la primera época de su vida literaria había filosofado en sentido hegeliano, se pasó después con armas y bagajes a la escuela de Schopenhauer, convirtiéndose en el propagandista más activo y celoso de la doctrina de éste, aunque sin renunciar del todo a Hegel. Frauenstädt introdujo en la doctrina de su maestro algunas reformas y modificaciones, siendo las más trascendentales de estas la negación, o atenuación al menos, del idealismo subjetivo de Schopenhauer, la reducción de la materia pura a una abstracción del pensamiento. Además de esto, Frauenstädt se separa de su maestro, negando que sea necesario, ni siquiera posible a la voluntad llegar a la negación de sí misma y de su actividad, como término final y bien supremo de la existencia y de la vida. Como consecuencia de esto, tampoco concede al ascetismo rígido la importancia ética y la preferencia absoluta que le concedía Schopenhauer. Esto no obstante, Frauenstädt afirma y desarrolla el principio ético de su maestro por lo que respecta a la negación de la libertad en el individuo. El discípulo de Schopenhauer concede una fuerza irresistible y verdaderamente fatalista a lo que la escuela de Schopenhauer llama carácter, y considera como una ilusión sin fundamento real la responsabilidad moral interna del individuo; de manera que en el terreno determinista, las ideas de Frauenstädt van más lejos y son más rígidas que las de su maestro. La dirección ateológica que hemos encontrado en la Filosofía de Schopenhauer, el germen ateísta que entraña su concepción, ha recibido recientemente desarrollos y aplicaciones importantes por parte de otro de los discípulos de Schopenhauer. En su Filosofía de la liberación o redención (Die Philosophie der Erlosung), Mainländer esfuérzase en probar que el ateísmo es la base y el principio esencial para obtener la verdadera liberación, o sea la exención del mal. Según Mainlander, el budhismo y el cristianismo son las religiones más perfectas y más conducentes a la perfección del hombre, las más en armonía con los principios de la Filosofía de Schopenhauer, precisamente porque entrañan el ateísmo. En su fondo íntimo, el cristianismo es un verdadero ateísmo, puesto que a él se debe la afirmación o creencia de que Dios murió en pasados siglos. La Filosofía de la liberación o de la extinción nirvánica, en el sentido de Schopenhauer, representa el desarrollo y el complemento del budhismo y del Cristianismo puro; representa el triunfo de la verdad completa y absoluta de la ciencia, sobre la verdad incompleta y relativa de la idea religiosa. En una palabra: la Filosofía de la liberación es la Filosofía de la verdad y de la realidad, porque «funda el ateísmo, no sobre una fe, como el budhismo y el Cristianismo puro, sino sobre el saber, siendo ella la primera que hace estribar el ateísmo en bases científicas». En sus Ensayos sobre la caracterología, Bahnsen parece avanzar un paso más que Schopenhauer en el camino del materialismo, puesto que considera la idea como producto de un órgano material. Hay, sin embargo, un punto, y punto trascendental, con respecto a la escuela de Schopenhauer, en que Bahnsen se separa de su maestro. Porque Bahnsen afirma y defiende la pluralidad real y substancial de la voluntad humana, al paso que ésta, en la teoría de Schopenhauer, es un mero fenómeno, un accidente pasajero de la voluntad que constituye la esencia universal y la substancia única del universo mundo. En otros términos; Bahnsen transforma en un verdadero individualismo el monismo absoluto y real de Schopenhauer y de la mayor parte de sus discípulos, incluso Hartmann, en quien vamos a ocuparnos. La escuela etnográfica Hartmann |
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